La elección presidencial colombiana fue una dura colisión para la desfigurada política tradicional, los grandes señorones de la escena han mordido el polvo de la derrota. Más de doce millones de colombianos sufragaron por un cambio profundo que sustituya a estructuras ancladas en el rezago. Casi 70% entre los dos primeros que simbolizan un terremoto electoral. Un hartazgo generalizado, materializado en una casta que pocas veces se interesó en los problemas de la gente. Las enormes desigualdades sociales hablaron desde el olvido de siempre, pero esta vez, no se quedaron en la mera queja, sino que dieron un verdadero mazazo a las podridas elites, que han sido la piedra angular de las rancias oligarquías, que piensan que seguimos en manos del Virreinato de Nueva Granada.

Hoy los olvidados dieron una demostración mayúscula de rebeldía, se alzaron con el arma democrática del sufragio, para indicar que los tiempos del cacicazgo bogotano, parecen haber cesado. Tal cómo se presumía, el candidato izquierdista Gustavo Petro Urrego, se alzó con la victoria. Sin embargo, no pudo lograr ganar en primera vuelta. El escepticismo que genera hizo que en las últimas semanas comenzara a ceder en los estudios de opinión. Una gran ofensiva mediática que no supo repeler. Sobre todo en los tres últimos debates donde se notaba descompensado. En medio del cambio que todos quieren, surgió un fenómeno electoral que rompe con los cánones establecidos por el marketing político. El ingeniero Rodolfo Hernández es un abuelo de 77 años. Con lo cual liquida la especie que un líder tiene que ser necesariamente joven. Sin ninguna estructura partidista que auspiciara sus aspiraciones, logró el segundo lugar y pase a segunda vuelta presidencial. Sin ínfulas, con un discurso directo, con pocos recursos que lo hagan un orador medianamente bueno. Temerario y con la fuerza de la deslenguada marcha por los senderos convenientes. Ambos candidatos aplastaron a una fauna política que medró en la corrupción. Una cruenta derrota para un modelo enquistado en la complicidad. Es la vil muerte de una era que transitó por la herida del país, sin llevar respuestas.

¿Qué viene ahora? Los colombianos escogerán entre dos modelos de cambio. Gustavo Petro tendrá que convencer al electorado de lo peligroso que sería Rodolfo Hernández, con su mentalidad de querer liquidar al Estado. Su labor será llevarle tranquilidad a quienes no les creen. Que fuerzas en el archipiélago puedan preferirlo, que arriesgarse con alguien impredecible. Por su parte, Rodolfo Hernández necesita sumar a todo aquellos que cuestionó con su discurso anti sistema. Queda un amplio margen para la maniobra estratégica. El ciudadano colombiano escogerá entre dos formas de cambio. Aquel que logre despejar el miedo, la revancha, haciendo que el escepticismo sea neutralizado, llegará al palacio de Nariño, una tarea que es inédita. Es la primera vez que el cambio es el revés y el envés de la decisión política. Dos visiones y un destino que ojalá sea promisor.

@alecambero


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