Había tardado la nación neogranadina en rechazar el status quo político colombiano de liberales y conservadores donde el uribismo se había convertido en el centro de las decisiones del Palacio de Nariño.

Colombia una nación que hasta la firma del «acuerdo de paz» en 2016, entre Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), representadas en Rodrigo Londoño, alias Timochenko, luego de más de 50 años de lucha armada, tuvo como saldo más de 6 millones de desplazados, y miles de pérdidas humanas en una sangrienta guerra civil, que solo generó hambre, miseria y desolación, sobre todo en las zonas rurales y fronterizas.

Ese acuerdo de paz, que además de ser incompleto porque solo involucró a las FARC, ignorando al Ejército de Liberación Nacional (ELN), aún mantiene al ala disidente de los primeros en combate, y los segundos son parte activa de acciones terroristas, sobre todo en zonas de frontera con Venezuela, y que junto con el paramilitarismo representan un conjunto de fuerzas irregulares que han sometido a pueblos enteros, mientras ha existido un Estado ajeno ante los grandes problemas sociales del país.

De esta manera, el uribismo agotado en su concepción ideológica, en una nación donde también la corrupción, el tráfico de influencias, el contrabando y el narcotráfico, han sido puntales para que la pobreza, la prostitución, la trata, y múltiples complicaciones de la población, y la infancia, se hayan convertido en una constante que ninguno de los gobiernos de los últimos años haya podido resolver, y por el contrario, pareciera que vivir con tales calamidades, fuera parte de la «normalidad neogranadina».

En este contexto, los colombianos finalmente van a decidir la presidencia de la República, entre el izquierdista Gustavo Petro -un ex miembro del desmovilizado grupo guerrillero M-19-, exalcalde de Bogotá y senador, y el empresario Rodolfo Hernández, también exalcalde de Bucaramanga (renunció a tales funciones en 2019), en donde pareciera que deberán seleccionar entre lo malo y lo peor, no solo por las múltiples acusaciones que se realizan ambos comandos de campaña mutuamente, sino porque al momento de redactar estas líneas, hasta un tribunal obligó a tales candidatos a realizar un debate televisado, en virtud de la negación de querer afrontar las interrogantes del país, así como las posibles soluciones, más allá de una desgastada retórica, convertida en demagogia.

Colombia ha entrado en un peligroso túnel de confrontación política. Es muy probable que el candidato perdedor -si el resultado es muy estrecho- termine denunciando irregularidades, y hasta pruebas de «fraude», lo cual va a desencadenar una vorágine de acusaciones, que pudieran desestabilizar al nuevo gobierno, y cuyos enfrentamientos podrían convertirse en «causas» que activen mayores ataques del terrorismo de los grupos guerrilleros o paramilitarismo, y con ello, se vuelva a desatar la guerra civil, lo cual terminaría fortaleciendo en vez del gobierno de esa nación, al régimen madurista en Venezuela, porque tal y como ha venido ocurriendo, estos encontrarán en nuestros espacios sus principales vías de escape político.

Ante semejante realidad, Colombia tendrá que vivir momentos muy turbulentos en sus distintas instituciones. No será fácil poder enfrentar las necesidades sociales, con una importante emigración de venezolanos y en aumento, y todo consignado por elementos de confrontación ideológica, nada optimistas podemos ser ante el futuro de la nación neogranadina.

Por lo pronto, todo apunta que la inestabilidad política que se avecina en Colombia no traerá mejores tiempos para esa nación, y menos para América Latina, que ve líderes indígenas encarcelados en Ecuador -aunque sean posteriormente liberados-, fiscales asesinados de Paraguay -con hecho de sangre en Colombia-, un Perú desestabilizado y en escándalos políticos, una Bolivia condenando a una ex presidenta en venganza política, una Chile en protestas, un Brasil con turbulencia política y periodistas asesinados, y una Argentina con máximos conflictos geopolíticos y crisis económica, y en donde Petro y Hernández parecieran ser un apocalipsis para Colombia.

@vivassantanaj_


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