Cuba está siendo golpeada por el huracán Ian. La isla está a oscuras, sin electricidad. Viven una de las peores crisis económicas de su historia, escasean los rubros más elementales. El éxodo se ha visto acentuado en los últimos meses para tratar de sobrevivir o socorrer a las familias que se quedan. Y en medio de toda esa tragedia, los cubanos encontraron la voluntad para expresar su apoyo al matrimonio igualitario.

Es difícil de entender por qué en medio de tantos horribles problemas que llegan hasta el punto de amenazar la vida de las personas, la dictadura de la isla opta por organizar un referéndum sobre cuestiones cívicas. Lo razonable sería que se pusieran a trabajar para ver si pueden mejorar la calidad de vida de la población, pero es obvio que el gobierno comunista no piensa lo mismo, no les interesa. Ya son más de 60 años pisoteando al ciudadano.

Pero a pesar de que la votación que ocurrió el domingo pudiera interpretarse desde afuera como una distracción, en el fondo se trata de una conquista importante que a muchos les brindó un poco de alegría. Deben quedar todavía cubanos que recuerden la horrenda persecución que ordenó Fidel Castro cuanto tomó el poder. Los homosexuales eran apresados y llevados a campos de trabajo.

Ya con años en el poder, en 1965, el gobernante dijo públicamente: “No podemos llegar a creer que un homosexual pudiera reunir las condiciones y los requisitos de conducta que nos permitirían considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista”. Hubo los que se salvaron de la prisión y la muerte y pudieron huir a Estados Unidos, pero otros no lo contaron.

Sin embargo, en 1979 la dictadura comunista tuvo que aprobar las relaciones homosexuales. Y el domingo, 43 años después, en el tercer referéndum de la historia de Cuba, los ciudadanos dieron su aprobación a un Código de Familia avanzado que, además del matrimonio igualitario, permitirá que los homosexuales adopten niños y que puedan alquilar un vientre para tenerlos. También establece que los abuelos pueden encargarse legalmente de los nietos, y esto dice mucho de la idea que tiene el gobierno de Miguel Díaz-Canel de adaptarse al éxodo que va creciendo todos los días.

Pero no hay que perder de vista que si se habla de números, los resultados también son elocuentes. Además de la aprobación del código con un poco más de 66% de los votos válidos, se registró una abstención de aproximadamente 26%. Los expertos aseguran que es elevada con respecto a lo que se acostumbra en Cuba, en donde la dictadura prácticamente obliga al ciudadano a sufragar.

Pero si a esa gente que se quedó en su casa se suma la que votó nulo o en blanco, que es la diferencia entre 6.251.786 papeletas depositadas contra 5.892.705 consideradas válidas, y las que votaron por el No (la campaña del gobierno era por el Sí), tenemos que casi la mitad del padrón electoral decidió mandarle un mensaje claro a Díaz-Canel y su cúpula comunista: ya no cuente con nosotros para sacarnos los votos por miedo. Y eso es verdaderamente importante, tanto como la aprobación del nuevo código, porque los cubanos ya no quieren comerse el cuento ni servir de mampara para que la dictadura siga en pie.

Y otro detallito que podría resonar por estos lados. Para este referéndum fue permitido el voto de los cubanos en el exterior, que participaron sin el mayor problema. ¿Qué les parece?


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