Claudia López

Me refiero a la alcaldesa de la ciudad de Bogotá, cuya primera patada al gentilicio santafereño se la dio el mismísimo día en que los cachacos inexplicablemente la eligieron como burgomaestre de la otrora capital de la Gran Colombia. En una conducta reñida contra la moral y las buenas costumbres, le dio un apasionado beso a su esposa,  la hoy senadora Angélica Lozano Correa (¿Qué le está pasando a Colombia?). De allí en adelante esta mujer abiertamente homosexual, lo que ha hecho es propinarle golpes a una ciudad históricamente caracterizada por su alto nivel cultural, su elegancia, prudencia, coherencia  y apego a los valores familiares.

Su pretensión de eliminar las corridas de toros, una tradición que tienen los bogotanos desde la época de la Colonia, es una afrenta a la genética de esta ciudad que en su hermosa plaza de Santa María ha tenido en su seno al arte taurino de leyendas como Manolete, el Cordobés, César Girón, Paquirri, Curro Romero, José Mari Manzanares, entre otros.

Su confusión hormonal la ha llevado a decir una cosa hoy y otra diametralmente opuesta al día siguiente, como cuando cuestionó la parcialidad de algunos sectores de la clase política colombiana en favor de Trump y otro día manifiesta su favoritismo por Biden. (Véase tweets de fechas 1 y 2 de noviembre de 2020). Asimismo, un día condenó el proyecto de Metro de Bogotá elaborado por el alcalde Peñaloza y otro día lo felicitó por el mismo. Y así en infinidades de temas confronta sus propios decires. Dichas contradicciones no fueran graves si provinieran de un ciudadano común; pero al desprenderse de la boca de la máxima autoridad de la capital colombiana adquieren relevancia en los ciudadanos que esperan coherencia en la palabra de su alcaldesa. Y cuando se producen esas contradicciones se genera inseguridad e incredulidad frente al gobernante, con las consecuencias negativas en la vida diaria del ciudadano.

Más recientemente, le ha dado por justificar su ineficacia para solucionar los problemas de inseguridad de Bogotá con la presencia de  venezolanos en la ciudad, como si los miles de compatriotas que han llegado a Colombia son todos delincuentes. No, señora López, los miles de venezolanos que han llegado a Bogotá y a otras ciudades de Colombia y América Latina son en 99% gente trabajadora y honesta que está huyendo de su país invadido por un gobierno cuya ideología en no menos de una ocasión usted ha abrazado: el socialismo. La comisión de hechos punibles nada tiene que ver con la nacionalidad y usted en su empeño de no perder más popularidad de la que ya ha perdido, pretende endilgarle a los venezolanos el crecimiento de los índices delictivos de la ciudad que mal gobierna. De lo que no se percata la alcaldesa, es que ese discurso xenóbofo, lejos de beneficiarla la perjudica, porque son innumerables los testimonios de los bogotanos, quienes tienen alta estima por los venezolanos que llegan allá a trabajar en forma decente, respetando las leyes y colaborando en forma educada con la economía y el progreso colombiano.

Y no es nuevo ese arrebato xenófobo de Claudia López. Al comienzo de la pandemia emitió unas confusas declaraciones frente al tema del desalojo de las viviendas de venezolanos afectados por la crisis del coronavirus. Imagínense si al alcalde de Nueva York le diera por dar una declaración de ese tipo; le caerían encima la multiplicidad de nacionalidades que conviven en la ciudad de la gran manzana, en la que un número nada despreciable se encuentran en situación ilegal.

Pero afortunadamente han sido innumerables las condenas a esta declaración irresponsable de la señora López, entre ellas la del propio Gustavo Petro, Andrés Villamizar, Luis Fernando Galán y la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Hubiese sido bueno que la Constitución colombiana permitiera la reelección, para ver hasta qué punto actitudes como la de Claudia López son aprobadas o desaprobadas en las urnas por los ciudadanos. Seguro estamos de que no sería así.

@JotaContrerasYa


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