Finalmente, como estaba previsto, la Unión Europea, de la mano temblorosa, envejecida, de Josep Borrell, enviará sus observadores. Nadie conoció el informe de la misión preliminar que examinó la escabrosa situación. Suponemos que ya saben con certeza aguda que aquí habrá navidades decretadas desde octubre. Tal vez lleguen con sus gorritos de San Nicolás. Deben estar enterados de que desde ya la pandemia queda suspendida, por lo menos hasta enero. Que la felicidad del último trimestre del año se adueña «oficialmente» de los venezolanos.

La misión preliminar debió informar, con toda prestancia, la muy regular situación venezolana. Un párrafo debe indicar en ese informe un resumen crudo de la situación preeleccionaria, de esta manera: «Hemos apreciado, señor Borrell, unas condiciones altamente favorables para cualquier elección, tal como ocurriría en cualesquiera partes del mundo. En Rusia, por ejemplo, o en Corea del Norte, o en Cuba, incluida China, también Turquía. Esta información va también para nuestros muy apreciados amigos de cada país europeo: hay una realidad informática de primer mundo en Venezuela, se roban los votos con una impresionante velocidad, que ni en Estados Unidos se podría trampear mejor. Hay allí, en ese CNE -por cierto, tan equilibrado, después les explicamos- hasta profesores de la USB muy rojos para ser de ella; los votantes muy entusiasmados, se inscriben y se cambian y los cambian, en varias regiones a un tiempo; los partidos ni caben de tanta alegría, muchos quedaron por fuera, algunos se los adueñó el propio régimen; al igual que existen algunos líderes presos, pero no pasan de cien, los demás están «alejados» del país, apenas exiliados o perseguidos; los divisionistas garantizan, porque para ello han sido comprados, el irrefutable triunfo del régimen rojo de allá; ese que permite que se inscriban como candidatos solo lo que él determine; para eso se inventaron una palabra apropiadísima que en España deben copiar, y en Francia, le dicen «inhabilitación». Reparten cédulas, los militares que bien saben cuidarlo todo allá se harán cargo; los vigilantes asistirán votos de lisiados y derechos; la música y los festines están preparados, como sea ganará el gobierno: es una situación envidiable en términos electorales, la de Venezuela, con un CNE que posee 2 de los otros, infiltrados, bien equilibrados contra otros 3 que sí garantizan la neutralidad para que el ganador instalado se lo lleve todo. 6 millones de votantes han salido a turistear. Listo, nada más hay que enviar la misión oficial de observadores señor Borrell y señores europeos. Nico ganará seguro en cada estado, en cada municipio, en cada concejalía. El margen de error es muy leve. Autorícese plenamente el voto, el conteo, el fraude y la proclamación. Hay hasta seguridad».

Habrá que ser ciego guiado por Borrell y por Stalin González para no percatarse de la realidad electoral venezolana. Pero la mano volteada por el lado de las rayas que leen las brujas suelen ser muy efectivas para hacer mirar a otros lados a venezolanos y europeos. Tanto así como para acompasar el fraude y venir a tratar de reconocer como válido lo que el mundo sabe, que las imposiciones no son elecciones. Borrell reconoce de este modo, llevando como lazarillo a la Unión Europea, al régimen de Maduro desconocido en medio mundo. Esa búsqueda de legitimidad como sea, en México, con o sin Alex Saab, en la Europa descreída y en el pragmático Estados Unidos, no le traerá rédito alguno al régimen del terror ni a su entorno internacional.

Las supuestas elecciones son un fraude cantado. Los partícipes buscan allí, como la UE, lavarle la cara a los criminales. No lo conseguirán por ninguna vía. Le toca hablar con la verdad a la Corte Penal Internacional. La verdadera observación de la ONU, porque los europeos si no son ciegos se hacen. No les da la vista para mirar que no hay democracia ni libertad en esta supuesta elección ni en el país. Allá ellos con sus intereses. Yo así, ni que lo diga Bambarito, no voto.


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