Se le puede preguntar a un adolescente, en cualquier parte del planeta, si entre los países puede existir algún tipo de amistad y, como es razonable, el adolescente va a responder que no, que solamente existen intereses. Sin duda, podemos decir que China es uno de los protagonistas económicos mundiales en estos tiempos; pero también tenemos que saber que es uno de los países más consumistas, de acuerdo con los usos capitalistas del mundo.

Esa China de Mao, donde, con tal de que triunfara una revolución, dormían sobre colchones de paja o camas de piedra cubiertas con una estera, o los padres vendían a sus hijos por unos kilos de arroz, esa es la China donde un hombre de dudosa nacionalidad, es decir, Nicolás Maduro Moros, firmó una serie de acuerdos, acerca de los cuales no podemos dar fe de que sean lo que ellos dicen.

Según el Banco Mundial, existen más de 800 millones de chinos mal alimentados y peor vestidos, y en las zonas rurales se ven en cada esquina. Ni hablar de los derechos humanos, libertades políticas, elecciones democráticas. Antes de la tragedia del coronavirus, esa tragedia que dio de baja a millones de personas en China, el virus era otro, es decir, el suicidio.

Un periódico de Hong Kong publicaría la carta de una adolescente, que expresaba su deseo de morir para reencarnarse en chica de ciudad; decía en la carta: “En casa nos controlan nuestros padres y cuando nos casamos nos controlan nuestros maridos. En cambio, las chicas, las de la ciudad tienen vestidos bonitos y van al cine… llevan vida de ángeles”. Esa China potencia, que tanto aman Nicolás Maduro, Díaz-Canel, Daniel Ortega (vaya trío), en esa China hay millones de ciudadanos sin trabajo, merodeando hoy por las ciudades, reclinados en las esquinas, ejerciendo la mendicidad, así como lo hacen miles de venezolanos en los países vecinos.

Escuché con detenimiento las declaraciones de Nicolas Maduro en su visita a China; todo fue más de lo mismo: el enemigo externo, el bloqueo, el imperio; esa retórica acerca de que los pueblos del sur tienen que ser libres, obviamente, libres para ellos instalarse en el poder y no soltarlos jamás. Pero lo más resaltante de esta visita a China fue que Nicolás Maduro anunció, muy pronto, la llegada del primer venezolano a la Luna, en una nave espacial de China, y que los protagonistas serían los jóvenes venezolanos para esa tarea.

Ahora bien, no dudo de la inteligencia, el talante y el sentido de aventura del venezolano y más cuando se tiene la gran virtud de la juventud. Pero de las palabras al hecho hay mucho trecho, como reza el dicho. Y es que Venezuela tiene una tasa alta de analfabetos y de analfabetos funcionales mucho más. La educación básica está en el suelo, con signos de desaparecer, igual que desaparecieron las contrataciones colectivas, las cajas de ahorro y los seguros médicos. Los maestros pasan tiempos oscuros, con mísero sueldo de 20 dólares, es decir, en Venezuela el proceso educativo sobrevive a duras penas.

La verdadera base de un país está en las escuelas básicas. La importancia que tiene una maestra en una escuela básica en Inglaterra, Alemania, España y Estados Unidos es casi igual a la de un magistrado o un ministro. La importancia de la educación pública, las edificaciones, los sueldos de los maestros y la alimentación de los niños es la clave esencial de un país. Los fundadores de las bases de un buen ciudadano están en la escuela primaria. No podemos esperar jóvenes preparados para las trampas del presente, si tenemos a maestros y alumnos que se están muriendo de hambre.

Que un venezolano llegue a la Luna, sin duda sería una fiesta nacional; se escribirían poemas, relatos, novelas sobre la proeza del venezolano llegando a la Luna. Indudablemente, los maracuchos sacarían chistes muy buenos sobre el tema, pidiendo, por ejemplo, un patacón en la estación espacial. Pero, no se puede hablar de la llegada a la Luna cuando el maestro es incapaz de dar clases correctamente; donde las escuelas, las universidades, el pensum académico y la metodología de la enseñanza están más atrasados que hace años.

Así que, no podemos burlarnos de lo que dijo Nicolás Maduro, sobre llevar un venezolano a la Luna. Lo que debemos ver es lo divorciado que está de la realidad  y la inmensa ignorancia con que maneja el país.


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