No existe tal cosa como un descalabro de la economía china. La bola de cristal de los expertos en la materia muestra que el crecimiento de los países que aportan más al PIB mundial -son los países del G20- no sobrepasará el 2,2% en 2024. El de China, de acuerdo con Bloomberg y el propio gobierno en Pekín, debería expandirse a razón de 4,5% en el año que despunta, lo que contrasta con los más de 8 puntos interanuales de crecimiento que esa economía alcanzó durante varios lustros a partir del año 2000.

Lo que el escenario global no hace evidente es una estabilidad confiable en el año que se inicia. Los esfuerzos por recuperar el crecimiento de la gran potencia mundial serán turbulentos toda vez que las razones de su volatilidad subsisten. Después de que el gobierno de Xi consiguió mejorar sensiblemente el estándar de vida de los ciudadanos y eliminar la pobreza extrema, la expansión basada en el crédito gubernamental produjo enormes desbalances y vulnerabilidades, siendo el sector inmobiliario el que mayor golpe acusó.

Así pues, lo peor no ha quedado atrás. La inseguridad de los hogares en sus expectativas de ingreso, la merma laboral juvenil, la deflación, mantienen una perversa situación de atonía que debe ser superada. El hombre de la calle manifiesta su desconfianza con una prudente y creciente inclinación al ahorro, no al gasto.

Aún se requiere un esfuerzo adicional y otras medidas de soporte para animar la transición, no solo en el sector de la construcción inmobiliaria sino también una clara estrategia para reducir, reestructurar y mejorar la deuda a nivel de los gobiernos locales. Y es preciso, igualmente, establecer políticas prudentes para mejorar la resiliencia del sistema financiero y mitigar nuevos riesgos. También, de manera de sostener y mejorar el crecimiento de la economía en su conjunto, China debe estimular y sostener el consumo de sus ciudadanos al tiempo que mejora sus políticas de seguridad social. Pero el proceso de estos objetivos no solo es gradual sino además lento. En definitiva, la recuperación de un crecimiento vigoroso no está a la vuelta de la esquina para Pekín.

En la escena global la desaceleración china nos golpeará a todos en distinta medida, pero indefectiblemente a todos. El FMI asegura que por cada punto de crecimiento en el PIB chino la expansión global se acentúa en 0,3%. Pero lo contrario es peligroso. El impacto del frenazo chino es notorio ya en las economías asiáticas por el descenso notorio de sus exportaciones y dramático para África. Japón ya reporta una caída en sus exportaciones. Los banqueros de Tailandia y Corea del Sur ya atribuyen la caída de su expansión a la desaceleración china. El valor de los embarques a puertos chinos desde África, Asia y Norteamérica son más bajos en 2023 de lo que fueron en 2022. materias primas básicas como hierro y cobre se han podido mantener pero si el retroceso continúa se afectarán directamente los mineros de Australia y Sur América al igual que en otros sitios.

Así pues, si el mundo debe estarse preparando para el decrecimiento chino, no todos sus efectos son traumáticos ni apocalípticos. Los banqueros entendidos en la materia son del criterio que una desviación en China del 12,5% en su expectativa de crecimiento puede beneficial al consumidor norteamericano con casi un punto menos de inflación.

 


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