Carlos Ibáñez del Campo

I

Los latinoamericanos, y en particular los venezolanos, identificamos a Chile con el pueblo culto y democrático que, con gran esfuerzo, ha sido capaz de  protagonizar un importante proceso de crecimiento y bienestar. Sin embargo, soslayamos que en ese gran país, históricamente, como en todos los países de América Latina, la institucionalidad siempre fue precaria, al estar sometida a fuertes presiones militares y populares, así como por la dificultad para lograr un desarrollo estable debido a su condición monoproductora de materias primas: el salitre y el cobre. En este y en el próximo artículo que escribiré sobre Chile, me voy a referir a una parte de su historia, a partir de 1958. La tercera entrega la dedicaré a analizar las difíciles circunstancias políticas que ha tenido que enfrentar el presidente Sebastián Piñera en los últimos años. La decepción política que produjo el gobierno populista del general Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958) y la atomización de las preferencias electorales ocasionó que el Congreso Nacional designara a Jorge Alessandri como presidente de la República, ante la imposibilidad de que alguno de los candidatos lograra cumplir con el mandato constitucional de obtener la mayoría absoluta. Alessandri, candidato de la derecha, obtuvo 31,6%, Salvador Allende del Frente de Acción Popular (FRAP), una alianza de izquierda, obtuvo 28,9% y el demócrata cristiano Eduardo Frei 20,7% de los votos. El Partido Radical obtuvo 15% de los votos, dando inicio a su declinar histórico.

A partir de esa elección se estableció un gobierno conocido como “Los Tres Tercios”, integrado por la derecha, la democracia cristiana y la izquierda. Ese gobierno implementó un plan de estabilización económica que buscaba fundamentalmente controlar la inflación, principal debilidad del populismo ibañista. Sin embargo, dado el escaso carisma de Alessandri, no se logró que las necesarias medidas económicas fueran aceptadas popularmente. En ese esfuerzo, obtuvo el respaldo económico de Estados Unidos, a través de la Alianza para el Progreso, e impulsó un proyecto de Reforma Agraria que tampoco pudo consolidar. Al aproximarse las elecciones de 1964, la figura de Salvador Allende, su pensamiento socialista en plena Guerra Fría, atemorizaron a importantes sectores de la clase media chilena. Ante  la amenaza de un triunfo socialista, esos sectores decidieron respaldar al candidato demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalvo, quien triunfó al obtener 56% de los votos. Uno de los resultados más altos conocidos en la historia de Chile.

Su gobierno estableció una política de reformismo moderado, entre cuyos logros cabe mencionar: la construcción de miles de viviendas, la modernización del Estado, una importante reforma educacional, la ampliación de la Reforma Agraria, mediante la expropiación de grandes haciendas pertenecientes a importantes políticos de derecha que lo habían apoyado en su elección presidencial. Lamentablemente, en 1967, la unidad interna de la democracia cristiana se vio comprometida por el liderazgo emergente de Radomiro Tomic, quien mantuvo posiciones más a la izquierda que el presidente Frei. En 1968 y 69, la crisis del gobierno de Frei se agudizó debido a las crecientes protestas populares. En las elecciones de 1970, Allende obtuvo 36,3%, Alessandri, 34,9% y Tomic, 27, 9 %. La presión social sobre el Congreso, y la firme posición de los Estados Unidos en contra de Allende, ayudó a consolidar la preferencia por la candidatura de  Alessandri, pero, un acuerdo político con la Democracia Cristiana, liderada por Radomiro Tomic, permitió votar a favor de Allende, facilitando su designación como presidente de la República. Desde el inicio de su gobierno, en noviembre de 1970, intentó construir una sociedad basada en un socialismo democrático, sin emplear la violencia. Una experiencia histórica desconocida mundialmente, pero, desafortunadamente, cometió graves errores.

Entre las primeras medidas de su gobierno estuvo continuar con la Reforma Agraria establecida por el  gobierno de Frei y dar inicio a un proceso de estatización de empresas, consideradas claves para la economía nacional, mediante la utilización de un decreto ley de 1932 que permitía la intervención de cualquier empresa por el Estado si esta detenía sus actividades. El gobierno de la Unidad Popular, sin medir las consecuencias, incitó a los trabajadores a cesar en sus labores. El 15 de julio de 1971 fue aprobada la nacionalización del cobre, de manera unánime, por el Congreso Nacional, permitiendo que Codelco asumiera la propiedad de todas las empresas privadas extractoras de cobre, entre ellas Anaconda y Kennecott, dos importantes mineras, que sólo recibieron como indemnización el precio establecido por el Estado, menos “las utilidades excesivas”. De inmediato, el secretario de Estado del gobierno de Nixon, Henry Kissinger, dio inicio a un boicot contra el régimen allendista, negándole cualquier crédito internacional. No obstante, el crecimiento de Chile, ese año de 1971, alcanzó el 8 % del PNB con una moderada inflación. Este mejoramiento en la situación económica de los sectores populares permitió el importante triunfo de la Unidad Popular, y los partidos que la apoyaban, en las elecciones municipales de ese año al obtener el 49,73% de los votos.

Sin embargo, a partir del segundo año de gobierno, aparecieron los primeros síntomas de desabastecimiento y de hiperinflación, con las consecuentes expresiones de rechazo, cacerolazos y violentos enfrentamientos entre partidarios y opositores del gobierno allendista. En ese complejo ambiente político, ocurrió la visita de Fidel Castro a Chile, quien, de manera insólita, permaneció allí durante un mes, dedicándose a enarbolar como bandera, ante los militantes de izquierda, la urgencia de iniciar una revolución popular basada en la lucha de clases, posición contraria a la vía pacífica de Salvador Allende. La crisis política continuó con gran fuerza. Un buen ejemplo de la equivocada actuación del presidente Allende, en esos trágicos días, fue su respuesta a la destitución, por el Congreso Nacional, del ministro del Interior, José Tohá. En lugar de negociar, en búsqueda de una alternativa, desafió a la oposición nombrándolo ministro de la Defensa. En febrero de 1972, la oposición aprobó en el Congreso Nacional una reforma constitucional que buscaba regularizar los planes de estatización de la Unidad Popular. Allende amenazó con utilizar el derecho a veto. Los partidos de gobierno, Socialista e Izquierda Revolucionaria, liderados por Carlos Altamirano, intensificaron sus ataques contra la oposición, los cuales fueron respondidos por el movimiento de ultraderecha Patria y Libertad. Algunos sectores de la  oposición, ante la actitud de Salvador Allende y el agravamiento de la crisis política, empezaron  a mirar hacia las Fuerzas Armadas chilenas. La conspiración había comenzado…

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!