“Tan pronto como el doctor B. observó que

su contrario tocaba el alfil para adelantarlo,

se encogió como un gato que se dispone a dar un salto”

Stefan Zweig (*)

Obviamente, el resultado de la reciente consulta constitucional de Chile ha suscitado la atención de la opinión pública venezolana, aunque no la ha inquietado políticamente lo suficiente. Cierto, se ha escrito sobre ella, pero tenemos la impresión que promedia una crónica que se desea aséptica, neutral y distante, como si tratásemos de un fenómeno ajeno, o muy ajeno, y normal, o muy normal, en el continente.

Identificamos a un sector que celebra la moderación de una ciudadanía consciente de su condición, frente a otros que reparan en una diferencia de votos nada sustancial, pendiente la revancha. Los hay triunfalistas, porque predominó la división de poderes, desbocándose en la cátedra al explicar el principio de la supremacía constitucional, al lado de quienes suspiran por un permanente e inacabable proceso constituyente, caricaturizado Sieyès hasta la saciedad.

Aquellos que antes aclamaban a Luis Almagro, nada dicen de sus desafortunados planteamientos de coexistencia entre fórmulas radicalmente contrarias,  comprobada por la consulta que puede adquirir la jerarquía de todo un proyecto histórico concreto, según lo definía Maritain. Sobre todo, si estamos lejos, cómodamente lejos del país donde tamaño experimento alquímico deviene nitroglicerina política.

Se dice de la izquierda marxista de una irrefutable buena fe, como la encarna el presidente Boric, rayana en la candidez o pendejitud. Olvidan con prontitud que el triunfo presidencial resultó de una inescrupulosa estrategia insurreccional a la que poco le importó hacer del metro de Santiago un gran fogón, indiferente los más privilegiados con el aumento adicional de los costos directos e indirectos de transportación pública.

Se regodean los chavistas del patio, porque estuvo exquisitamente trampeada la asamblea nacional constituyente de 1999, con sus “morochas” y el oficialismo sobrerrepresentado. Al MVR de entonces y sus aliados, no les hubiese ocurrido algo parecido luego de ganar referendariamente el derecho a redactar e imponer el texto constitucional.

Alfilazgo

Considerada una pieza menor en el ajedrez, el alfil se desplaza diagonalmente en el tablero, pudiendo recorrerlo según le convenga para la captura del adversario, o la ruptura de una línea de defensa; incluso, pudiera asimilarse a la figura de un francotirador que espera silenciosamente su mejor oportunidad. Del habilidoso manejo de los alfiles, refieren los entendidos, depende en mucho la suerte del estado mayor, sus proyecciones, éxitos y fracasos.

Lució demasiado obvia la necesidad de reformar la Constitución, y diferentes sectores coincidieron finalmente en un proceso constituyente que apostara por una actualización integral.  Unos, suponiendo sobradamente vencida la herencia pinochetista, movieron sus alfiles, creyendo despejar cualquier resistencia para alcanzar un texto definitivo, liberal – aunque no se reconociese como tal- y consensuado, mientras que otros, hicieron lo propio para catapultar una transformación social de impredecibles consecuencias, facilitado el movimiento de tablero por la extrema simplificación del debate político y la deplorable consagración del maniqueísmo que desde hace un buen tiempo arrastran: el mundo absolutamente se divide entre la izquierda y la derecha; al parecer, o muy al parecer, no hay otro centro que el de las bayonetas que las arbitran, según actúen los operadores políticos o alfiles.

Probablemente, el mayor ajuste que requiere la Constitución vigente es el referido al sector militar, por la naturaleza que adquirió para facilitar la transición hacia la democracia que, al afianzarla o avalarla, constituye su mejor defensa, toda una paradoja: si los hubo, no fueron tan estridentes los ruidos de sable ante los planificados acontecimientos insurreccionales de 2019, cuyo origen muy bien ha de conocer la entidad castrense. Teniendo las características de un partido, según la figura de la que solemos abusar, no es precisamente un centro moderador, explícito o implícito, sino toda una advertencia, una lidia, una posibilidad.

Dauno Tótoro Taulis, en su La cofradía blindada. Autonomía, negocios e insubordinación de las Fuerzas Armadas chilenas [Planeta, Buenos Aires, 2017], refiere: “Durante el último año del gobierno dictatorial del general Pinochet, aumentó notablemente el nivel de contactos y discusión entre los mandos militares y dirigentes de la coalición de partidos que apoyaron la candidatura de Patricio Aylwin. Fue ese el año en que, mientras en círculos internos del gobierno se reformaban ciertos aspectos flojos de la Constitución y se elaboraba la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, en términos de relaciones cupulares se dieron los primeros acuerdos de traspaso” [118]. Vale decir, hubo alfiles u operadores políticos que intensificaron su contactos, como – falta por comprobarlo a través de la prensa chilena – no ha ocurrido con el  gobierno de Boric, el que puede acudir y acudirá, tarde o temprano, a las viejas consignas, como pasó en Venezuela, llegando al disparate, pues, bien acotó el citado autor, que “desde el fin de la Guerra Fría, con el colapso de la Unión Soviética, el discurso antiimperialista de la izquierda latinoamericana y mundial quedó fuera del lenguaje políticamente sensato” [83].

Acaso, el mayor trauma para sus opositores, ha sido el éxito económico de la dictadura de Pinochet que contrasta con los fracasos de sus pares en Argentina y Uruguay de semejante crueldad, incluyendo a los partidos históricos, receptores del látigo crítico de Alfredo Jocelyn-Holt, por ejemplo [https://lbarragan.blogspot.com/2019/12/l-enfant-terrible.html]. Esa izquierda inaudita, añadida la desconfiguradísima y extraviada Democracia Cristiana, universalizado el libre mercado, con testimonios como los que rinden nada más y nada menos que países como Vietnam, no es capaz de operar esa ventaja, la de ejercer un alfilazgo que permita adelantar un programa que no dé al traste con una conquista, un avance, una ventaja que empinó a Chile por encima del desempeño económico de toda América Latina.

Descontinentalizados

Los sectores propulsores del proyecto constitucional (https://www.chileconvencion.cl/wp-content/uploads/2022/07/Texto-Definitivo-CPR-2022-Tapas.pdf) reflejaron muy bien la extraordinaria variedad de matices, propósitos e intenciones audaz y demencialmente simplificados en la propuesta. Hubo un exceso de alfiles que no la pudieron diligenciar porque ellos mismos no la asumían con la claridad necesaria, confundidos conceptual y políticamente, o un sorprendente déficit que apunta a la posibilidad de un vacío de liderazgo a la que, no cabe duda, anarquizada la situación con las protestas de 2019, pretende responder el Foro de São Paulo y sus derivados, fortaleciendo los mitos del pasado. Y, al respecto, Alfredo Jocelyn-Holt, en su El Chile perplejo. Del avanzar sin transar al transar sin parar [Penguin Random House, Santiago, 2014], derrotada la Concertación en 2010, bien ilustra la interesante recuperación simbólica de entonces: “Declararon superstar a Allende (a quien hasta hace poco lo habían ninguneado). Chávez y Evo y los Kirchner les parecieron, de repente, «interesantes». De hecho, descubrieron que ellos mismos podían ser «latinoamericanos», tan argentino-peronistas, venezolano-chavistas, bolivianoindigenistas, ecuatoriano-correístas, cubano-castristas como chilenos, en una palabra: «bolivarianos». Arremetieron contra todo lo que oliera a «élite», aun cuando ellos fueran también élite (es viejo el cuento de la apostasía social en los grupos dirigentes). Se declararon «progresistas». Se dieron cuenta, de repente, de que el país era desigual (terrible «el modelo»), que la educación era pésima, que los bancos, AFP e Isapres, también las universidades privadas (¡no las públicas!), «lucraban». Captaron que los dos hitos calendáricos que se avecinaban (el Bicentenario y los cuarenta años del golpe) podían servir para, finalmente, contar «la firme», la verdadera «otra» historia (todas las demás, «oficiales» y falsas)” [354 s.].

Debemos tomar nota de tres acertadas consideraciones hechas en torno al proyecto constitucional que, reiteramos, retrata fielmente a las fuerzas propulsoras. Citando al propio Jocelyn-Holt, lo catalogó de manifiesto, de programa político, de un programa para el activismo político, en una entrevista hecha para la coincidencia y la discrepancia, en la que plantea, por cierto, que la República terminó con el suicidio de Allende, y la corrupción de los militares [04/08/2022: https://www.youtube.com/watch?v=HE7CjnQYqQ4&t=2187s]. Antes, Gustavo Coronel sabiamente disertó sobre el “ladrillo constitucional”, tratándose de una propuesta de numerosísimos artículos con el reconocimiento de una gran plenitud de derechos y muy escasos deberes, en la misma y deliberada  órbita de las constituciones venezolana, boliviana y ecuatoriana [3/06/2022: https://www.elnacional.com/opinion/la-constitucion-de-venezuela-y-la-propuesta-constitucional-chilena-herramientas-para-el-atraso/].

Hermann Alvino, ingeniero egresado de la Universidad Central de Venezuela, atina con un texto en el que reivindica la propia existencia del derecho constitucional, pues, en su pormenorizado análisis de la situación chilena, entre varias de las conclusiones, arriba a una extremadamente dramática: en la práctica, el texto fue fruto de una masiva e ininteligible “tormenta de ideas” [07/09/2022: https://vivalapolitica.wordpress.com/2022/09/07/paquete-chileno/]. Y creo que esta acuciosa observación apunta a la irresponsabilidad de una dirigencia que es consciente de la mera herramienta táctica que emplea para la estafa política, la negación del constitucionalismo o de cualquier otra disciplina académica que contribuya a darle orden y concierto a esta u otras propuestas, y al evidente atraso de la sociología política que no ha reparado en más de veinte años respecto a una realidad de la que se sabe y padece, pero no se dice, o no sabe cómo decirse.

El de Chile, es un asunto que les compete exclusivamente a él, porque –no faltaba más– Chile no es Venezuela. De modo que los aplausos no pasan del acto democrático de votación y conteo fiel, parecido a lo que ocurrió en la Venezuela de 1998 bajo el lema de Venezuela no es Cuba.

Acaece acá, y seguramente en el resto de los países de la región: cada quien con sus asuntos, completamente descontinentalizados para facilitar así la ofensiva antioccidental en marcha. Ojalá no se haga tarde para escuchar el tañido de las campanas, el trueno preventivo de las tormentas.

(*) Novela de ajedrez, Editorial Sirmio, Barcelona, 2010: 50.

@LuisBarraganJ  


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