Hace poco vi la reseña de los casos de Chiara Ferragni y Taylor Swift. Con relación a la empresaria y modelo italiana, la periodista Graciela Beltrán Carias entrevistó a una experta de comunicaciones y manejo de crisis (https://www.instagram.com/reel/C2iaueSOCaT/?igsh=MzRlODBiNWFlZA, consultado el 14/3/2024) sobre la multa de 1,5 millones de euros impuesta a Ferragni por indicar que los resultados de la venta de un pandoro de Balocco serían donados al Hospital Regina Margherita de Turín. Al parecer ya se había hecho previamente una donación de 50.000 euros, pero la campaña de Ferragni había recaudado más de 1 millón de euros.

Como consecuencia de esto, Ferragni no sólo pagó la multa sino que perdió credibilidad y seguidores.

Esto abrió el debate en Europa sobre la necesidad de regular a los influencers y sus redes sociales.

Con relación al caso de Taylor Swift, durante la fiebre del Super Bowl de este año, salieron imágenes falsas de Swift y su novio, Travis Kelce, estrella de la National Football League (NFL), bastante realistas y subidas de tono, creadas por Inteligencia Artificial.

Marjorie Haddad, experta en comunicaciones, señaló en sus redes que los swifties empezaron a investigar quién fue el primer usuario que expuso estas imágenes. Los usuarios llegaron al responsable de las imágenes incluso antes que la policía y gracias a este trabajo, Taylor Swift ha pensado seriamente en ejercer acciones legales (https://www.instagram.com/reel/C2x1XzdIoBO/?igsh=MzRlODBiNWFlZA, consultado el 14/3/2024) en contra del creador de estas imágenes.

Debido a este caso, el Congreso de los Estados Unidos de América anunció que estaría preparando una propuesta para regular el «deep fake».

Vemos que en ambos casos se ha clamado por la regulación. Sin embargo, y este mi aporte al debate desde la perspectiva liberal, destaco que ambos casos fueron resueltos sin necesidad de una regulación.

Por una parte, Ferragni pagó una multa, perdió seguidores y, tal vez lo más importante, credibilidad. Todo en conjunto pesa. Todas fueron soluciones posteriores al hecho, pero que definitivamente no dejan de lado los daños y perjuicios ocasionados. Por otra parte, el caso de Swift fue incluso más interesante en este sentido. Los propios fans de la cantante llegaron hasta el creador de las imágenes falsas. Perfectamente Swift, víctima de las imágenes falsas, puede demandar por daños y perjuicios.

El mercado (es decir, nosotros) ofreció las soluciones, en cambio, la regulación coarta el ejercicio de la libertad económica. Es un control previo que parte de la mala fe.

En mis clases siempre le digo a mis estudiantes que la mejor regulación es la que no existe. Pero precisando un poco más esta expresión, en realidad se trata de que la regulación provenga de la propia autonomía de la voluntad, es decir, la autorregulación.

Claro, esto no significa que no somos conscientes de que se trata de un reto. Pero con responsabilidad individual y educación podremos sortear mejor los obstáculos.

Habrá errores en el camino, pero es parte del proceso. Confío más en la mano invisible del mercado (el individuo) que en el legislador, que al final de cuentas es la mano visible del Estado.


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