El madurismo en el poder en Venezuela quiere convertir al año 2024 en el de la resurrección de Hugo Chávez. Se han agarrado a ese clavo ardiente para enfrentar el mayor reto a su permanencia en Miraflores, que es someterse al escrutinio de las urnas. Todas las encuestas de opinión -con la excepción del encuestador de maletín al servicio del oficialismo- sostienen que Maduro tiene un rechazo abrumador en la población, por edades, por género, por nivel socioeconómico, por regiones, fuera de Venezuela.

Volver a Chávez es la consigna. No en aquella suerte de prédica justiciera, sino como imán simbólico para reconquistar a sectores del pueblo llano que se han declarado chavistas, pero que están decepcionados porque padecen las calamidades de Nicolás Maduro y su combo en esta década de desgobierno que ha hundido al país en la miseria.

El 4 de febrero Miraflores celebró los 25 años de la llegada al poder del teniente coronel. El 5 de marzo durante la conmemoración de los 10 años del fallecimiento del presidente se anunció el cronograma electoral que, si sortean todas las zanjas y alcabalas, concluirá con la realización de los comicios el 28 de julio, cuando Chávez cumpliría 70 años de edad. El sábado pasado, a los 22 años del regreso de Chávez al palacio de gobierno tras su breve destitución,  Maduro recordó palabras que, vistas a la luz de la realidad, pudieran resultar proféticas: «No se atrevan, porque el pueblo los va a aplastar con su fuerza…».

Maduro sabe que no se puede atrever  a realizar unas elecciones respetables, «porque el pueblo los va a aplastar con su fuerza». Esa triste y certera convicción es la que explica la inhabilitación de María Corina Machado, quien, al contrario de Maduro, tiene un respaldo abrumador en todas las mediciones. Es esa terca realidad la que impidió la aceptación de Corina Yoris, como sustituta de Machado para las elecciones del 28J.  Es ese temor a perder el que retrasa y entorpece el proceso de registro electoral dentro y fuera del país.

Por cada día electoral, hay una trampa sembrada. Los servicios de inteligencia cubanos -la isla antillana también pudiera estar jugándose su suerte el 28 de julio- han preparado un arsenal de sucesos que incluye detenciones, leyes arbitrarias, visitas inesperadas y reapariciones calculadas, conspiraciones ficticias, etc, para tratar de torcer el rumbo de las fuerzas democráticas y, a la vez, sostenerse en el ejemplo mancillado de Chávez a ver si pueden pescar algunos distraídos.

Todo vale, como aquella exitosa novela brasileña, para escamotear el triunfo opositor y negarle al pueblo venezolano su legítima aspiración a recuperar su esperanza, su vida y su futuro.

No hay nada limpio en estas elecciones. Muy poco ajustado a la ley, nada que conserve el espíritu de conciliación y convivencia suscrito en Barbados apenas el 17 de octubre del año pasado. Pero aún así,  es la voluntad de los venezolanos de participar electoralmente, superar todas las vallas y vencer. Es una tarea titánica. Cada día electoral es un día de lucha. Sin desmayo y sin caer en provocaciones.


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