Ya la ciencia ficción dejó de ser tal para convertirse en realidad.

La realidad objetiva es absolutamente cambiante y no tiene esquemas ni fronteras.

Recientemente una compañía –una startup presentó los primeros desarrollos de lo que en breve va a significar una “conexión del cerebro a Internet”, y en lo concreto una interfaz de pequeños electrodos adheridos al cerebro para ayudar a pacientes con miembros amputados o miembros faltantes a mover sus prótesis robóticas solo con el pensamiento, entre otras aplicaciones.

Se trata de una compañía fundada por Elon Musk, uno de los emprendedores más intrépidos de este siglo que también lidera la industria de los vehículos eléctricos y que con una inversión que ya debe superar los 100 millones de dólares está dando un impulso definitivo a la investigación en neurotecnología.

De manera paralela la inversión e investigación privada –principalmente– está dando pasos gigantescos en consolidar la creación de cyborgs (simbiosis entre inteligencia humana y robótica) y generando escenarios idóneos para el surgimiento de la inteligencia artificial (IA) y la singularidad que ocurrirá en algún momento dentro de los próximos 30 años. De manera que cuando la inteligencia artificial la máquina pase una prueba de Turing (método para determinar si una máquina puede pensar) y alcanzar niveles de pensamiento y creatividad humanos, como ya hemos comentado en otro análisis previo.

Musk y su compañía Neuralink busca cimentar de una buena vez la comunicación directa entre personas y máquinas. Sus primeras aplicaciones estarán centradas en el campo médico.

El objetivo central que se plantearon –y que están desarrollando– es «fusionar la inteligencia artificial» con el intercambio de pensamientos de la persona.

¿Se imaginan estar conectados a la red o a alguna máquina? Eso va a acrecentar el performance de la persona. Son los nuevos humanos que van a mejorarse –con este upgrade– en las próximas décadas.

Los experimentos iniciales indican que más de 3.000 electrodos fueron adheridos e insertados en el interior del cerebro de ratas con capacidad de intercambiar datos neuronales entre esos electrodos y un ordenador externo a través de un procesador. El experimento, una vez que alcance el éxito en humanos será totalmente disruptivo: se podrá contar con personas con mejores capacidades para construir ideas, pensamientos, desarrollar trabajos, nuevos ingenieros, pilotos y hasta militares capaces de hacer y ejecutar una tarea a la perfección dada la simbiosis humano-tecnología.

No pocos preguntan qué hago escribiendo sobre “una tecnología que aún no está en uso” y que más bien “me centre en temas relacionados con la actualidad política latinoamericana”. A ellos les respondo: la tecnología nos va a ganar y Latinoamérica seguirá estando de “patio trasero” de aquellos países que están hoy a la vanguardia en innovación si seguimos fomentando la politiquería por sobre la ciencia y educación. Solo en países con amplia libertad se pueden desarrollar este tipo de industrias. Concluyo como siempre: mientras en algunos países de América Latina sigan imperando ideologías de ultraizquierda, jefes de Estado que se perpetúan en el poder, persecuciones y violación de derechos humanos, estos temas relacionados con tecnología ciertamente serán cada vez más lejanos de nuestra realidad cotidiana.


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