El inteligente periodista Pedro Benítez, en su columna del 22 de este mes, en Al Navío, nos dice: “Dos sectores de la sociedad venezolana se cruzaron este jueves. Los estudiantes, el grupo más contestatario y movilizado de cualquier sociedad. Y los militares, los guardianes del orden. Todo estaba preparado para una confrontación que no ocurrió. Los dos ganaron. Los dos se cruzaron mensajes. Pero la tensión que acumula una sociedad llena de descontento sigue allí”. ¿Son guardiana es del orden los militares? Los vi, en pelotón, armados hasta los cabellos, con armas largas y basukas, equipo relumbrante bajo el sol, novísimo.

Benítez titula: “Los estudiantes y el general Padrino López, ganadores de una protesta sin violencia ni represión en Venezuela”. No, amigo Pedro, Padrino López está muy lejos de la bravura estudiantil, y no vacila en reprimir. Basta un tuit de Cuba o de Moscú para que la careta caiga. La esencia de esta dinámica política es una dictadura militar, con cadenas de mando rotas y cabeza cubana. Las cabezas de esa estructura son los que torturan, matan, internan a opositores inocentes en el   Helicoide, la Tumba, Ramo Verde, y otros antros del horror.  Decía Marx: “Subvierte los datos de la superficie y hallarás la realidad”. Escarbar basta.

¿Sabrán Padrino López y sus jefes extranjeros, y Maduro, qué destruirán? La UCV fue fundada por Simón Bolívar en 1827, y la promulgación de los Estatutos Republicanos, que la regirían. Colaboraron varios pensadores de la época, y fue el Dr. José María Vargas, su primer Rector, quién más aportó. El Liberador, siguió cuidadosamente su evolución. La estimuló, y protegió. El Alma Mater es ampliamente considerada como la institución de más alto rango en el país, y también ocupa el puesto 18 en América Latina. Fundada el 22 de diciembre de 1721, es la primada de Venezuela y una de las más antiguas del hemisferio occidental.

El 2 de diciembre del año 2000, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura inscribió oficialmente a la Ciudad Universitaria de Caracas en la lista de Patrimonio Mundial, confirmando el valor excepcional y universal que representa como sitio histórico que debe ser protegido para beneficio de la Humanidad.  Es una obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva.  En trece meses se cumplirán 20 años de esta gloriosa declaración.

Yo iba a la UCV a dirigir un seminario. Pensaba proyectar una película realizada, admirablemente, por Carlos Oteiza. Trata sobre la construcción de la Ciudad Universitaria, nueva sede de la UCV. No pude entrar, las bayonetas me gritaron: ¡Tenemos orden superior!

El 21 de noviembre es el día del Estudiante, porque ese mismo día de 1957, hace 62 años, los estudiantes salimos una vez más a la calle a luchar contra la dictadura militar de Pérez Jiménez. Fue una lucha de coraje, porque había que desafiar y pelear, a mano limpia, contra la siniestra Seguridad Nacional, y la amenaza de Guasina y Sacupana, islotes de la muerte en el infernal delta del Orinoco. Un mes más tarde, caía el dictador, tras el claro clarín del heroico e inolvidable marino, Wolfgang Larrazábal Ugueto. Se los presento, soldados de la FANB.

Escuchad, estudiantes, la poesía. El poeta Rubén Osorio Canales os dice: -Sí, habrá que tomar la espada y combatir. No importa si la sangre ya no alcanza para regar las flores y las arenas del marque tanto amamos. Para enfrentar el parque militar y la sevicia, las armas que tenemos no van más allá de las palabras, si acaso una manera franca de mirar los ojos, un sueño de país que no se cumple, una sed de justicia que no se apaga, y el empeño de sembrar en el campo de batalla nuestros huesos, nuestra esperanza, y la canción de amor que siempre llevamos en el corazón.

El himno universitario es la consigna. La UCV es nuestra alma mater, madre nutricia. Con la unidad de todos los universitarios. Y el canto inapagable de Paul Éluard, escrito en 1942, bajo plena ocupación nazi: – En mis cuadernos de escolar, en mi pupitre, en los árboles, en la arena y en la nieve, escribo tu nombre. En las páginas leídas, en las páginas vírgenes, en la piedra la sangre y las cenizas, escribo tu nombre…Y por el poder de una palabra vuelvo a vivir, nací para conocerte, para cantarte: ¡Libertad!

 


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