La última Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en enero pasado en Buenos Aires, no dejó un buen sabor de boca. Son tan variados los proyectos existentes en torno a sus objetivos y funcionamiento, son tantas las contradicciones entre los países participantes y es tan aguda la fragmentación regional que resulta muy complicado, si no imposible, conciliar agendas semejantes. De ahí la pertinencia de preguntarse si la Celac es el mejor mecanismo para potenciar la relación birregional entre Europa y América Latina en un momento complicado e incierto como el actual.

La respuesta obvia a semejante pregunta es que, pese a sus limitaciones evidentes, se trata casi de la única herramienta de ámbito regional disponible para alcanzar los objetivos compartidos. Siendo esto cierto, valdría la pena una reflexión acerca de su idoneidad para alcanzar dicha meta. Recientemente, Detlef Nolte se preguntaba si hay suficientes intereses comunes que justifiquen profundizar en una asociación estratégica entre ambas regiones y creo que la respuesta definitivamente es sí, pese a la existencia de un grupo de países latinoamericanos poco partidario de profundizar la relación con la UE. Y también de la grave crisis que atraviesa el proceso de integración regional. No se trata únicamente de cuánto puede obtener Europa de una renovada relación con América Latina, sino también de cuánto puede aportar América Latina a la solución de diversos problemas globales, algunos de ellos esenciales para el futuro europeo.

Buena prueba de las dificultades que plantea el funcionamiento de la Celac y su posible confluencia con los intereses y objetivos europeos es la Declaración Final de la reunión de Buenos Aires, una Declaración de 111 puntos. Más allá de sus vaguedades y de sus concesiones retóricas, lo cierto es que en ella no se cita a Ucrania ni una sola vez. Esto pone de relieve lo complicado que va a ser en la próxima Cumbre UE-Celac, a celebrar en Bruselas en julio próximo, conciliar posturas entre las dos regiones en lo relativo a los puntos más espinosos de la agenda internacional y birregional, como el de la invasión rusa, el desarrollo del 5G o la transición energética.

En diversas instancias europeas y españolas se insiste en la oportunidad que supone la presencia de numerosos gobiernos progresistas en América Latina y lo importante que es la vuelta de Brasil, de la mano de Lula da Silva, al primer plano de la escena internacional. Pero, ni se deben perder de vista las grandes contradicciones existentes dentro del progresismo latinoamericano en algunos temas sensibles para Europa, ni las dificultades internas que enfrenta Lula para hacer realidad sus promesas electorales. Así, por ejemplo, en lo relativo a la transformación de la matriz energética, la distancia entre el mexicano López Obrador y el colombiano Gustavo Petro ante la exploración y explotación de hidrocarburos es prácticamente insalvable.

En lo que respecta Brasil, la atención que demandan en un momento como el actual los problemas sociales y los fiscales pueden llegar a complicar su atención a los temas de política exterior. Por otra parte, Brasil es un miembro activo de los BRICS. Lo fue durante los primeros gobiernos del PT, lo fue con Bolsonaro y lo sigue siendo en el nuevo mandato de Lula. Se trata del mismo Lula que ha intentado erigirse en un firme partidario de la paz e impulsor del diálogo entre las dos partes en conflicto. Por eso, el presidente brasileño insiste en que de momento no está dispuesto a cuestionar a Rusia (ni a vender municiones a Ucrania), aunque esto pueda ser visto como un serio cuestionamiento a su alianza con la UE.

China ha hecho del Foro China-Celac uno de los ejes de su política latinoamericana. Sin embargo, esta no se articula a través de los limitados acuerdos alcanzados en dichas Cumbres ni encuentros paralelos, sino específicamente mediante la profundización de las relaciones bilaterales con aquellos países de la región que le son más afines o le suponen un mayor interés.

Probablemente, y sin renunciar a la Cumbre UE-Celac ni al objetivo máximo de potenciar la relación birregional hasta donde sea posible, la Comisión Europea se debería plantear transitar simultáneamente por otros derroteros que permitan arribar a la misma meta: profundizar y reforzar la tan necesaria relación con América Latina. Y para eso es más necesario que nunca conjugar la política regional con la bilateral y reforzar la relación y las alianzas con aquellos interlocutores más proclives y receptivos. Avanzar con todos los países integrantes de la Celac al mismo tiempo asoma como una hazaña hercúlea, de casi imposible cumplimiento.

Artículo publicado por el Real Instituto Elcano

 


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