Luego de tanto ruido con reuniones preparatorias y compromisos de los anteriores ministros de Relaciones Exteriores con sus homólogos para resucitar la moribunda Celac(no hacemos uso del calificativo de “canciller” por ser un término inconstitucional e inadecuado porque las funciones de un canciller no son exclusivas a la política exterior y la conducción de las relaciones internacionales, sino a la jefatura de gobierno), la cumbre pasó sin pena ni gloria.

El relanzamiento de la Celac, mecanismo intergubernamental de ámbito regional, que promueve la integración y desarrollo de los 33 países latinoamericanos y caribeños, contó solo con la asistencia de 14 jefes de Estado. Menos de la mitad, notándose la ausencia de México, Nicaragua y Venezuela, concluyó con una declaración propia de la tradicional burocracia multilateral. En esta oportunidad el motivo fue la trillada integración económica, como si nunca hubiera sido tema en las múltiples cumbres regionales desde los años sesenta. Un cuento de nunca acabar.

La integración latinoamericana es un parto lento, viene gestándose desde la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá por el genio del Libertador (1824). América Latina, 136 años después, dio el primer paso con la Alalc el 18 febrero de 1960. Luego, los centroamericanos a la par de los europeos, el 12 de diciembre de 1960, retomando el espíritu de Bolívar, fundaron el Mercado Común Centroamericano con el  “Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua” y nueve años después lospaíses andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) firman el Acuerdo de Cartagena el 26 de mayo de 1969. Venezuela se adhirió en 1973.

El Pacto Andino, hoy Sistema Andino de Integración (SAI), es el mecanismo mejor estructurado en cuanto a los objetivos de la integración al contemplar además de la económica, normas sanitarias con el Acuerdo Hipólito Unanue; educativas con el convenio Andrés Bello; un Estatuto Migratorio (Decisión N° 878); un pasaporte Andino (Decisión 504), un tribunal de justicia, una Zona de libre Comercio; un Arancel Externo Común; con un comercio intrarregional de 9,404,920 M/$, según MapTrade en 2021. Al contrario de los nuevos mecanismos mesiánicos de integración y concertación política. Si no fuera así, ya se hubiera dejado atrás esos juramentos en vano y se estuviera viendo hacia instancias superiores de la integración y no de declaraciones sin un verdadero compromiso.

Esta última declaración final de la Celac en Buenos Aires, sin un liderazgo visible, se concretó a referirse a temas comunes, sin nuevas propuestas a las ya transitadas en las cumbres anteriores. No es lo mismo la presencia de un jefe de Estado que la de un ministro de Relaciones Exteriores y menos recién posesionado en el cargo.

La propuesta venezolana de una Secretaría Permanente no tuvo eco, posiblemente porque aumenta la burocracia internacional. La propuesta argentino-brasileña de una “moneda única”, como fue la fracasada Unidad de Cuenta Común del sucre adoptada por los países del ALBA,no tuvo cabida y chocó contra México, parte del (G8), grupo integrado por los países más industrializados del mundo. El presidente López Obrador, militante histórico de la izquierda latinoamericana, no asistió pero estuvo representado por su ministro de Relaciones Exteriores, se pronunció en contra y declaró reconocer que las economías mundiales seguirían atadas al dólar americano. El caso de Ecuador es un ejemplo. El correísmo intentó en dos oportunidades desplazar al dólar. La primera: con el inicio de la dolarización, en el 2000 y la segunda, con el fracaso del Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre): un proyecto de los países bolivarianos que buscaba convertirse en moneda regional.

El presidente de Uruguay igualmente fue un fuerte crítico, reclamó dejar a un lado las discusiones ideológicas y avanzar en acuerdos comerciales que mejoren la calidad de vida de los países de la región. El mandatario también criticó la declaración final cuando «habla de respeto a la democracia, los derechos humanos y el cuidado a las instituciones»; pero, según dijo, «claramente hay países acá (…) que no respetan ni las instituciones, ni la democracia ni los derechos humanos»

La integración regional cuenta con más de 12 mecanismos entre los tradicionales y los de nuevo cuño, mientras que la Europa de los veintisiete nació del acuerdo de dos enemigos acérrimos Francia y Alemania, Monnet y Shumman; la primera ocupada y vencida por la segunda; sin embargo, ambas se enfrentaron a la necesidad de pasar la página, con tres tratados: la CECA (1950); el Tratado de Roma (1957) y el Euratom (1958), dando origen a la hoy Europa de los 27, con el Tratado de Maastricht del 1 de noviembre de 1993.

La Celac forma parte de lo que se podría llamar los nuevos mecanismos de integración y concertación política que no se ponen de acuerdo. La ALBA, Petrocaribe, Unasur, Petroamérica, Petrocasa, la Celac no han terminado de concretar, quedándose solo en rimbombantes declaraciones como sucedió en esta última cumbre; todos o casi todos creados bajo el nuevo ideal internacional del expresidente Chávez, eso sí, con los recursos petroleros venezolanos, no creemos que ni Cuba, ni Argentina, ni Daniel Ortega ni Lula, ni las islas del Caribe, las mayores beneficiarias de estos esquemas, hayan puesto algo más que levantar su mano

No hay duda de que la integración es una necesidad, pero lo inaceptable es que en momentos cuando la democracia representativa se encuentra en peligro, al utilizarse los mecanismos constitucionales para interferir en los mandatos populares, la declaración final de la Celac no haga mención ni referencia a los elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres y la separación e independencia de los poderes públicos. Si no fuera así las negociaciones en México no tuvieran razón de ser; sin dejar de lado sus componentes para su ejercicio como son la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la libertad de) expresión y de prensa. Será que se olvidaron o les conviene para perpetuarse en el poder.


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