Foto AFP

Solo 2 meses mediaron entre la reunión de cancilleres  de la Comunidad de  Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)  efectuada el 24 de julio en Ciudad de México  y  la Cumbre   de Presidentes –con significativa mayoría de suplentes– que viene de finalizar. Ambas con AMLO como anfitrión, como corresponde, teniendo en cuenta que México está en ejercicio de la presidencia pro tempore de la organización, sin dejar de considerar las intenciones del gobierno mexicano de ejercer un liderazgo regional.

El énfasis del discurso de López Obrador no varió entre una y otra reunión, nuevamente los ataques a la OEA y la propuesta de su sustitución por un organismo verdaderamente autónomo en lugar de lacayo de Estados Unidos, ese fantasma que ronda por el organismo desde su creación; ahora respaldado por el presidente Arce de Bolivia y suavizado pocas horas después por el canciller Marcelo Ebrard  y ausente de la declaración final.

En la cumbre se presentaron algunas sorpresas, una de ellas fue la que se llevó el canciller Solá de Argentina al enterarse in situ de su destitución como consecuencia de la grave crisis que atraviesa el gobierno de su país, después  del fatídico resultado obtenido en las PASO, que alcanzó tal urgencia que no pudieron esperar unos días para su sustitución, sobre todo teniendo en cuenta que a Argentina le correspondía  asumir la presidencia pro tempore de la organización.

Pero la mayor sorpresa fue la intempestiva llegada de Nicolás Maduro, de la que obviamente  estaba muy al tanto el gobierno mexicano que tenía que garantizar su seguridad, habida cuenta de la  recompensa de 15 millones por su captura ofrecida  por el gobierno de Estados Unidos. Aun cuando AMLO había cuestionado anteriormente el informe de la oficina de Michelle Bachelet sobre los derechos humanos  en Venezuela, no parecía el momento más oportuno para darle tan efusivo recibimiento y  protagonismo, a pocos días del segundo informe de la misión de derechos humanos de la ONU, en el cual  además de señalar la falta de autonomía y complicidades del Poder Judicial venezolano con las Incesantes violaciones de los derechos humanos, utilizando los más abyectos métodos de persecución y maltrato de los detenidos, en las cuales implican directamente a Maduro y otros jerarcas de su gobierno,

En su intervención el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, expresó su preocupación por la ausencia de democracia y el irrespeto a los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Por su parte, el presidente de Paraguay aclaró que su presencia en la cumbre en ningún sentido ni circunstancia representaba  un  cambio de postura de su gobierno hacia el desconocimiento de Nicolás Maduro. Intervenciones que por supuesto generaron la respuesta del mandatario venezolano, al que se sumó un literal pase de factura, o sea, un cobro de deuda a Paraguay por parte de la vicepresidenta Rodríguez. Polémica que acaparó la atención de la cumbre.

A pesar de tantas diferencias, el presidente López Obrador calificó como muy positivo el balance de la VI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno  de la Celac  y aseguró que estas diferencias entre naciones son parte de la diversidad y la pluralidad democrática.

En el intento de  tratar de conciliar posiciones y conseguir la unanimidad, la declaración política terminó siendo una repetición de buenas intenciones en distintos problemas que  aquejan a la región desde tiempos inmemoriales.

El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, sin dejar de mencionar la importancia de la democracia, centró su intervención en un llamado a la integración más allá de los discursos políticos y reiteró la política de apertura comercial, como eje para lograr la cooperación entre países.

¿No habrá que retomar ese camino, el de la integración no contra un enemigo sino a favor de los países que se representan? Suena sencillo, pero no lo ha sido. Es de los gobiernos latinoamericanos de quienes depende el avance o estancamiento.

 


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