Noviembre de 2019 ha llegado y las profecías de Blade Runner se han cumplido en parte. No existe cacería legal de replicantes, los carros tampoco vuelan y una empresa dista de gobernar al planeta.

Pero a pesar de las diferencias, las coincidencias se expanden en un mundo cada vez más clónico, contaminado, cibernético, digital y artificial en su inteligencia.

Los robots empiezan a exigir derechos de ciudadanía, reciben trato de personas comunes, pronto consolidarán su poder político en Tokio.

En Venezuela, la distopía imperfecta, las computadoras procesan elecciones a la medida de los programadores de VTV, Telesur y Rusia Today.

Nuestro control es más primitivo de Mad Max que retrofuturista de Sueñan los androides con ovejas eléctricas.

Phillip K. Dick tendría que escribir una nueva novela de anticipación, solo con las técnicas de manipulación que diseña Maduro con los cubanos y los chicos de Zurda Konducta, para avivar las llamas del continente, buscando reinar sobre las cenizas.

Continuarán con su plan maquiavélico, mientras lo permitamos. Por tanto, hay que seguir haciéndole oposición y resistencia al proyecto de cubrir de populismo proge a la faz de la Tierra.

Por culpa del estatismo y el sectarismo, el cine en el país va camino a extinguirse. Trajeron a Roque para que maquillara la muerte progresiva del CNAC; de las recaudaciones en taquilla de las cintas nacionales e internacionales.

Al respecto, el director Édgar Rocca informa cifras verdaderamente alarmantes.

Desde 2015 se reporta un declive en la venta de entradas a las salas oscuras. Pasamos de casi 30 millones de tickets a los 8 millones que acumula la boletería nacional para octubre de 2019.

Por ello los realizadores del patio han sufrido las consecuencias del arrase, justificando su recelo a estrenar en las actuales condiciones de sálvese quien pueda.

Igual se agradece que el sector no se paralice, que brinde muestras de vitalidad y gallardía emprendedora al lanzar sus filmes en los tiempos recientes de incertidumbre, de trastorno.

Gráficamente el problema se describe en el ejemplo del propio Édgar Rocca, cuya ópera prima contabilizó 150.000 ingresos entre 2016 y 2017, ubicándose en el tope de los largometrajes exitosos de la industria local, durante aquel período.

La segunda obra del autor no ha corrido con la misma suerte en 2019. Infieles estuvo dos semanas en cartelera y apenas consiguió sumar 2.500 boletos.

Por un camino similar va otro de nuestros directores bendecidos por el respaldo de las masas.

Miguel Ferrari cambió la mentalidad de muchos, acerca del tema de la narrativa LGBT, con su pieza contra la homofobia Azul y no tan Rosa, la cual obtuvo un impresionante apoyo de 600.000 espectadores desde 2012 hasta 2013.

La siguiente película del creador era esperada con entusiasmo en el medio. Sin embargo, los datos que manejo le acreditan a La noche de las dos lunas un porcentaje digno de la preocupación del gremio. Por debajo de 10.000 boletos.

Después de todo, sí nos acecha el fantasma de un  cazador implacable al estilo de un drama de ciencia ficción. Es el socialismo bolivariano que condena al declive a las expresiones de libertad de los cultores audiovisuales independientes.

En último caso, daremos la batalla para recuperar el rumbo del Estado, la viabilidad económica de la república.

De momento, manda la quiebra inducida por el chavismo.


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