Pedro Castillo y la recua criminal con la que -gracias al apoyo de todas las izquierdas- gobierna el país ha encontrado un salvoconducto en mencionar los 200 primeros años de Historia republicana del Perú. Cada vez que la ineptitud de su gobierno se hace imposible de esconder, Castillo señala que él solo ha heredado los problemas que se generaron durante los dos siglos previos. Y para acompañar a su líder, los defensores improbables del presidente no solo aceptan su narrativa ridícula, sino que la hacen suya: hablan de estos días en términos hiperbólicos. Los peores días que vive nuestra democracia. Culpa de la derecha.

Para usar términos superlativos con propiedad hay que seguir algunas pocas reglas básicas. La primera y más importante es que para señalar a uno de los elementos de un conjunto como el “mejor” o el “peor” hay que conocer a los demás. Es decir, cuando se afirma que (¿debido a la derecha?) hoy se viven los peores días de nuestra democracia, se debe conocer todos los días de nuestra democracia. Las guerras entre caudillos, la toma de Lima por parte del ejército chileno y las masacres sistemáticas que Sendero Luminoso llevó a cabo en el país. De lo contrario, el comentario suena como queja iletrada de algún palurdo.

Cada vez que Castillo dice que en todos los gobiernos previos al suyo nada se hizo por nadie, el presidente no solo intenta justificar de la peor forma su inacción, sino que está apelando a falsedades absolutas. Y más todavía: siendo Castillo el completo ignorante que es, resulta fundamental recordar que ni por asomo tiene este tipo idea de qué pasó en el Perú en los últimos 200 años como para andar tan alegremente soltando aquella frase. Castillo no es probablemente consciente de su propia limitación, pero esos que lo viven justificando sí que lo son. Y así serán recordados por la Historia. Sin ellos, el régimen ya no se sostendría.

Cuando diga Castillo que en 200 años una cosa o la otra, lo que debemos hacer es recordar que en 200 años no habíamos tenido a tan poquita cosa gobernando al país. Nunca presuntos delincuentes de tan poca monta habían hecho su agosto de las arcas públicas. Nunca fueron tan ridiculizadas nuestras instituciones republicanas y nunca fuimos con tanta curiosidad antropológica observados desde el extranjero. Nunca fue tan obvio que un gobierno sería desastroso y nunca fue tan advertido el naufragio del país. Pero allí estuvieron -allí están- los cojudignos para decirnos que al menos dignidad nos queda.

Editorial publicado en el medio peruano El Reporte


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