Fundaredes denunció la detención arbitraria de 32 civiles en Apure
Daniel Fernando Martínez Cervera / AFP

En el Alto de Escuque, un pequeño pueblo en el estado Trujillo, el hermano de un conocido falleció y no encontraban un sacerdote que oficiara la Misa de Difuntos. En ese mismo pueblo, alguna vez con cierta vitalidad, hoy las casas van quedando abandonadas una vez que sus últimos habitantes mueren. Esta historia se repite en cada rincón de Venezuela, en algunos lugares con mayor dramatismo que en otros, pero incluso en las ciudades más importantes el vacío ha ido llenando los espacios. Edificios en los que una proporción importante de apartamentos están cerrados, viviendas que alguna vez albergaron familias enteras hoy habitadas por personas solitarias, avenidas sin tráfico a plena “hora pico”.

La despoblación es un fenómeno que va de la mano de las crisis, las personas por naturaleza buscan oportunidades, tratan de encontrar un espacio en el que desarrollar su vida. Para algunos quedó muy claro desde el principio que el chavismo llevaba consigo las semillas de la destrucción del país, esos fueron los primeros en buscar su lugar fuera de Venezuela. Otro grupo importante de venezolanos creyó que comenzaba una etapa de esperanza, por lo que sin dudarlo decidieron quedarse. Hay también un tercer grupo, quizás el más heterogéneo, los que reconocían los peligros que acechaban al país, pero sintieron que podían contribuir a revertirlo, esos son los que fueron saliendo en distintas oleadas.

Hay un cuarto grupo de venezolanos, el más grande hasta ahora, los que aún permanecen en el país. Múltiples razones se combinan: satisfacción con la situación actual; esperanza de un cambio; posibilidad real de salir; expectativas de oportunidades afuera; o simplemente, cansancio. Estos venezolanos mantienen vivo al país, siguen intentando que eso que alguna vez fue una sociedad vibrante no muera. Sin embargo, lograrlo es un gran reto, las circunstancias adversas se mantienen, empujando a más personas a seguir cruzando la frontera, y con ello las tendencias demográficas continúan jugando en contra.

La edad media de la población en Venezuela pasó de 23 años en el 2000 a 29 años en el 2022, algo que se encuentra dentro de la tendencia normal en la región. Sin embargo, al observar el radio de dependencia (que mide la proporción de la población menor de 15 años más la mayor de 65 años sobre la población en edad laboral, y que mide la capacidad de esta última para cubrir las necesidades económicas de las dos primeras) en Venezuela es de 54,4%, similar a la de España (52,3%), y casi 10 puntos por encima de la de Colombia (45,4%), habiendo sido similar la de este último y Venezuela en el año 2000 (alrededor del 61%). De hecho, en Venezuela esta variable viene aumentando desde 2016.

Lo anterior tiene implicaciones importantes para los venezolanos que aún permanecen en el país, la carga social sobre las personas en edad de trabajar será cada vez mayor. A esto se debe sumar que el sistema social formal en Venezuela ha sido desmantelado prácticamente, y esa carga social que se supone debe asumir el Estado ha sido trasladada al individuo, convirtiéndolo en algo completamente privado, con todas las limitaciones que eso implica. A esta tendencia se debe agregar la pérdida de la fuerza laboral en el país, la cual ha sido de casi 25% entre 2013 y 2022. Es decir, casi una cuarta parte de la población en edad de trabajar ya no está dentro de la economía nacional.

Hoy en Europa se habla de las regiones “vaciadas”, hay pueblos enteros en España o Italia abandonados. En Venezuela hace años fue el campo el que se vació, atraído por la promesa de una vida mejor en los centros urbanos. En este momento es en general el país el que se vacía. Esto, paradójicamente, pudiera traer algo positivo consigo, la menor presión demográfica permite que una infraestructura precaria pueda continuar funcionando al menos parcialmente. Sin embargo, ¿cuánto puede durar una situación en la que el motor económico que es la población se encuentre mermada? Junto a las limitaciones en infraestructura, la del recurso humano es otra importante a tomar en cuenta para el futuro del país.

Diego Lombardi

Twitter: @lombardidiego


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