Jorge Rodríguez a

Distinguido doctor:

Hace poco vi un programa del señor presidente en el que lo entrevistaba y me quedó claro que usted es una de las armas secretas del jefe del Estado a la hora de tratar con sus adversarios. También me quedó claro que eran muy cercanos y que usted era, de facto, su más importante consejero.

Luego, estando en las históricas jornadas de diálogo de la Asamblea Nacional, vi a un orador que hizo una suerte de exaltación de la figura de su padre, algo que parece común cuando quieren acercarse a usted. Me llamó la atención que usted se mantuvo estoico, casi podría decir que como alguien que en realidad no quería escuchar un episodio que le habrán repetido muchas veces para lograr eso que en psicología se llama empatía.

El hecho es que usted está ahora en una posición muy importante para que este país que está mal llegue a un puerto seguro con todos, chavistas y opositores.

El proceso electoral que viene necesita mucha mano izquierda para que termine siendo el camino hacia un pacto democrático de convivencia pacífica, sin esa estridencia desgastada que tanto daño nos ha hecho a todos.

Venezuela necesita superar a los extremistas para que el país deje de ser de ellos y sea de su pueblo. Para que nazca la democracia y renazcan  los venezolanos.

El Pacto de la Asamblea Nacional fue muy importante, ahí firmamos todos, empresarios, iglesias, políticos, pastores, congresistas.

Y ese pacto fue el inicio para decidir el país que queremos; estamos enfrentando el momento más decisivo de estos  tiempos. Y  ya no va a haber ningún iluminado que venga a explicarnos cómo se construye la república. Ya no habrá más sectas de adivinos, ni de uniformados, ni de matones para decirnos lo que tenemos que hacer con la patria.

Somos nosotros los venezolanos los que queremos pactar un alto el fuego. Y construir el país.

Ese pacto de la Asamblea fue el mensaje De que ahora somos nosotros, el conjunto del pueblo, quienes vamos a decir cómo se construye el país. Y que nadie se equivoque, que la lucha electoral no confunda a nadie; no hay dos pueblos. Hay dos dirigencias, dos posibilidades. Pero hay un solo pueblo.

Le pido poner sus mejores esfuerzos para que no le volvamos a fallar al pueblo venezolano. Para que no vuelvan a decepcionarse de los políticos.

Así, lo que vamos a decidir el 28 de julio  es cuál de los dos proyectos de Venezuela, si el modelo liberal que gente como yo predica o el modelo socialista o socialdemócrata, va a tener la responsabilidad de conducir al país. Y aquí tampoco nadie debe confundirse. No son los objetivos nacionales los que nos diferencian, sino los métodos y los hombres, para alcanzarlos. No es suficiente levantar la bandera de justicia social, hay que construirla y hacer que permanezca.

Y ahí el socialismo ha tenido un problema grave.

Las conquistas pasajeras, frágiles, las borran de un plumazo, las divisiones, la violencia. Y entonces, es el pueblo el que paga los errores. No puede haber más equivocaciones. Hay que saber gobernar a la Venezuela con todos, los que ganen y los que pierdan. Este no es un tiempo para improvisar, para debilitarse en luchas internas. Hay demasiado trabajo que hacer para que se carezca de la unidad necesaria para enfrentar todos los problemas que nos deja este periodo de divisiones

Le deseo suerte en su papel difícil, pero tengo fe en que un día, como Adolfo Suárez, los venezolanos podamos lograr un pacto de convivencia.


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