Señor presidente:

Ante todo un respetuoso saludo y mi apoyo. No tengo el honor de conocerlo personalmente. Soy embajador jubilado del MRE, después de 35 años de servicio ininterrumpido. En ese lapso desempeñé todos los cargos y rangos tanto diplomáticos como consulares del Servicio Exterior. Paralelamente hice carrera docente en la UCV, en la cual me desempeño en estos momentos como profesor titular. Es el caso, señor presidente, que la experiencia acumulada en ambos trabajos, estimo, me capacitan para opinar con propiedad sobre todo lo que concierne a las Relaciones Internacionales y muy especialmente en las áreas del Servicio Exterior.

En atención a lo anterior, hago de su conocimiento que el pasado 5 de julio, encontrándome en Washington de vacaciones para visitar a mi familia que vive allá, conocí al abogado Gustavo Marcano, ministro consejero de nuestra embajada en Estados Unidos, con quien mantuve una conversación de una media hora. Me hizo saber que en la misión a su cargo había unas 15 personas y que no conocían mucho del oficio diplomático y consular. Ante esa sincera confesión, de inmediato ofrecí, gratuitamente y sin pedir nada a cambio, dictarle un curso de capacitación en ambas materias de unas 60 horas, dos o tres veces semanales, durante mi permanencia en Washington que sería de dos meses. Señalé a Marcano que podía comprimir los cursos que dicto en la UCV, especialmente el de Teoría y Práctica Diplomática y Consular, para tratar de capacitar a los funcionarios de la embajada que no poseían estos conocimientos. A Marcano le pareció extraordinaria la idea y me dijo si podía comenzarla lo antes posible. Mi respuesta fue: la semana siguiente. Al efecto le envié fotos de mi último libro, titulado Relaciones Internacionales, Derecho Diplomático y Consular, el cual, de poco más de 400 páginas, es el que usan mis alumnos porque tiene información suficiente para quienes laboran en el Servicio Exterior. Marcano me escribió al día siguiente para darme las gracias, y me dijo que había delegado la responsabilidad de contactarme en una funcionaria de nombra Daelit Gonzáles, la cual me escribió un día después para decirme que me llamaría para concretar. Como no hubo tal llamada, días después le escribí a Marcano y me dijo que tenían “mil problemas que atender», pero que estaban sumamente interesados en el taller. Pasaron un par de semanas y como no me volvieron a escribir, les hice saber que ya el curso no seria de 60 horas como había propuesto sino de 30 por cuanto me faltaba un mes aún para regresar a Venezuela. Señor presidente Guaidó, con mucho pesar y no pocas preocupaciones le informo que no volvieron a llamarme, razón por la cual regresé al país y no se pudo dictar el curso que gratuitamente, y sin esperar nada a cambio, había ofrecido a los funcionarios de la embajada.

Hasta allí llegaron algunas de mis reflexiones. Pero hay otras, señor presidente. Así como usted, otros tantos y yo también, tenemos como objetivo común un cambio radical en la conducción del país, es de advertir que parte de esa aspiración radica en poseer un buen Servicio Exterior. En Venezuela, y lo digo con propiedad porque es mi área de trabajo, teníamos una Cancillería excepcional que llegó hasta 1999, época en la que Chávez asumió el poder dando lugar a un cambio total en la conducción de la política exterior del país. Desde 1958 hasta la fecha antes indicada, funcionó en el país una diplomacia de Estado, que es lo que debe ocurrir en cualquier país democrático, y no de gobierno. Comenzaron despidos de una gran mayoría de jefes de misión diplomáticas y consulares, a los dos meses de ocupar la presidencia, bajo la consigna de que se iba a profesionalizar el Servicio Exterior.

Se hizo todo lo contrario, comenzaron a ingresar un número considerable de militares y profesionales no afines a los cargos del Servicio Exterior y gran cantidad de amigos de los nuevos jefes, sin conocimiento alguno sobre las relaciones internacionales que desplazaron a muchísimos funcionarios de carrera y personal en comisión calificado que hasta entonces permanecían en la Cancillería. A medida que pasaba el tiempo, las sustituciones se hicieron cada vez más evidentes y la desprofesionalización del Servicio Exterior saltó a la vista. Esta lamentable situación trajo como consecuencia la improvisación en el manejo de los intereses del Estado. Una de las tantas muestras visibles de ello fue el pésimo mal manejo de la reclamación del Esequibo, que fue dejada en manos de inexpertos como fácilmente podrá comprobarse.

Por último, señor presidente, una recomendación encaminada a reorganizar de inmediato el Servicio Exterior. Algunos pasos se han dado entre el Colegio de Internacionalistas de Venezuela y sus miembros, que buscan convocar un gran Foro sobre la Profesionalización del Servicio Exterior., y la urgente convocatoria a los Concursos de Oposición suspendidos desde 2005. La idea de esa convocatoria es evitar que personal ajeno a las tareas propias de una Cancillería sean nominados para cargos a los cuales no están suficientemente preparados. En ese sentido, hemos visto con preocupación que algunos de los designados por su gobierno para desempeñar tales funciones parecieran no cumplir con los requisitos mínimos exigibles. Está claro, lo que creo usted señaló, que se trataba de nombramientos provisionales de emergencia y que los nombrados tenían la ventaja de vivir en el exterior y al mismo tiempo que no cobraban por sus servicios. Eso está muy bien, señor presidente, pero es que hay muchísimos compatriotas en el exterior que pudieran ofrecer lo mismo con la diferencia de que sí están muy bien capacitados.

En el supuesto que los párrafos anteriores que no tienen otro fin que el de apuntalar el ejercicio de sus funciones fueran aceptados por usted, me permitiría sugerirle: activar de inmediato la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores y tratar de conversar con personalidades afines a las relaciones internacionales que estoy seguro pudieran colaborar sin otro interés que el beneficio del país. Son muchos los compatriotas que bien pudieran aceptar ese llamado a cooperar y que no se sabe por qué razones ni siquiera han sido convocados a participar en la recuperación del país.

Reciba usted un respetuoso saludo de quien esta preocupado por el porvenir de la patria.

Atentamente,

Freddy Álvarez Yanes


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