Señores autodenominados “protector” y “salvador” de Venezuela:

Me dirijo a ustedes en representación propia (aunque sé que muchos otros se sentirán representados) para informarles que no necesito que el uno me proteja del otro, ni que el otro me proteja del uno, así como tampoco de los retos que presenta el futuro.

Los servicios de “protección” y “salvamento” que hasta ahora, de forma voluntaria y unilateral, han estado brindando no son requeridos por mi persona. No necesito ser “protegido” ni “salvado” por ustedes. Para mí el futuro está lleno de sorpresas y oportunidades. Por otra parte, soy responsable de mis actos; por lo cual, acepto las consecuencias de mis decisiones. Antes de presentarse ustedes, el país estaba mucho mejor que ahora (así como mi situación económica y la de la gran mayoría de las personas que conozco), lo cual me lleva a pensar que “sus servicios” son extremadamente costosos y perjudiciales.

Por otra parte, he notado con preocupación que ninguno pretende volver, en algún momento, a ejercer sus oficios originales (de ingeniero y conductor); esto me lleva a pensar que pretenden seguir (a costa del país) desbaratando las oportunidades de desarrollo y mejoría del “nivel” y “tipo” de vida que se me pudieran presentar sin sus servicios. Esta idea me resulta escalofriante.

Señores “protector” y “salvador” (como ustedes se autodenominan) no hay forma en ninguna situación, de que ustedes puedan hacer algo positivo por mí, de no ser apartarse de mi camino. Se han convertido ustedes en la piedra de tranca del “hermoso futuro posible de Venezuela”. Son ustedes la frontera del pasado. Representan el obstáculo que hay que vencer para abrir las puertas y las ventanas del país a la vida y a la frontera de lo posible-positivo, son las cadenas que no permiten al país desarrollar su verdadero potencial productivo y creativo.

No me salven, no me protejan: ¡respétenme!

Como ciudadano quiero que exista Estado de Derecho (que los funcionarios respeten las normas). Quiero que se respeten las garantías constitucionales. Quiero que se restituyan las funciones de los poderes públicos, esquilmadas a través de vías habilitantes. Quiero que se reinstituya la “civilidad” en la gerencia pública (y en el resto del país) y que la “debida obediencia” se convierta en un mal recuerdo. Quiero que al igual que los civiles, los generales tengan que respetar la ley. Quiero que el país tenga acceso a los empréstitos y a las inversiones internacionales. Quiero que los grotescos niveles de corrupción existentes en Venezuela, disminuyan hasta tender a cero. Quiero que mi hija pueda ir a una escuela promedio y que aprenda allí. Quiero una moneda estable y oportunidades para todos (especialmente los jóvenes) y que la gente no tenga que huir del hambre a otros países. Quiero que las empresas manejadas por el Estado sean “gerenciadas” por personas capacitadas y honestas, y que sus nóminas y facturaciones no estén engordadas groseramente. Quiero que entiendan que la democracia no es solo el voto, que existe una ética democrática y una estética democrática, y que se soporta el sistema sobre instituciones democráticas y transparencia. Quiero que ustedes dos asuman su responsabilidad y me pidan perdón, a mí y al resto del país, por tanto abuso y descalabro. Pudiera seguir esta lista porque mientras la escribo me lleno de sentimientos, pero la idea de lo querido queda clara.

En fin, señores Nicolás Maduro y Juan Guaidó, les informo por medio de la presente que, dada mi condición de ciudadano venezolano, y mis facultades suficientes para valerme por mí mismo, asumo a plenitud mi responsabilidad para con mi persona, así como la solidaridad y corresponsabilidad para con mis connacionales y demás personas del planeta, y renuncio a sus servicios de “protección” y “salvamento”, porque no tengo ninguna duda de que estos no son más que acciones de “dominación”; así que no los necesito ni los quiero. Quiero un gobierno respetuoso de los ciudadanos y ninguno de ustedes dos lo representa.

Si alguien te dice que te quiere proteger normalmente te quiere dominar; y necesitarás un salvador de aquel que dijo querer salvarte. La única salida es responsabilizarnos por nosotros mismos y por nuestros semejantes.

Atentamente

David Mendoza Yamaui

 

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