Mel Zelaya y Nicolas Maduro

 

A los hermanos hondureños:

En los últimos tiempos, América Latina ha sido escenario de múltiples alteridades políticas, económicas y sociales. En Sudamérica los conflictos entre gobiernos y Estados pareciera que es la norma en vez de buscar espacios que equilibren las diferencias en un inmenso espacio lleno de riquezas naturales, geográficas y culturales, y con una historia común.

En México vemos el cómo un panorama de violencia y narcotráfico, sin obviar el paso obligado de la emigración que significa esa nación se ha vuelto algo tan común, que aún siguen sin dilucidarse hechos como la terrible desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a pesar de que López Obrador prometió que la lucha contra la violencia sería una de sus banderas de llegar a la presidencia.

Y Centroamérica, partiendo de Panamá, luego Costa Rica, también Guatemala y Belice, y tenemos una Honduras que limita por el sureste con El Salvador y el suroeste con Nicaragua, éstos dos últimos países que, a pesar de ser de supuestas ideologías políticas contrarias, es decir, derecha e izquierda, en ambas naciones pareciera que, las pretensiones totalitarias de cada una en su contexto histórico quisieran dominar la agenda del poder político de esta región.

En tal sentido, Honduras se presta el próximo 28 de noviembre – 7 días después de las elecciones regionales en Venezuela – a elegir un nuevo presidente, parlamento, así como alcaldes y vicealcaldes, razón por la cual, como profesor venezolano que ha vivido en carne propia el desastre que ha significado el madurismo en la patria de Bolívar, y más allá de las complejidades con las cuales también ha venido luchando la patria de Dionisio de Herrera, estoy en la obligación de advertir al pueblo de Honduras, es decir, a esos más de 5 millones de electores convocados para sus comicios, que lo más importante es seguir manteniendo el valor de la democracia y la estabilidad económica de los últimos años para su hermosa nación.

No sólo es mirar hacia El Salvador o Nicaragua, y ver, como en el caso de Bukele u Ortega, ambos destrozan las instituciones sin importar a quien(es) se llevan por delante, y aunque en el caso del primero se pudiera mencionar que existe una estabilidad de la economía, eso no será suficiente para desmantelar la nación si persiste su visión hegemónica del poder, tal y como se observa en el caso del segundo, donde incluso sus próximas elecciones “presidenciales” serán con la mayoría de los líderes de oposición encarcelados o en el exilio, y los consecuentes efectos negativos para su economía, y por supuesto, el desconocimiento de la comunidad internacional.

Por ello, el mejor ejemplo de todo lo que ocurre en América Latina de lo que jamás se debe hacer con un país lo representa Nicolás Maduro y sus derivados del madurismo quienes no solamente han socavado la democracia con más de 300 presos políticos, y violentado la libertad de expresión, también con periodistas perseguidos, otros encarcelados, y algunos en el exilio, sólo por denunciar los hechos de una corrupción enorme y sin precedentes, y cuya punta de toda una pirámide de saqueo a la nación pareciera estar representada en Alex Saab, el colombiano que ha sido extraditado desde Cabo Verde hasta los Estados Unidos, y del cual se esperan preocupantes declaraciones para el régimen neototalitario de Venezuela.

Y es que desde que el madurismo llegó al poder en 2013, Venezuela ha tenido casi una década continua de contracción económica y desde 2017 está viviendo una espantosa hiperinflación que ha obligado al madurismo a eliminarle 11 ceros al bolívar entre 2018 y 2021, y el dólar se ha impuesto de facto como moneda de transacciones en un país donde el salario mínimo y las pensiones son de 1 dólar mensual, o sea, el más bajo del planeta, y uno de los países de la región que tuvo el mayor nivel per-cápita, fundamentalmente por la industria petrolera que fue destruida por ellos, al punto que de 3 millones de barriles de producción diaria, hoy Venezuela apenas produce unos 600 mil barriles diarios de crudo, y ni siquiera genera combustibles para el consumo propio, teniendo en muchos casos, lo que fue la otrora y poderosa nación petrolera, que importar gasolina para poder suplir las mínimas necesidades internas.

En consecuencia, mi deber como un profesor universitario empobrecido en Venezuela por el régimen madurista, que ha visto el cómo ha sido destruida en todos los órdenes, generando una emigración similar al número de hondureños que están convocados a las urnas electorales para elegir un nuevo presidente, es que detrás de las manipulaciones de una candidata, se esconde el pensamiento de quien fuera presidente en ese país, Manuel Zelaya, y son muy claras las vinculaciones de éste con Nicolás Maduro, de allí que cualquier posibilidad de que esa opción llegara a cristalizarse, no dudo que traería consecuencias muy negativas sobre la patria de Herrera, razón por la cual, preservar las instituciones y desde éstas continuar trabajando por el futuro de Honduras y Centroamérica es lo que debería centrar a la mayoría de los hermanos hondureños.

Confiamos en que el 28 de noviembre, Honduras continuará por la senda del crecimiento y la estabilidad política y económica, y apartando cualquier fantasma de destrucción que tiene en el madurismo la máxima expresión de una nación que teniendo todos los recursos posibles ha llevado más del 90% de la población venezolana a la pobreza extrema. Los hermanos hondureños tienen la palabra.

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  • En Educación. Profesor de pre y posgrado.

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