Cuando examinamos sobre los hechos las realizaciones económicas y sus múltiples efectos sociales ocurridos en Venezuela durante los últimos 20 años (199-2019), encontramos que los grandes factores determinantes de la prosperidad de la nación y de su comunidad, como son el trabajo, el capital y el conocimiento no han podido responder exitosamente como era lo esperado, lo deseable o lo prometido, porque han sido ignorados, secuestrados o destruidos.

Ya resulta muy difícil escuchar con tranquilidad a cualquiera de los integrantes de la cúpula de la nomenclatura gobernante, las barbaridades cometidas en la dirección y administración  del Estado han roto todas las fronteras de la tolerancia inteligente, frente a la comprensión de los errores humanos, quedando en evidencia la generosidad ciudadana frente a los graves problemas cotidianos, que afectan casi en forma irreversible los intereses de la población.

Es inconcebible que el señor Nicolás Maduro y su equipo de asesores no hayan examinado con espíritu crítico y autocritico, la magnitud del desastre creado por la catástrofe económica, subproducto de las alocadas orientaciones  dirigidas a la destrucción de aspectos esenciales del desarrollo productivo como la propiedad individual, los proyectos y bienes de utilidad pública, la meritocracia, el empleo, los salarios, el ahorro, soportes insustituibles del comercio, su rendimiento y el bienestar social.

Y en caída simultánea se dedicaron a la destrucción de los centros del conocimiento, hoy como ayer pilares indispensables para el crecimiento, desarrollo y calificación de las fuerzas productivas  de cualquier sociedad ubicada en cualquier escenario del planeta, enseñanza presente en la extensa y laboriosa experiencia humana, y cuyos resultados están a la vista en forma ejemplarizante con la enseñanza de la problemática eléctrica venezolana, convertida para la población y la producción en un auténtico cangrejo.

Sin embargo no contentos con la sistemática destrucción emprendida, desaparecieron los mecanismos de control sobre la renta,  nuestro dinero, el que además utilizado sin planes y objetivos definidos de rendimiento, se achicó de tal forma que el Estado se endeudo en cantidades astronómicas para apoyar un gasto público extraordinariamente ineficiente y de marcada orientación clientelar, y tan corrupto ha sido el derroche  que llego al extremo de devorar el financiamiento de Pdvsa y quedarse en quiebra el Estado y su población también, porque no hay salarios.

Y para concluir con la liquidación de nuestros inventarios productivos, el Gobierno cierra la “fiesta” despidiendo del país a 5 millones de venezolanos, contingente en el cual se va una parte de la fuerza juvenil emergente en la construcción de la sociedad, desde el trabajo más rudo, hasta los trabajadores del campo de la ciencia y de la técnica, millares de educadores, enfermeras, médicos e ingenieros, nuestros ahorros de fuerza y talento humano en materia de inteligencia y trabajo se los hemos cedido a otros gratuitamente, eso no es acaso Vladimir ¿traición a la patria?


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