Una forma de reivindicar a Acción Democrática ante Carlos Andrés Pérez, la constituyó la propuesta de su regreso al partido que le formulara en mi entonces condición de presidente de AD. Acompañado por su asistente privado, lo reinscribí en un simbólico y modesto acto el 7 de septiembre de 2007, en su apartamento de Miami.

Aquejado como se encontraba por las secuelas de un accidente cerebrovascular, el presidente Pérez, postrado en una silla de ruedas, quiso dejar constancia de su inquebrantable fervor partidista y con gran entusiasmo pidió que se grabara la firma de la planilla correspondiente, así como el mensaje que le enviaría a toda la militancia partidista, con ocasión del 66º aniversario del partido que se celebró el 13 de septiembre de ese año.

Aquellas palabras, expresadas con las dificultades físicas propias de su enfermedad, reflejaron que su mente y corazón nunca estuvieron ajenos a un partido que fue su querencia y que forjó con otros líderes históricos. No quiso que otro leyera su discurso, y pidió que en el momento de dar su mensaje por sí mismo, tuviera como fondo la bandera de Acción Democrática que siempre mantuvo consigo.

En cada reunión o contacto, encontramos a un líder que no albergaba odios ni retaliaciones. En el ejercicio de la representación de AD, en el que por algunos años asistimos como panelista y participante a varios congresos, consejos y comités de la Internacional Socialista en: Atenas, Montevideo, La Asunción, Managua, Santiago y Ginebra; así como en otras ocasiones en México y Costa Rica, recibí junto con nuestra delegación, su permanente e incondicional ayuda y asesoramiento, para lograr respaldos y decisiones de gran importancia para el partido en ese ámbito internacional; incluso, en ocasiones cuando aún estaba vigente su horrenda y cruel expulsión de AD.

De manera que su imagen en ese organismo mundial, que lo calificó como «un destacado latinoamericanista que resaltó por su lucha por la democratización, la solidaridad y la autodeterminación de América”, la puso también al servicio del partido, que contó en este sentido con el concurso de otros líderes socialdemócratas, sus grandes amigos: Felipe González, Oscar Arias, Ricardo Lagos y Raúl Alfonsín quienes nos atendieron y apoyaron por sus buenos oficios.

Del presidente Pérez se han tejieron especulaciones que perseguían el despropósito de empequeñecerlo que siempre fueron al traste. No era rico de cuna, ni se lucró de la política. Conocimos de su modo y condiciones de vida de entonces, incluso de los grandes esfuerzos materiales que se hicieron en sus últimos días.

Tal como apuntamos, esa propuesta de reinscripción simbolizó un acto de desagravio, que por cierto asumimos sin tener responsabilidad alguna en las posiciones y decisiones de la dirección política de esa época. De aquellos, sobreviven verdugos amnésicos, quienes, sin propósito real de enmienda, ni escrúpulos, solo lo exhiben para aprovecharse de su indiscutible imagen, cada día más vigente por lo profético y por su legado democrático.

Ellos pertenecieron a ese irresponsable clan, antihistórico, revanchista y calculador, conformado por los llamados “notables”, magistrados y sus allegados de otras toldas, que validos de las circunstancias de entonces, fraguó con perfidia y venganza una traición que le ha salido cara al país. Con ella, sobrevino un laissez faire, laissez passer a los golpistas militares y civiles del 92, quienes luego de cabalgar en la Convergencia (Chiripero) de Caldera, se hicieron del poder para desgracia de los venezolanos.

Vale reproducir algunas líneas de un artículo de Antonio Sánchez García, “Venezuela y su caja de Pandora”, en el que se refiere a la venganza de esos perpetradores, a su vez mencionados por Miguel Rodríguez. Allí señaló que lo hicieron quienes pretendieron condicionar el necesario respaldo institucional para darle sustento legal a los créditos obtenidos por el exministro, tras trabajosos esfuerzos, “con dudosas y delictivas contra prestaciones”; y, por ello, aceleraron las condiciones de la crisis con el fin de empujar la inhabilitación y el proceso urdido para derribar a Carlos Andrés Pérez. Agregó que “Hundieron así a Venezuela en la más grave crisis de su historia, que aún sufrimos y cuyo desenlace, transcurridos casi treinta años, aún nos es incierto”.

Felipe González, resumió en unas líneas de homenaje póstumo su visión sobre los avatares de su amigo por más de 40 años: “Ha muerto como un trasterrado sin dejar de mirar a su tierra, Venezuela, a la que dedicó su vida, sus esfuerzos, su pasión. Por ninguna razón merecía ese destino, incluyendo el procesamiento que lo sacó de su segunda presidencia de la República. Cuando se sosieguen las cosas y se vea la perspectiva histórica con cierta objetividad, esto quedará claro”.

Hoy no dudamos que fue un preso político de aquel clan que -como se dijo- todavía hoy tiene activos algunos de sus personajes más conspicuos y siniestros; esos mismos que montados en el infame entramado que lo sacó del escenario político, se hizo cómplice en  el usufructo de los beneficios indebidos del poder, que aún comparten solapadamente en desmedro de la democracia, del país y sus instituciones.

Cuánta falta hacen líderes con el talante de ese gran hombre que como demócrata fue ejemplar, su apego a la institucionalidad da fe de ello. Un día como hoy, nació en Rubio hace 99 años. Una irredenta mayoría de venezolanos de a pie, los dirigentes populares y la militancia de AD, donde quiera que estén, le rinden hoy merecido tributo a su memoria.


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