La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para lo que se requiere , al mismo tiempo, pasión y mesura”. Max Weber.

Los venezolanos no nos destacamos precisamente por ser buenos lectores, menos por acercarnos a través de la lectura a nuestra historia; me contentaría que así fuese por lo menos con nuestra historia contemporánea. No es así, y parafraseando a Santayana, al no aprender sus lecciones nos condenamos a revivirla, más como tragedia que como comedia. Debemos entonces un agradecimiento sincero y profundo al cineasta Carlos Oteyza, dado su empeño en mostrarnos a través de excelentes documentales el complejo devenir de nuestro ser nacional. Es lo que hace, una vez más con maestría y sobriedad, con su última película dedicada a parte de los años duros de CAP (1998-1999), que duros y solitarios se prolongarán en el exilio hasta su inevitable muerte.

De entrada llamaron mi atención el pensamiento y la serena actitud de CAP, tanto en la visión del país como en su comportamiento frente al adversario. Sobre lo primero sobresale de su parte la clarividencia frente a lo que presiente venir: el resurgir del autoritarismo, la vuelta a la dictadura, esa nefasta forma de gobernar que tanto daño ha hecho al país. CAP lo advierte, muy pocos tuvieron la inteligencia incluso de detenerse a escucharlo. Esos duros años nos muestran un CAP solitario, odiado y abandonado, incluidos muchos militantes y dirigentes de su partido, Acción Democrática, con los cuales durante toda una vida había sellado un programa de construcción democrática. Lo segundo, el comportamiento frente al adversario, pese al ensañamiento hacia su persona, nos revela de parte de CAP una actitud serena, sin odios ni rencores. Incluso frente a Chávez no se niega, pese a visualizar lo inevitable, a la remota posibilidad de un mínimo entendimiento que impida el derrumbe de nuestra experiencia democrática.

El documental de Oteyza abre la puerta a un sinnúmero de reflexiones. CAP impulsó en sus gobiernos la pasión de su acción política, una verdadera locomotora, pero pienso que le faltó mesura, la prudencia de calibrar las posibilidades de las políticas que se pretende emprender, para lo cual la comprensión de las posibilidades del poder y la influencia de los adversarios es un dato imprescindible de  tomar en cuenta. Fue un error la anímica y luego fáctica separación de su partido, del cual no solo provenía, sino que fue el sostén organizativo que lo llevó en dos oportunidades a la Presidencia de la República. Venezuela es un país complejo, él tenía que saberlo, difícil de gobernar. Sigue siendo el “cuero seco” del que nos hablaba Guzmán Blanco. Mucho diálogo, mutua comprensión, cierto que de lado y lado, careció la experiencia democrática cuando más lo necesitaba, y la verdad es que CAP y su gobierno de tecnócratas fue poco lo que ayudó a su fortalecimiento.

Oteyza comentaba la reflexión de un espectador en torno al dejo de tristeza que le generaban sus películas. Ese dejo de tristeza confieso que también lo sentí y lo sigo sintiendo luego de ver su último documental. No supimos cuidar nuestra República Civil; cometimos, su gente y sus dirigentes, muchos errores. Todos somos culpables, haciendo nuestras unas palabras de Albert Camus. La experiencia de ese singular político que fue CAP tal vez nos ayude a enrumbarnos de nuevo en la forja de un porvenir promisorio, una vez superemos la desgracia del poder despótico actual, algo que nunca merecimos.


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