La revolución bolivariana sin dudas ha terminado siendo un experimento sumamente costoso en términos humanos, espirituales, financieros, económicos, sociales y para usted de contar, con secuelas imponderables para la sociedad venezolana. Da la impresión de que no hemos aprendido, o tal vez el tema remite a la responsabilidad o mejor dicho irresponsabilidad y orfandad de nuestra clase política, no sólo en el gobierno sino en la oposición que son un mal ejemplo.

Lo registrado en Venezuela no tiene antecedentes, es un torneo de piruetas, de atajos, de sin sentidos, de irresponsabilidad superlativa con una sociedad y venezolanos que han sido engañados y sometidos a un sin número de situaciones degradantes, y donde sobresale una suerte de canibalismo político que se pudiese expresar en una frase llana “me saco un ojo con tal de sacarte a ti dos”, así pareciera que razona el gobierno y su contraparte la oposición, no se piensa en el interés nacional sino en apetencias personales y grupales a diferencia de otras épocas.

Las fallas reiteradas de la política y los políticos sin equívocos incidirán en la calidad de la democracia, en las agendas, gestión y en los ciudadanos respectivamente. Venezuela es la mejor expresión de ello lamentablemente para mal. Por tanto, una mala política y un mal político desdibujará la democracia y producirá los suficientes gérmenes, malestares y condiciones para el surgimiento de todo tipo de propuestas, proyectos y estilos, que no necesariamente representan una alternativa democrática, más aún, terminan seduciendo ciudadanos y posteriormente (salvo excepciones) deteriorando por no decir destruyendo lo que tanto han criticado de sus antecesores, como ha ocurrido en la experiencia venezolana de finales del siglo XX y primeras dos décadas del siglo XXI con el llamado chavismo.

El hastío hacia la política, y más concretamente, hacia sus representantes no son algo nuevo, pero el malestar actual nunca fue tan generalizado y es natural, por responsabilizar a los mismos del desastre nacional. Los partidos políticos no son ni serán cofradías u órdenes sacerdotales claro está, pero eso no quiere decir que cualquier bellaco o dirigentucho impúdico se haga del poder porque terminan siendo azotes, y un poco es el trasfondo de nuestros países latinoamericanos con esas candidaturas folclóricas que se convierten en presidentes, ministros, gobernadores y demás, literalmente sin tener nada en la bola más allá del apetito de poder. La política está cambiando y obedece precisamente a transformaciones epocales que replantan prácticamente todo. Sin embargo, pareciera que Venezuela sigue en la prehistoria política dominada por caudillos, militarismos, personalismos y canibalismo político.

Indiscutiblemente el momento actual tiene nuevas implicaciones, variables y rasgos, algunos nunca antes vistos. La política de nuestros días esta en nuestras sociedades desacreditada, vaciada de contenidos dirían algunos, otros hablarían de una suerte de crisis, mutación o incluso de fin dirían los postmodernos. En otros contextos se plantea una necesaria crítica, por un lado, acompañada de la imperante reflexión en torno a la recuperación y revalorización de la política, la democracia y algunas otras categorías y modos de organización y gestión de lo público frente al desconcierto que la política transmite en la actualidad. Lo que es indiscutible es que nos tropezamos con un fenómeno y asunto sumamente dinámico, complejo y demasiado importante o trascendental por los efectos que genera en cada una de nuestras realidades, en nuestras sociedades y ciudadanos respectivamente.

No somos fatalistas ni apocalípticos. Todo lo contrario, tenemos un optimismo moderado apostamos al relanzamiento y renacer de la política, una política más digna, más humana, más responsable, más en sintonía no sólo con las mayorías y la gente sino además con los grandes desafíos que plantea este complejo siglo XXI. Frente a la prehistoria nacional nos conectamos con las lecturas y el diálogo de destacados autores que nos invitan a la necesaria reflexión sobre una política en dialogo con la filosofía  política, la ética y otros temas, desde autores españoles como Daniel Innerarity, Agapito Maestre, Norbert Bilbeny, Fernando Vallespín, Adela Cortina, Victoria Camps, Marina Garces; autores italianos como Norberto Bobbio, Roberto Esposito, Giacomo Marramao, Michelangelo Bovero, Biagio De Giovanni, Leonardo Morlino, Danilo Zolo o Elio Pintacuda; autores ingleses como Tony Judt, John Keane o David Held; pasando por autores latinoamericanos como el fallecido Norbert Lechner, Fernando Mires, Néstor García Canclini, Ángel Flisfisch, Alfredo Ramos Jiménez  o Manuel Antonio Garretón principalmente, que son partidarios en su gran mayoría de la imperante necesidad de repensar con otras claves y perspectivas, una política en clave crítica y revisionista más no apocalíptica.

Nadie pone en duda que nuestros políticos (a veces mediocres y pragmáticos) y nuestras instituciones políticas comenzando por los ya cuestionados partidos, han contribuido notablemente con su actuación al descrédito de la política, se observa una carencia y falta de espíritu público, de vocación en el sentido weberiano partiendo de la tesis de “vivir para y no de la política”. Nuestros políticos salvo excepciones viven de la política no para la política. Somos partidarios de la necesidad de formular criticas no destructivas, críticas democráticas y constructivas, nos guste o no la democracia se construye con más y mejor democracia.

Frente la vorágine que registra Colombia, Perú, Venezuela, Chile, Argentina y otros países y sociedades que ciertamente han tomado caminos a contrapelo del desarrollo, el progreso y el crecimiento en todos los ordenes no sólo materiales sino humanos. Nos corresponde expresar las fallas y carencias de nuestras sociedades que en otrora época fueron referentes de estabilidad, orden, progreso y felicidad. Nos corresponde asomar luces sobre las sombras que definen a nuestros contextos cargados de incertidumbres y no de certezas. No somos brujos ni pitonisas sólo dolientes de la mala política y de los malos políticos responsables de esta hecatombe que llaman socialismo del siglo XXI.

Lo hemos dicho y repetido mucho. La historia por lo menos de Venezuela pudo ser diferente. Una historia y unos actores que desaprovecharon el segundo boom petrolero y abundancia de recursos conocida, etapa que debió estar en sintonía con un verdadero y sostenido progreso, crecimiento humano, material e inmaterial. Un país y sociedad que ha podido en estas dos primeras décadas tener no sólo los mejores y mayores indicadores sociales, económicos y de prosperidad, sino literalmente Venezuela pudo haber sido la Suiza de América, pero el liderazgo político nuestro pedestre y con elevadas dosis de canibalismo, orfandad e ignorancia no lo permitieron.

Al evaluar el desempeño de la Revolución Bolivariana con Chávez y Maduro (1998-2022), sobresale el que han reproducido y aumentado exponencialmente viejas prácticas y vicios imputados al pasado cercano, afectando todo el tejido social, económico, productivo, cultural e industrial del país, en paralelo, se fue fortaleciendo un modelo autoritario basado en la militarización de la política y de la sociedad venezolana, fenómeno que se expresa entre otros aspectos en la ocupación de cargos, magistraturas y representaciones del alto gobierno en manos de militares, además de una marcada propensión y tendencia a la compra de equipos militares, armamento y demás en estos años de revolución.

Por otra parte, en paralelo al fenómeno de la militarización de la política y sociedad con sus respectivos efectos, se han producido profundas distorsiones en la conducción del país, la economía y finanzas que explican el grado de postración del país andino. La lista de distorsiones en la economía venezolana durante el gobierno de Hugo Chávez Frías (1998-2013), y su acentuación con Nicolás Maduro (2013-2022), son las principales claves para entender la dimensión y consecuencias de la situación actual calificada de “crisis humanitaria compleja” agravada por supuesto con el covid 19.

Los graves efectos de la indisciplina macroeconómica, la destrucción del sistema de precios, el tipo de cambio, la pulverización del signo monetario, la disminución de las reservas, la expansión monetaria a gran escala, los controles de precios desestimulando la producción y desincentivando la inversión privada, junto con el debilitamiento sistemático de las instituciones públicas, son parte de las variables que explican la debacle actual, inédita por lo demás en nuestra historia económica donde no sólo el Banco Central de Venezuela alcanzó una reputación mundial como nuestros economistas, técnicos y asesores por su formación y talento.

Reconocidas y acreditadas voces que han estudiado la economía nacional, el petróleo y demás (Mommers 2022; Corrales y Penfold 2021; Oliveros, 2019 y 2017; Balza Guanipa et al., 2018), señalan que Venezuela difícilmente podrá derrotar la hiperinflación y otras distorsiones arrastradas en estos años, sin una formulación clara de política fiscal, monetaria y cambiaria, junto a la estimulación de la oferta de bienes y servicios, y la consecución de un mercado más natural, con menos controles de precios y de cambio, entre otras medidas que persigan frenar la hiperinflación creciente en Venezuela del último bienio (2020-2021), que es de las más altas en la historia de la inflación a nivel mundial.

Frente al canibalismo político y el deterioro registrado como país y sociedad de estos años, los retos y desafíos que se plantean alrededor de la democracia, la política, la propia economía y sociedad en Venezuela poscovid son literalmente “enormes” en todas las aristas y dimensiones que se analicen o ponderen. En lo político, lo social, lo económico, lo energético, lo financiero no hay dudas se requerirá de un esfuerzo titánico no solo a lo interno, sino fundamentalmente demandarán del apoyo internacional e inversión extranjera en áreas prioritarias entre ellas salud, infraestructura, telefonía, electricidad, educación, industrias, etc. En Mérida, asiento permanente de nuestra Universidad de Los Andes, se debatirán estos temas en medio de la 78 Asamblea Nacional de Fedecámaras a celebrarse entre el 14 y 15 de julio con la presencia de diversos actores y factores que están pensando a la Venezuela post rentista.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]

 

 


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