La acción política de la oposición democrática, desde comienzos de año, se ha basado en la premisa de que el régimen está más débil que nunca y el objetivo era derrotarlo antes del 28 de julio. Conviene evaluar a los efectos de lo que viene, si esa premisa era cierta y el objetivo lograble.

La premisa pecó de parcial y reduccionista porque si bien es cierto que el régimen está más débil que nunca, esa debilidad se circunscribe al deslave dramático de su popularidad y apoyo socio-político, a su situación en el seno de la comunidad internacional democrática. Pero en política y sobre todo cuando se lucha contra una dictadura que no está arreglando las cosas para irse pagando el menor costo posible, sino de una dispuesta a todo para quedarse, hay otros factores intervinientes a tomar en cuenta, en vista de la ausencia de Estado de derecho. El chavismo dispone del control férreo del aparato del Estado, en particular de la Fuerza Armada Nacional y los cuerpos de seguridad, del apoyo sólido de la triada China-Rusia-Irán y otros aliados internacionales estatales y no estatales como Cuba y la delincuencia nacional e internacional. La disposición de esos recursos y apoyos le proporciona una fuerza política considerable que explica la intransigencia, el irrespeto a los acuerdos, el incremento de la coacción y la represión.

La posibilidad real de derrotar a Maduro antes de los comicios, que debía leerse como la capacidad de imponerle el levantamiento del veto a MCM y avanzar hacia unos comicios libres, justos, no la hubo por falta de fuerza. Al igual que otros, he mencionado la ausencia de movilización y presión ciudadana dirigida a obligarlo a cambios positivos en su gobernanza, la remisión de los vetos y la observancia de la Constitución. Sin convulsión socio-política difícilmente se les pueda torcer la mano a los mandantes porque la presión internacional sola no basta. La decisión de MCM de designar una sustituta (por demás correcta en tiempo y forma) corrobora lo que decimos.

La posible derrota del régimen o la emergencia de una enorme crisis política que obligue al oficialismo a negociar en serio una transición solo vendrá de la masiva concurrencia ciudadana a las urnas para votar por una candidatura apoyada por la alianza MCM-PU.

De lo anterior deriva la necesidad de hacer lo que hay que hacer en un contexto político lleno de limitaciones (porque estamos en dictadura) en función de proporcionarle a la sociedad una candidatura unitaria mediante la cual exprese su voluntad de cambio. Lo anterior pasa porque el liderazgo democrático se entienda para escoger esa opción unitaria en el  tiempo y forma que garantice su presencia en los comicios. No hay otra alternativa a la vista, salvo el nefasto continuismo.

Las consignas no deben contradecir u obstaculizar la estrategia (ruta electoral), tampoco ser chaqueta de fuerza táctica. “El candidato no lo puede escoger Maduro”, incesantemente voceada por algunos, incurre en la deficiencia anotada. Lo hace porque es incierta, una cosa es que lo permita y otra que lo escoja, el ejemplo es Corina Yoris si no hubiese sido vetada, su escogencia la hizo MCM apoyada por la PU y no Maduro,  igual cosa ocurre si al final hay candidatura unitaria.

Quienes han estudiado el tema de las transiciones de dictaduras a democracias han registrado que las sustituciones de candidaturas por vetos de quienes ocupaban el poder no fueron infrecuentes y esos reemplazos, en algunos casos, abrieron las puertas al cambio porque permitieron la expresión en votos de la voluntad mayoritaria.


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