El éxito de los denominados outsiders o líderes emergentes que participan electoralmente con una crítica al sistema político existente, hacia el cual se muestran como opuestos o externos al mismo, como reacción de desencanto popular hacia los políticos tradicionales, se ha vuelto cada vez más frecuente

Las sociedades ensayan respuestas a los principales problemas que las aquejan fuera de la política tradicional. Tal fue el caso de Fujimori en el Perú, ante el terrorismo y la crisis económica. También el de Hugo Chávez como respuesta a la decepción hacia una democracia de 40 años. Ambos líderes devinieron en autoritarios, de Fujimori pudo salirse cuando se estrenaba y tenía vigencia la Carta Democrática, pero de Hugo Chávez, quien fue creando  astutamente un régimen de control de todos los poderes que continuó en la persona de Nicolás Maduro hasta convertirse en una cruel dictadura, aún sufrimos los venezolanos

Pero estas excepciones, se han hecho cada vez más frecuentes. Tenemos el caso de Nayib Bukele, un empresario que había sido alcalde de San Salvador, que fue elegido presidente de El Salvador en junio de 2019 con una mayoría absoluta de 53%. Aunque había tenido vínculos con el FMLN, es el primer presidente que no representa a ninguno de los dos partidos principales (ARENA o FMLN) que habían gobernado desde 1989, luego del final de la guerra civil.

Los cuestionamientos acerca de sus métodos antidemocráticos como el de su irrupción en el Congreso salvadoreño escoltado por militares con rifles de asalto y por agentes de policía, para exigir a los diputados la aprobación de un polémico préstamo para financiar un plan de seguridad contra las pandillas, y sobre todo sus métodos, decenas de miles de jóvenes presos, utilizados   en su cruzada contra la delincuencia no han hecho mella en su popularidad. Luego de unos movimientos en el poder legislativo y judicial, consiguió que  la Corte Suprema de Justicia  fallara que el presidente de la República puede cumplir dos mandatos consecutivos, lo que permite a Bukele  postularse a la reelección en 2024, que sin duda ganará por sus altos niveles de popularidad.

Estados Unidos no solo no ha escapado del fenómeno, personificado en Donald Trump, sino que es de los de mayor gravedad. El expresidente logró el apoyo del Partido Republicano que ha pasado a controlar y a pesar de que pesan sobre él 34 cargos judiciales algunos ya condenados, continúa manteniendo ese control y lejos de restarle popularidad la han aumentado, seguramente como resultado del quiebre institucional y afloramiento de los valores más negativos en la sociedad norteamericana durante su mandato.

Se suman 2 casos recientes que aún no han comenzado sus mandatos, por lo que todo está por verse. Uno es el de Ecuador, donde recientemente y contra todo pronóstico Daniel Noboa, empresario de 35 años, sin ninguna experiencia política obtuvo 52% de los apoyos, ganando con holgura a su contrincante, Luisa González, candidata designada por el expresidente Rafael Correa para tratar de volver al poder. Le corresponde gobernar por 18 meses para cumplir el periodo del renunciante presidente Guillermo Lasso.

El otro, el más sonado, es el triunfo de Javier Milei en Argentina, un economista conocido mediáticamente, que en las elecciones de medio término de 2021, se presentó como candidato a diputado nacional y obtuvo el 17% de los votos. Con una débil organización denominada Alianza por la Libertad no sólo logró imponerse por encima de la muy consistente coalición Juntos por el Cambio liderada por Mauricio Macri, sino también ganarle con 56% de los votos al candidato Sergio Massa. Imponiéndose así al peronismo que ha gobernado en Argentina durante casi 7 décadas, y más específicamente sobre el kirchnerismo, corriente que se impuso en el peronismo y en Argentina durante 20 años.

No quiero dejar de mencionar el caso de María Corina Machado en Venezuela, quien arrasó en las primarias por encima de lo que podríamos denominar la oposición oficial. Pero eso merece algunos otros artículos, a lo mejor muchos.


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