Los agricultores son ignorados, maltratados y abandonados a su suerte.

En los campos mueren venezolanos por falta de asistencia médica y falta de recursos para cubrir tratamientos de diferentes patologías; los servicios públicos son casi nulos, otros inexistentes; se pierden las cosechas, se inundan los campos, no hay transporte público eficiente para la movilidad necesaria, aumenta la deserción escolar, se vive la inseguridad y presión constante de las actuaciones desmedidas de los cuerpos policiales y del orden público y, para rematar, crece la migración a las ciudades u otras partes del mundo.

La producción agrícola en el país está desprotegida y huérfana de políticas gubernamentales. La revolución devora los campos y siembra la desolación, la ruina y la pobreza.

Las diferentes formas de asociación de los agricultores y campesinos que un día lucharon organizadamente para obtener respuesta de las instituciones para el desarrollo y crecimiento de los campos venezolanos son hoy en día despojos inactivos en manos de la indolencia oficial, esa misma que se apoderó del país y se nutre del control social y la necesidad de la gente.

Ejemplos tenemos en la Federación Campesina de Venezuela y Asorca, que cesanteadas y secuestradas por la revolución dieron paso, por omisión o complicidad, al cooperativismo impuesto, que pese a las grandes inversiones efectuadas en su momento rindieron tributo a la corrupción, sin ningún resultado tangible.

Hoy en día campesinos, pequeños y medianos productores, hacen grandes esfuerzos por mantener sus actividades ante las dificultades y adversidades que les generan las viciadas e inoperantes instituciones que deberían brindarles las herramientas necesarias para la producción y desarrollo.

El decrecimiento de la explotación de tierras productivas es una realidad, sin ningún incentivo, la escasez de mano de obra, la falta de financiamiento y poca o nula rentabilidad por los altos costos de los insumos, combustibles, además del deterioro de los sistemas de riego, mantenimiento de cauces de los ríos y vialidad agrícola en deplorables condiciones, entre otros, sumados a las políticas de importación de rubros de manera irresponsable,  han puesto en jaque a lo que aún queda de producción nacional.

Los sectores productivos del campo en todos los estados del país se ha declarado permanentemente en emergencia sin que el Estado haya planificado un programa de solución a corto y mediano plazo que muestre la disposición de reivindicar a los productores venezolanos.

Las condiciones de precariedad de las familias campesinas tiene la misma situación y quizás peor que  los educadores y trabajadores de la administración pública.

El país alza su voz sin temor y con absoluta razón persiguiendo reivindicaciones confiscadas. Es hora de que los sometidos y subestimados hombres y mujeres de los campos venezolanos se integren al reclamo general de la necesidad impostergable de mejores condiciones de vida.

Escuelas, medicaturas, oficinas de las instituciones del estado nacionales regionales y municipales creadas para asistencia de las zonas rurales están en total abandono, sin recursos económicos, sin dotación alguna y con amplia deserción del recurso humano.

Es hora de recomponer e impulsar la organización de todos los sectores productores del campo para aunar esfuerzos para exigir junto a los demás sectores de la economía productiva el restablecimiento pleno de todos los derechos constitucionales que el Estado venezolano ha venido ignorando y violando sistemáticamente.

Las condiciones económicas del país están en niveles críticos y los ingresos reales benefician solo a una cúpula de civiles y militares, todos administradores de los recursos públicos, quienes mal ejercen el poder, que no tienen ningún tipo de contrapeso y mucho menos una acción contralora necesaria.

A todos estos señalamientos le agregamos que el régimen imperante entrega tierras y condiciones favorables a países extranjeros, mientras les niega ese derecho a los trabajadores venezolanos. Entre esos 7 millones de venezolanos que han migrado un importante número de esos compatriotas son de las zonas rurales de todo el  pais.

El sector productor del campo es indispensable para la estabilización de la economía del país y ante este alto grado de desatención y ensañamiento no nos queda otra que aceptar la lucha frontal por su recuperación. Solo podremos lograrlo con un cambio de modelo, que pasa por un cambio de un régimen, cuestionado por los cuatro costados, que muestra evidentemente su desgaste y ante el mundo exhibe que el país se les fue de las manos.

Seguir sometiendo a la necesidad y a la miseria al pueblo hace decretar en las calles el comienzo obligado de la transformación de la nación. En cada rincón se muestra el paso del proyecto decadente e inviable de quienes fungen como los opuestos al Rey Midas.


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