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Cabe advertir que he hecho parte integrante de mi ser a los valores cristianos fundamentales, como el derecho a la vida, y trato cada día de fortalecerlos y regarlos, como si se tratara de una planta. Cultivo una vida con sentido trascendente. Paso a explicar, por tanto, el titulo de este artículo.

Un sábado reciente me levanté temprano, como siempre, y con el ánimo luminoso de un día especial, me disponía a mitad de mañana a finalizar algunos trabajos  por Internet. Y cuando estaba a punto de comenzar, intempestivamente se fue la luz. Y transcurrieron largas horas y seguimos sin luz.

Yo me puse a meditar cómo la situación sobrevenida había acarreado una pérdida de tiempo imprevista durante el día. Sopesé su significado y su impacto en la productividad personal y colectiva.

Me vino luego la imagen, no novedosa, de lo que ha sido este cuarto de siglo conducido por el régimen forajido, referido ya no a una persona, sino al país.

Estos delincuentes, no podemos llamarlos de otra manera, le dieron un tiro de gracia a la productividad y valores del país. Y de ahí proviene la frase “camino al suicidio”, como metáfora de lo que ha logrado afectar, este experimento socialista, decrépito, burdo, ramplón, de corte totalitario y corrompido, a la familia y la nación. Los ciudadanos han resistido lo que pueden y el ecosistema criminal se empeña en lazarlos al suicido.

Me vienen a la mente tantos recuerdos y episodios. Recurrentemente cuando me dirigía a realizar un trámite, con cita previa, ante cualquier instancia pública, me topaba con la sorpresa de que no había trabajo ese día, porque el comandante había convocado, repentinamente, a los empleados públicos a una concentración contra el imperialismo. Y pasaban lista, sin importarles mellar la dignidad del funcionario. Así por el estilo, llámese el motivo “guerra económica”, o  “triunfos” que no eran tales, en eventos internacionales, igualados- con cursilería- a hazañas históricas del talante de la batalla de Independencia. Había que calarse esos discursos fatuos, vacíos de contenido ciudadano, pero cargados de adoctrinamiento socialista y amenazas de todo tipo.

Se hizo práctica asidua escuchar por el estilo: no hay trabajo hoy, dieron el día libre. La semana santa la dieron completa. Los carnavales comenzaron desde el viernes anterior y se extendieron por la siguiente semana. La navidad por decreto comienza el primero de octubre.

Estos criminales de lesa humanidad han conducido al país camino al suicidio, al despeñadero. Esto ha costado tiempo, recursos, sufrimientos y muchos errores cometidos al enfrentarlos, pero sin ánimo de recurrir a una frase trillada, vale indicar que este país cuenta con reservas morales y democráticas para su recuperación, y desde las enormes dificultades de un combate, a todas luces asimétrico, donde los toripollos, muy cobardes ellos, se abalanzan contra mujeres quebrantando las reglas del juego.

Los ciudadanos cobramos conciencia de que existir es resistir y nos estamos organizando mejor cada día y los vamos a vencer, porque estamos dispuestos a  llegar hasta el final.

La historia tiene sus dinámicas y hay que realizar esfuerzos para comprenderla. La previsión democrática de 1947 de incorporar a la mujer, con plenos derechos, a la vida pública, se le ve el sentido al comprobar desde el fondo de esa historia emerger a una mujer valiente y preparada, que está dirigiendo este proceso para extirpar a la pústula maligna del socialismo del siglo XXI.

Se lo buscaron los usurpadores del poder, ellos solitos se mataron como Chacumbele, de que el país de manera soberana los inhabilite para siempre, sin negarles el debido proceso, por sus crímenes atroces. Nunca más habrá espacio para la ignominia y la canalla.

La metáfora del camino al suicidio “político” más bien terminará aplicándose al ecosistema criminal, al asumir la vía de los crímenes atroces, la violación sistemática de los derechos humanos y la disrupción del orden constitucional.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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