La primera y misma noche de cuando todo esto pase, habrá que ingeniárselas para saber cómo arrancar con la reconstrucción mínima del Estado. Ha sido de tal magnitud la paradójica desestatización del país, a favor de las minorías que lo han saqueado, expropiándolo, que poca o ninguna garantía existe para tener y aplicar en la población infantil una ampolla de las más urgidas, apagar un incendio también adecuadamente, o velar por la indispensable seguridad personal a todo trance. A todo esto, no podemos olvidar añadir la corporación castrense que debe intentar recoger todas las armas que hay en la calle desde hace más de veinte años. Y, tememos esos eventos, pues nadie ha consensuado idea alguna en torno a las características que deber tener un nuevo Estado. Habrá que lidiar con lo que se encuentre porque habrá individualidades muy excepcionales que lo piensen, y, de ñapa, no aparece por ningún lado un partido emergente congregado alrededor de un proyecto nacional que recomiende la estrategia de rigor. Por supuesto, ese partido debe ser una fuerza emergente, un sector social emergente. Estoy claro que no he detectado a nadie: ni a un partido, ni gremios empresariales o sindicales o colegios profesionales, ni la más modesta junta de condominio, así tenga por copropietario a un individuo de número de la Academia de las Ciencias Políticas y Jurídicas, de Historia o Medicina. ¡A nadie!

Eso de reintegrar todo el territorio nacional, como finalmente se consiguió cuando todos los caudillos fueron derrotados en Ciudad Bolívar por las fuerzas comendadas por Gómez, está de anteojito. El problema está cómo pacificarlo en primera instancia al doblegar a los terroristas que se afincan, como garrapatas, sin una ayuda internacional. No será fácil construir una cultura del encuentro confiado y la solidaridad necesaria, porque el rentismo populista y militarista es el principal ingrediente de las bolsas del CLAP que han llegado hasta el más lejano caserío venezolano. Es verdad que no tuvimos por toda la calle del medio un Estado de Derecho en el siglo XX, pero lo que tuvimos fue destruido por el constituyente de 1999 que tanto lo prometió. La descentralización también tuvo sus virreyes que sojuzgaban a los municipios y destruían cualquier expresión regional que les compitiera. Así vemos que no es fácil dejar cada entidad federal en manos del mejor postor. Por cierto, revisemos con calma los gobernadores que tuvimos fruto de la descentralización, y saquemos cuenta de cuántos lucharon y todavía luchan por superar esta pesadilla.

Todo este panorama de lo que hubo y hay es parte de lo que tenemos que tomar en cuenta para la reconstrucción del país. Estoy convencido de que este nuevo comienzo solo puede ocurrir con un verdadero cambio en todo el estamento gubernamental. Tratar de cambiar a retazos está demostrado, en todos estos años, que no ha funcionado. Los ejemplos son los gobernadores o alcaldes que dicen ser de oposición, pero quedan maniatados a expensas del gobierno central que es el que maneja los recursos para medio hacer una gestión. No podemos olvidar el papel de la Asamblea Nacional que tuvo todas las prerrogativas para generar dicho cambio, y por más que se intentó, no funcionó: las malas decisiones o las decisiones aisladas, no funcionarán jamás, y por eso seguimos en la lucha.

La experiencia nos ha enseñado que la lucha debe ser en todos los escenarios posibles siempre de manera democrática, respaldada por nuestra Constitución, y buscando el beneficio de toda la sociedad. No podemos regresar a la lucha de grupos aislados que buscan el poder para satisfacer sus egos personales al demandar libertades políticas que no permitan un cambio sincero y verdadero. Esto lo deben entender todos los aspirantes a la venidera elección presidencial del 2024. No es solo hablar de los males que padecemos, pues el país no necesita de expertos para entenderlo; tampoco se requieren presentar soluciones utópicas, como si en el país no hubiera vivido 20 años de destrucción. Necesitamos estrategias destinadas a promover verdaderas transformaciones estructurales para la economía, la producción y, así, comenzar a mejorar el bienestar social. ”Reconstruir para transformar”.

Hemos resistido, insistido y persistido en el cambio verdadero desde el inicio de esta mal llamada revolución del pueblo. Necesitamos abandonar la escalera de la confrontación para subir al espacio del diálogo: un diálogo que nos permita dilucidar los mejores escenarios para lograr lo que toda Venezuela espera. Los venezolanos ya hemos entendido y aprendido que cada uno es el líder de su vida y que en este país transcurre la vida de todos y cada uno de nosotros.

@freddyamarcano


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