A raíz de la convocatoria al referéndum consultivo por parte de la Asamblea Nacional sobre nuestra reclamación del territorio Esequibo, se ha visto en los distintos medios de comunicación y redes sociales una lluvia de artículos de opinión, entrevistas, disquisiciones y discursos, emanados de “prestigiosos” profesionales del Derecho, que fustigan en forma enérgica y argumentada la convocatoria a tal referéndum. Los autores se han esmerado en redactar y emitir sus opiniones de tal manera, que existe una especie de competencia entre ellos, sobre cuál es el más radical de todos en contra del referéndum. En ello, despliegan todos sus conocimientos, experiencia, capacidad de redacción y de explicación didáctica, para plasmar en el papel, mejor dicho, en la pantalla de la computadora, su argumentación en contra del referéndum. Les confieso que hasta hoy sentía una admiración por muchos de esos “abogados”. Los veía con respeto y a algunos hasta con veneración. Varios fueron mis profesores en la universidad. Pero caramba, con esas opiniones sobre el referéndum, ese respeto y veneración se han diluido por completo. En pocas palabras, se me cayeron del pedestal en que los tenía. De ahora en adelante los trataré como simples colegas. Lo menos que uno puede esperar de esos abogados es que tengan un mínimo sentido de la oportunidad a la hora de expresar sus opiniones, sobre todo en medio de las circunstancias en la que nos encontramos.

Y es que el tema del Esequibo no es un tema parroquial o de política interna circunstancial en el que la opinión de ellos no implica una consecuencia grave para la República. El Esequibo es nada más y nada menos que la reclamación territorial más importante que ha tenido el país desde su fundación. Todas las generaciones y todos los gobiernos, del siglo XIX, XX y XXI, han tenido que ver con esa reclamación. Y todos han debido tener aciertos y errores. La lista es larga para este artículo de opinión. Desde pequeños nos enseñaron en el colegio que la franja que compone los 159.500 kilómetros cuadrados al oeste del río Esequibo era una zona en reclamación y por ello el mapa de Venezuela que incluye ese territorio estaba rayado con líneas transversales con la leyenda “Zona en Reclamación”.

En un tema tan crucial y sensible para los venezolanos es imprescindible la UNIDAD no solo de un sector del país sea empresarial, político, sindical o gremial. Es imprescindible la UNIDAD DEL PAÍS en su conjunto. No podemos estar convirtiendo el tópico en un escenario de lucha política interna. Para ello hay que imbuirse de un patriotismo extremo de manera tal que seamos capaces de poner por encima de nuestros intereses particulares y de grupo, los intereses del país. Si un sector lo partidiza, el otro no debe caer en la tentación de partidizarlo también; y viceversa. Y eso es precisamente en lo que sectores de la oposición han hecho. Frente a los alegatos de que la intención del gobierno para convocar el referéndum fue la de contrarrestar los efectos de la concurrencia masiva de la población a las primarias, sectores de la oposición de manera automática comenzaron a atacar al instrumento constitucional, con el deliberado propósito de que este fracase. A los ojos de cualquier observador desprevenido, la conducta de la oposición va en contra de los intereses del país porque en la eventualidad que sea poca la concurrencia a ese referéndum; ¿quién pierde, el gobierno o el país? Bastaría con ver la reacción del gobierno de Guyana, que evidentemente sería de celebración.

En la deliberada intención de sectores de la oposición de bombardear por todos los flancos al referéndum, estos han acudido a la opinión de prestigiosos juristas como parte de la estrategia para que la consulta fracase. Es así como, desde la convocatoria formal de la consulta, esos “abogados” han estado emitiendo opiniones en forma sistemática y orquestada fustigando el Consultivo.

Esas mentes lúcidas del foro legal han debido colocarse por encima de esas diatribas para orientar sin parcializarse. Lamentablemente, contrario al sentido común esencial que debemos tener los abogados, muchos “ilustres” de esos profesionales del Derecho han expresado su opinión contraria al referéndum, con argumentos jurídicos de mucha profundidad, pero que en definitiva a quien eventualmente benefician es a Guyana; no solo desde el punto de vista jurídico, por el aporte en su beneficio, sino también económico por cuanto se han ahorrado un dineral en gastos legales, ya que sus abogados están en los venezolanos que de manera gratuita (¿Será? Me imagino. Démosle el beneficio de la duda), han expresado sus opiniones en artículos de opinión y en declaraciones públicas. Todas esas opiniones serán seguramente consignadas por Guyana en la Corte Internacional de Justicia, en la incidencia sobre la medida cautelar que ha solicitado para la suspensión del referéndum consultivo. El Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país se frota las manos cada vez que leen la opinión de un Brewer, de un Escovar León, de un Chitty La Roche o de un Pérez Vivas y toman nota de esas opiniones para consignarlas en el expediente que reposa en la Corte Internacional de Justicia. Qué vergüenza para con los venezolanos y con el gremio de abogados. ¿Podemos perdonarlos? Es difícil, tomando en cuenta la experiencia, preparación y los años de graduado de esos colegas.

Ellos saben que la regla de oro de todo abogado es su rol en cualquier controversia y es la de defender en sus derechos a su patrocinado. Esa lección la aprendí yo desde muy joven en el ejercicio de la profesión, cuando me tocó visitar al Dr. César Naranjo Osty, ilustre penalista, con motivo de un caso penal que me tocó llevar con él. Al ingresar a su oficina había un letrero que me llamó poderosamente la atención y que rezaba así: “Yo no juzgo a mis clientes”. Curioso, como novel abogado de la significación de ese letrero en particular, le pregunté qué quería decir aquella frase y en tono académico me dijo más o menos así: “Eso significa que como abogados debemos defender en sus derechos a nuestros clientes y nuestras opiniones jamás deben ser expresadas cuando de ellas puede beneficiarse nuestra contraparte. Y a la hora de examinar un caso que le toque defender, quien juzga es el tribunal, jamás sea usted el juez”.

Por ello, cuando leo las opiniones de venezolanos fustigando el referéndum, me indigno y decepciono, más aún cuando provienen de personas por quien antes profesaba una admiración casi que reverencial. Quienes emiten esas opiniones deben saber que, a pesar de no ser abogados formales de la República, son abogados de nacionalidad venezolana, graduados en universidades venezolanas. Por el hecho de que no sean contratados no pueden fustigar la causa, a fin de cuentas, se trata del territorio Esequibo y no de cualquier caso de cobro de bolívares ante un tribunal internacional.

Leyendo esas barbaridades me vienen a la mente los regaños de mi padre cuando de muchacho hablaba más de la cuenta: “Calladito se ve más bonito”. Y del expresidente Rafael Caldera, quien en circunstancias parecidas me manifestó: “Tenga cuidado con la lengua”. En este caso, con el teclado.

 

José F. Contreras es abogado (UCV, 1987) y secretario general del partido Derecha Democrática.

@JotaContrerasYa


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