La cuarentena ha planteado el reto global de remodelar el perfil del negocio de producción de películas y contenidos audiovisuales.

Los lives crecieron como hongos para saciar la sed de sentido de una generación que no quiere doblegarse ante el cúmulo de malas noticias.

En Instagram hemos escuchado las propuestas más disímiles y disruptivas. Las crisis incentivan la creatividad de los directores, artistas y guionistas.

Así fue en el pasado cuando surgieron las nuevas olas y los movimientos de vanguardia, como respuesta al clima pesimista de las dos posguerras del siglo XX.

El dadaísmo, el surrealismo, el expresionismo, el impresionismo y las escuelas europeas del realismo callejero, surgieron de entre los escombros y las ruinas de una cultura aparentemente sofocada.

De igual modo, las pantallas se diversificaron en número, tras los incidentes de la gripe española y la radiación atómica, inspirando un conjunto de apreciables obras maestras.

Al respecto, Japón logró renacer después de Hiroshima, así como Estados Unidos pudo dominar el mercado con el estilo que derivó del reporterismo descarnado de las trincheras.

En los cincuenta, el musical llenó las superficies de las salas oscuras, para bailar al ritmo de Un americano en París y Cantando bajo la lluvia, ambas estrenadas al hilo por las necesidades de distracción y desahogo de la masa cautiva.

Por tal motivo, hoy colegas recomiendan cintas ligeras, con finales felices, que sirvan de alivio a un público saturado de cifras rojas, de oscuros presagios.

Por su parte, Venezuela se repuso con dignidad de sus peores etapas.

Margot Benacerraf pudo inaugurar, con la inmortal Araya, un período de bonanza en democracia, que eclipsó el pobre rendimiento del documental de propaganda durante los tiempos de dictadura de Pérez Jiménez.

Por cierto, cabe mencionar el trabajo reciente de Fernando Venturini sobre la UCV, difundido en la plataforma de Youtube en los días de cuarentena. Carlos Oteyza apoya la investigación del realizador criollo, a través de la reivindicación del patrimonio de la Unesco, diseñado por el genio de Carlos Raúl Villanueva, a pesar de los políticos y sus procesos impredecibles.

El filme rescata la esencia noble de la casa que vence las sombras, desde la voz de arquitectos y gestores que se ocupan de velar por el mantenimiento y la conservación del recinto universitario, el cual brinda un ejemplo de resistencia al país de la parálisis forzada, de la violencia de los colectivos.

En tal sentido, el formato del “video on demand” consiguió distribuir el reportaje de denuncia, Tupamaros: guerrillas urbanas, disponible en Amazon y por los caminos verdes de la web.

En 55 minutos, la pieza expone al Chino Carías como un representante del gobierno paralelo que ha instalado el chavismo en los barrios, con el fin de aterrorizar a los disidentes y opositores.

La supuesta pacificación de las zonas populares encubre un tejido de control social, corrupción y violación de derechos humanos, cuyos componentes imparten una no justicia discrecional.

Actualmente, Caracas sufre los embates de un Estado malandro que purga a las pandillas rivales, amenazando la seguridad interna y la soberanía nacional, a causa de la penetración de bandas del terrorismo internacional.

Es una de las problemáticas coloniales que estamos por solucionar.

Otras propuestas siguen anticipando a la Venezuela del futuro.

Por aquí prometemos darles un lugar, un eco, una caja de resonancia.


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