«Formar tu visión del mundo dependiendo solamente de las redes y de los medios de comunicación sería como formarte una visión sobre mí mirando solo una imagen de mi pie. Claro, mi pie es parte de mí, pero es una parte bastante fea. Tengo mejores partes. Mis brazos no son notables, pero están bastante bien. Mi cara está bien. No es que la imagen de mi pie mienta deliberadamente sobre mí. Pero no te muestra la totalidad de mí. ¿De dónde obtendremos información? ¿De las redes y los medios de comunicación? ¿En quién podemos confiar? ¿Qué hay de los expertos? Esas personas que dedican su vida laboral a comprender su parte elegida del mundo. Bueno, aquí también hay que tener mucho cuidado».

Con el texto anterior comienza el capítulo 8 dedicado al octavo instinto: el instinto de «La sola y única perspectiva». El libro menciona 10 instintos a los cuales tenemos que sobreponernos para entender –y sobrevivir- en nuestro mundo tal y como es y se titula Factfulness: Ten Reasons We Are Wrong About The World And Why Things Are Better Than You Think (Sceptre, Great Britain, 2018).

Fue escrito por Hans Rosling, quien falleció en 2017, a los 69 años de edad. Rosling fue PhD, médico sueco, profesor de Salud internacional en el Karolinska Institutet y director de la Foundation Gapminder que tiene como objetivo explícito que no seamos ignorantes en cuanto al mundo y a lo que él contiene. Además, Rosling fue quien dio los primeros y decisivos pasos que impidieron que la epidemia de ébola de 2014 se propagara al resto del mundo.

Con relación a este instinto, el octavo, Rosling afirma que debemos reconocer que una sola perspectiva puede limitar no solamente nuestro conocimiento sino nuestra imaginación y yo voy más allá porque afecta incluso nuestro pensamiento crítico y toma de decisiones: en qué creer y en qué no creer. Tenemos que tener presente que es mejor mirar los problemas desde muchos ángulos para obtener una comprensión más precisa y encontrar soluciones prácticas. Para controlar el instinto de la sola y única perspectiva, debemos conseguirnos una caja de herramientas, y no utilizar únicamente el consabido martillo. Aquí Rosling menciona al martillo a causa de aquella famosa frase, hay varias versiones, de «Si nuestra única herramienta es un martillo, entonces tendemos a ver cada problema que se nos presenta como un clavo».

Para dejar el uso del martillo como única herramienta, tenemos que comenzar por tener claro que una cosa es una prueba que se utiliza para saber si estamos contagiados de covid 19 (la famosa PCR, por ejemplo) y otra, totalmente distinta, es la secuenciación genómica, que es aquella prueba-proceso utilizado para dilucidar, por ejemplo, si se trata de la variante delta o la variante ómicron.

Una de las mejores formas de conocer un agente infeccioso es secuenciar su genoma o el conjunto de las instrucciones genéticas contenidas en el ADN y el ARN para fabricar y sintetizar proteínas, mismas que le permiten funcionar. Luego de la secuenciación se realiza el así llamado “análisis filogenético” que consiste en un esquema que muestra las relaciones evolutivas entre las distintas variantes del covid 19. Cuando se produce una pandemia como la que tenemos en pleno desarrollo, conocer el genoma del agente infeccioso responsable y su árbol filogenético, proporciona información de gran relevancia para los investigadores que, por ejemplo, fabrican vacunas: les permite identificar qué es lo que causa la enfermedad, conocer su origen y evolución con el tiempo o desarrollar estrategias terapéuticas para hacerle frente.

Este asunto de la secuenciación no es nuevo. Por allá por 1977, hace más de 40 años, Allan Maxam y Walter Gilbert publicaron el artículo «Secuenciación del ADN mediante degradaciones químicas».​ Por su parte Frederick Sanger, de manera independientemente, publicó «Secuenciación del ADN mediante síntesis enzimática». En 1980, tanto Gilbert como Sanger, recibieron el Premio Nobel de Química por tales descubrimientos. Para Sanger fue su segundo Premio Nobel.

Tan importante es esto de la secuenciación y el análisis filogenético, que en el documento ubicable en la Internet titulado «Implications of the further emergence and spread of the SARS-CoV-2 B.1.1.529 variant of concern”, first update December 2, 2021, del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades se establecen recomendaciones para la detección y seguimiento de la variante ómicron, incluso el tamaño de la muestra como porcentaje de las detecciones (casos confirmados), tanto para una variante específica como para la diferenciación entre variantes.

Todos los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades del mundo alientan a los laboratorios estatales de salud pública a etiquetar las secuencias que generan y publicarlas en bases de datos públicas (como la del GISAID o  Global Initiative on Sharing Avian Influenza Data, por ejemplo) ello con la finalidad de que los datos estén disponibles para todos los CDC.

Una segunda cosa que hay que saber para no depender ni de las redes sociales ni de portales de noticias basquetbolistas o portales de rebotes (los hay como arroz en estos tiempos digitales), es que en Venezuela y al menos oficialmente desde la perspectiva de la Organización Panamericana de la Salud (OPS en castellano y PAHO en inglés), no se hacen pruebas de secuenciación genómica (ni de análisis filogenético de covid 19).

En efecto, en la página «Red Regional de Vigilancia Genómica de COVID-19», de la OPS, es posible comprobar que en Venezuela lo que hay es lo que se llama la «secuenciación externa», proceso que tiene lugar en laboratorios situados fuera de Venezuela a los cuales se envían las muestras para generar los datos de secuencia genómica del SARS-CoV-2 y así conocer, por ejemplo, si la muestra analizada proviene de la variante delta o de la variante ómicron. Los laboratorios de secuenciación externa más cercanos a Venezuela están ubicados uno en Panamá y otro en Trinidad y Tobago. Hay por supuesto, otros a lo largo y ancho de Latinoamérica. Por cierto, los tres que hay en Cuba también son de secuenciación externa. Pueden verificarlo en el link.

Equipos de última generación para secuenciar genoma son, por ejemplo, el «MISeq System» de Illumina y el tema aquí no es tener el equipo cuyo costo es de unos 130.000 dólares norteamericanos (hay otros equipos como el Illumina HiSeq 2000 o el PacBio RS, que están por el orden de los 700.000 dólares) sino los insumos y reactivos y el personal especializado y capacitado para manejar el equipo y materializar la secuenciación y el análisis filogenético.

Si una compañía privada ofreciera, por ejemplo, ambas pruebas en simultáneo en un aeropuerto de cualquier ciudad del mundo  -la PCR y la secuenciación genómica- el precio conjunto de ambas pruebas podría estar fácilmente por encima de los 300 dólares, un precio definitivamente caro para el viajero promedio, ello en virtud de que para garantizar la sostenibilidad de dicha compañía y sin considerar el margen de ganancia, el precio mínimo (break-even) debe cubrir los costos variables (insumos y reactivos), los fijos (personal especializado y capacitado) y los mixtos (reparación y mantenimiento del equipo).

Ahora tienen más herramientas para decidir que creer y que no creer.

 


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