El título lo he tomado de unas declaraciones del infatigable dirigente guayanés Andrés Velásquez, quien ha dado en el blanco al calificar así al grupete de caimanes dormidos que se ha arrogado una representación opositora que ni de lejos ostenta ni ostentará jamás.

En evidencia ha quedado la intención macabra –¿cuándo no?– de la peste que se halla enseñoreada en Miraflores, de diseñar a su medida una seudooposición que sirva a sus intereses, con la cual sentarse a debatir lo que no se debate y en fin, tratar con gandules la ocupación de sillas en una mesa inexistente, o mejor dicho, que solo existe en sus mentes de ideas explosivas y planes diabólicos.

Son los mismos amanuenses que en otrora cuestionaron las intentonas golpistas en contra del gobierno legítimo del presidente Carlos Andrés Pérez, otros apoyaron al desquiciado golpista en 1998, y hoy, en un absurdo inexplicable, se disponen dizque a dialogar con los mismos facinerosos que se niegan, con terquedad de porfiao, a abandonar el poder.

Son los mismos que, siguiendo el ejemplo del delirante milico barinés, han negado la celebración de elecciones legítimas, referendos, han anulado partidos políticos, apresado y perseguido a líderes de la oposición e incurrido en un largo rosario de tropelías y malandanzas de parecida naturaleza.

Olvida este grupete autodenominado “nueva oposición” que quien ocupa la silla de Miraflores lo hace en virtud de la farsa, del simulacro, del fraude ocurrido el  20 de mayo de 2018, trampa que ellos mismos auparon y apoyaron fervientemente, y al propio tiempo reconocen a ese bodrio que mientan “asamblea nacional constituyente” (anc), “elegida” con total desapego a las normas del ordenamiento jurídico vigente en Venezuela. De allí su ilegalidad, ilegitimidad e inconstitucionalidad.

Como se sabe, coloquialmente al cachivache se le conoce como objeto, generalmente de escasa utilidad, al que se concede poco valor. Un uso, por ejemplo, sería: «hubo que ordenar los cachivaches para poder pasar»

Es el trasto, coroto, pereto o cacharro. También el objeto o utensilio, generalmente de forma extraña o complicada, que no se sabe cómo nombrar. De allí la genialidad de designar así a quienes se han confabulado, en una suerte de detestable gavilla para atentar contra los más altos intereses de la democracia venezolana, o lo que queda de ella.

De acuerdo con el compilador Salvador Gonzales, del diario La República de Perú, este término fue documentado por primera vez en 1599 en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, y posteriormente en 1611, el filólogo Sebastián de Covarrubias (1539-1613) comenta que “cachivaches son los trastos viejos y quebrados que están en los rincones de las casas…”.

Así vemos cómo los cachivaches políticos que integran el aludido grupete, presurosos y diligentes, sirven la cama y la mesa, el mantel y la alfombra, los cubiertos y las servilletas e intentan –groseramente– legitimar lo que nada ni nadie puede legitimar.

Conviene reiterar que ni el 20 de mayo de 2018 hubo elecciones legítimas en Venezuela ni ese bodrio que es la anc es legítima. Así lo han reconocido y asumido más 50 países que ven en la Asamblea Nacional al único poder público con legitimidad de origen y de desempeño, y al diputado Juan Guaidó como su presidente (ratificado) y al propio tiempo encargado de la Presidencia de Venezuela.

El país democrático se enfrenta hoy (nos enfrentamos) a sujetos tan incapaces que pierden una supuesta guerra económica que solo cabe en sus mentes obtusas, empeñadas en apoyar un sistema fracasado y corrupto, una inexplicable unión contra natura que la llaman “cívico-militar”.

Los militares siempre han fracasado en el gobierno. No existe una excepción. Una verdadera lástima que la mediocridad partidista tan criticada haya llegado a lo más profundo del barranco, con una clase política mucho peor que adecos, copeyanos y masistas de otros tiempos. Más serviles y menos independientes, más lacayos y lambucios, además de tristes servidores del militarismo más arbitrario y abusivo que se haya vivido en Venezuela.

Lo ocurrido el pasado lunes 16 de septiembre hogaño en la Casa Amarilla, fue el encuentro de un gobierno usurpador con un hatajo de serviles que olvidan que las personas pasan, las instituciones quedan y que el país no se muda.

Son dos ilegalidades que se juntan para hacerse mala compañía.


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