En mi andadura por Italia… en modo “amigo invisible”, tal como nos nombraba Arturo Uslar Pietri, al inicio de cada programa suyo Valores Humanos en TV; he seguido etéreo los pronósticos sombríos y surrealistas en la prensa de esta nación sobre el petróleo, que se han cumplido. De la misma forma que se cumple la predicción de Uslar Pietri: “Si Venezuela no siembra su petróleo, no habrá futuro”.

La OPEP+ se reúne en Viena (marzo 2020) y toman conciencia de que hay sobreproducción de crudo en el mundo, los inventarios están full (no hay más capacidad de almacenamiento), solo hay vendedores y no compradores,  y entonces, queda claro que incluso con los recortes de producción obligatorios, teniendo la buena pro de los saudíes y hasta de los rusos (que no son miembros de esta organización), no evitarán el colapso de los precios global; influye también  el impacto del covid-19 en la economía general que ocasiona una fuerte caída en la demanda del crudo, desencadenando a su vez un desplome histórico en la cotización del barril (la más grande desde la Guerra del Golfo en 1991), que agrava la crisis venezolana.

Y observo, sin “schadenfreude”, pues no soy alemán sino venezolano, que el derrumbe del precio del oro negro empeora aún más la bancarrota de la Venezuela de Nicolás Maduro, el ilegítimo.

Rosneft, la petrolera estatal rusa, en un movimiento repentino, lo vende todo en Venezuela; lo que supone el fin de las actividades de una compañía que se ha convertido a lo largo de los años en una pieza clave en la batalla geopolítica que Estados Unidos y Rusia mantienen en torno a Venezuela. Sin embargo, algunas de las refinerías del Complejo de Jose, quedan en manos del gobierno ruso (en un aproximado de 49%), tal vez (dicen por estos lares), para que puedan negociar mejor de gobierno a gobierno cuando en Venezuela cese la usurpación del actual régimen.

¿Y China? Pues renegocia con Venezuela, o más precisamente con Maduro, quien posee una colosal deuda con bancos chinos que convienen con pagos del petróleo venezolano, pero el contexto de la pandemia de coronavirus, además de las sanciones estadounidenses sobre Pdvsa, hacen que los precios del crudo se ubiquen muy por debajo de los costos de producción. Y los chinos, que han invertido millones en el territorio suramericano, insisten en cobrar, bajo la premisa de que el coronavirus no es un cuento, ni es chino.

Así las cosas, PetroChina Co. Ltd., subsidiaria de CNPC, ha reducido substancialmente su personal operativo en la faja del Orinoco, dado que invertir en Venezuela solo podrá tener sentido si se concreta la transición a la democracia en el país. “No hay dos soles en el cielo ni puede haber dos emperadores sobre el pueblo”, Confucio.

Maduro tratando de escrutar paliativos para que sigan operando los ha exonerado del cobro del impuesto sobre la renta, e incluso del monto total por concepto de regalías por producción, beneficios de esas ventas que han sido usadas para que Caracas pague al gigante asiático millonarios y viejos créditos adquiridos por la dañina revolución bolivariana, y ahora tan solo los chinos están produciendo 50.000 barriles y evaluando acciones para reducir aùn más los costos.

Y a propósito de costos…

De pronto dejo de ser “amigo invisible”, a los ojos de un taxista que se detiene sin yo solicitarlo para llevarme a casa desde la redacción de la Asociación de Prensa Extranjera en Milán. Me suena la corneta de su automóvil, me hace subir al vehículo, ambos con mascarilla. Y me dice:

—¿Hacia dónde va?

—A mi casa, a seguir en aislamiento.

—Usted es periodista, verdad. Lo llevo, me expresa.

—¿Por cuánto? –Le hago la pregunta de rigor, a pesar de que hay taxímetro, no lo pone en funcionamiento.

—No se preocupe, gratis, hoy en Italia el precio de la gasolina ha bajado, y hacemos servicio gratuito a personal médico y periodistas, a causa del encierro por el coronavirus.

Y yo pienso dentro de mí: [en Venezuela, siendo un país petrolero, la gasolina cuesta 10 dólares el litro, si acaso la consigues]… ¡Qué vergüenza con este señor! Me encojo de hombros, agradezco,  y me hago “amigo invisible”, otra vez.

@CarlosOmobono


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