En mi andadura por Italia me ha sido difícil traducir al italiano «casabe», o «cuatriboliao», expresión venezolana inmortalizada por Rómulo Gallegos en su novela Doña Bárbara (1929), vale decir, personas de mucho valor (molto coraggio), audaces (audace), con arrojo (lancio) y empeño (e che si sforza).

Tal es el caso de tantas almas nobles pertenecientes a distintas asociaciones humanitarias de venezolanos en Italia, casi una docena reunidas en la Federazione Europea di Associazioni Venezuelane (FEAV). Nos dedicamos, al azar, a cuatro de estas «cuatriboliadas»:

Asociación Insieme per il Venezuela, que presidida por la internacionalista Mercedes Vásquez Antonioni, a dos años de haberse constituido en Milán, ha enviado a Venezuela un aproximado de 2 toneladas de insumos, desde una simple aspirina hasta fármacos oncológicos. Ha ayudado a niños con HIV y otros con problemas de desnutrición. Cuentan con delegados en Mérida, Puerto La Cruz y Araure. A su vez, la organización colabora con las fundaciones Impronta Venezuela y ReProyecta País (Caracas), Vasos de Misericordia de Zuata (Aragua), Creo en ti y Dejando Huellas (Guárico). “Después del verbo amar, el verbo ayudar es el más bello del mundo” es la máxima que los guía, aforismo de Bertha von Suttner, escritora austriaca y Nobel de la Paz 1905. Dibujos de agradecimiento hechos por los niños en blanco y negro los llevó a indagar y constatar que había solo 15 lápices de colores para casi 100 pequeños. Así nació el plan Navidad a Color, que dona juguetes, marcadores y creyones para que los niños imaginen y creen mundos a colores.

Tras la Navidad a Color, de la Cuaresma se ocupa A.L.I. Associazione Latinoamericana in Italia, organización sin fines de lucro desde 2017, en el valle Peligna del Abruzzo, cuyo presidente, el doctor Edoardo Leombruni, a través del proyecto ALI para Venezuela, se ha asociado con el Programa de Ayuda Humanitaria para Venezuela – PAHPV Inc., con el objetivo de contribuir con medicamentos y equipos médicos para hacer frente a la crisis de salud, cada vez más grave, que afecta la nación suramericana. Así, han despachado más de 35 toneladas de ayuda humanitaria, esforzándose en resolver los costos de envío, de por sí onerosos. Con sus “alas” solidarias A.L.I. (ali significa alas en italiano), lanza en la Cuaresma de 2019 una campaña de recolección de leche en polvo para niños de 0 a 3 años, en colaboración con Cáritas, y donaciones de personas que atienden al llamado. Se recolectan, envían y distribuyen a Venezuela alrededor de 1.200 kg de leche deshidratada. A.L.I. Associazione cuenta con 29 centros de recolección en varias ciudades italianas que reúnen a 200 voluntarios, en su mayoría italianos. Sincretismo cultural.

Y si de interacción y sinergia se trata, la asociación Venezuela Viva ONLUS de Pavullo nel Frignano, provincia de Módena, que preside la ingeniero Ángela Arboresi, quien en dupla con la abogado Gretna el Halabi, creadora en Lara de la ​Fundación Mapani Venezuela ​(Madres y Padres por Niños en Venezuela), ponen en funcionamiento un ​Centro de Servicios Sociales y Salud que se encuentra, en una típica casa colonial en el centro de Barquisimeto, donde atienden gratuitamente niños, en su mayoría menores de 5 años, con un tipo de desnutrición leve, crónica o grave, a través de asistencia nutricional, pediátrica, psicológica y legal. Ayudan, gracias a los aportes de Venezuela Viva ONLUS un promedio de más de un centenar de infantes al mes, hasta la recuperación completa de los niños; aún más, se ocupan legalmente de su situación como menores y sus derechos humanos.

Todos por una Venezuela mejor, sin distinción.

Venezuela en Toscana, una organización de voluntariado cuyas actividades están encaminadas a la defensa y difusión de una cultura de paz y solidaridad. Teniendo como norte: libertad, justicia, hermandad e integración. Dirigida por la arquitecto Claudia Romero, desde hace tres años, este grupo con sede en Florencia está suministrando alimentos a un reparto pediátrico de un hospital en Valera y, hasta el momento, han distribuido más de 21.000 comidas. Todo empieza cuando un aciago domingo no alcanzan las arepas a disposición para todos los niños hospitalizados en el pabellón y hay que rifarlas. La injusticia del azar lleva a Venezuela en Toscana a decidir que a partir de ese momento no le faltaría comida a niño alguno, no se puede dejar a la suerte la solidaridad de compatriotas.

El optimismo es la fruta de la vida, y estas asociaciones «cuatriboliadas» son optimistas.

@CarlosOmobono


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