En mi andadura por Italia… entendí que resisto, luego existo, parafraseando al filósofo René Descartes (el siglo XXI se vuelve sensible a la lección cartesiana). Subsisto con una sonrisa constante porque dependo exclusivamente de mi Dios, mi alma lo sabe bien. Él es quien me conforta para no temerle a las transiciones, a los fracasos, porque confianza no es creer que uno no va a fracasar, confianza es estar seguro de que Dios nos va a levantar en mérito de nuestros sueños con objetivos precisos.

Con Dios la vida no muere nunca.

Parecería que mi opinión de hoy, a propósito de la cercanía del Domingo de Pascua, es afanosa de religiosidad, en cambio trata de espiritualidad adulta, más bien es la necesidad de compartir sacrificios y esperanzas con muchos lectores compatriotas (alrededor de 5 millones) quienes en estos tiempos de pandemia y dictadura viven un expatrio obligado en una Babilonia bíblica, sean creyentes como yo, o no.

Tienen que disculparme si comparto mi caso personal, pero es el que conozco mejor. Soledad, incertidumbre, estrechez económica, les resulta familiar: somos presa de la ansiedad. No es fácil para nadie tener que elegir si dejar de comprar comida para optar por la medicina para la tensión o viceversa. En este país, para salir del trance se puede apelar a las prestaciones de carácter social que otorga el Estado anfitrión, anotarse es sencillamente obtener un certificado de pobreza que autorice el acceso a prebendas para precarios.

Comúnmente conocida como ayuda humanitaria, sin embargo, es tan precaria que necesita ser completada –como lo cantaría Joe Cocker, “con una pequeña ayuda de mis amigos”–. Martha Bárbara, Ida y Gabriele, Maritza, Mariangela, Flavio, Vincenzo y Gianna, es a través de ellos que Dios me mima. No me faltan las amistades generosas que, aún con sus problemas, pueden dar una mano: unas palabras de aliento, como en el caso de Oscar, a veces son de bendición; o el caso de Eliana, que con su “lápiz rojo” me ayuda en la corrección de mis escritos, que produzco en continuación; tener una vivienda que literalmente me proveyó el alma buena de Basilio, o estar pendiente semana por semana de mi provisión de alimentos como hacen Daniela y GianCarlo. Esto significa considerarse los unos a los otros para provocarnos el amor y las buenas obras.

Me preocupan otros compatriotas que abandonados a su suerte no alcanzan a mantener viva la esperanza y en consecuencia las bendiciones ¡Soy un bendecido, muy agradecido!

La solidaridad desinteresada de mis amigos es muy distinta de las segundas intenciones del “pastor evangélico en la Iglesia Maranatha Venezuela & venezuelan businessman”, Javier Bertucci. Este “pastor” se hizo cómplice del régimen hasta ocupar una curul como diputado por el estado Carabobo en una ilegítima legislatura de la Asamblea criolla (2020). Dos lustros antes, estuvo bajo arresto domiciliario acusado de haber trasladado desde el muelle de Ocamar de Puerto Cabello al puerto de Barahona, en República Dominicana, un tanquero con 5.000 toneladas métricas de diésel, a través de la empresa Tecno Petrol y, recientemente, fue deportado de Estados Unidos, declarado inadmisible cuando intentó ingresar por el aeropuerto de Miami, donde supuestamente iba por “ayuda humanitaria”. En lo que a mi respecta solo Dios puede juzgarlo. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Estas palabras de Jesús (Mateo 22, 15-21) indican la existencia de dos planos: el de la sujeción a las leyes civiles en el ámbito estatal y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe. “¿Qué es el alma? ¿Cuánto vale?”, predicó Bertucci el 07/10/2016 y después de observar su comportamiento yo también me lo pregunto.

Se trata de que Dios conoce realmente nuestro corazón.

Yo, gloria a Él, tengo la fuerza de ser frágil mientras llega mi hora de salir de Babilonia y he podido aportar honestamente mis competencias a destajo, enseñando español por algunos años en una de las más prestigiosas universidades de Milán, redactando artículos en italiano para conocidas revistas y periódicos, P.E.N. Club Italia Onlus, 7Corriere, L’Eco di Milano e Provincia; traduciendo del italiano al castellano el catálogo para el consorcio de Chieti TOTOHolding y escribiendo el prefacio de un libro de Ediciones La Zisa, hasta ser miembro del jurado del premio cinematográfico Globo d’Oro 61° edición 2021 que otorga la Asociación de Prensa Extranjera en Italia.

Al mismo tiempo, hago un cuantioso voluntariado con miras a reconquistar la democracia en mi país, inventando flash mob, denunciando a través de entrevistas en TV, radio y prensa italiana las salvajadas del régimen del ilegítimo Nicolás Maduro –que me expulsó de mi patria, como a otros millones de venezolanos– coadyuvando asociaciones de paisanos presentes en el territorio italiano; dando conferencias en distintos auditorios recorriendo el territorio, encaminado a crear opinión respecto a la trágica situación venezolana.

Consensuando toda esta actividad con los “press tour” a los que me invitan en mi condición de corresponsal de prensa, con los que he podido apreciar los lugares más bellos, las comidas más exquisitas, las tradiciones más interesantes de la Italia que me ampara y publicarlo.

Relato todo esto para expresar que las guerras duran hasta que uno las gane, entretanto, hay que sobrevivir las batallas con paciencia y yo he hecho más, he vivido entendiendo cuál es mi rol, en alianza con Dios, hasta que el final deseado se realice como la Resurrección de Cristo, esperanza mía.

@CarlosOmobono

 


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