Cabello amenaza a El Nacional, anuncia la sentencia de un tribunal dominado por él mismo, lo que permitirá acabar con el periódico y todas sus iniciativas, literarias, históricas, editorial, pedagógica y sobre todo en el campo de la libertad. El Stalincito amenaza: “Estoy esperando que salga la sentencia para nosotros entregarle a la Universidad de la Comunicación la sede de El Nacional”. Este ultimátum trae a la memoria una anécdota narrada por Leonardo Padura, quien cuenta que después de una intervención de Stalin en una reunión del partido, Trostky intentó aclarar las ideas erróneas emitidas por su camarada. Cuenta Padura que un asistente a la reunión le susurró a Trostky en el oído: “Esta intervención tuya contra Stalin la pagarán con sangre hasta tus últimos descendientes”. Y así fue, Trotsky murió de un hachazo, sus hijos y allegados fueron cercados por el sanguinario Stalin, prisioneros y asesinados.

No hay que perder el tiempo denunciando que la Universidad de la Comunicación no existe, que la oferta con los terrenos de El Nacional es otra vulgar mentira: “Los terrenos que se encuentran en el sector de Quinta Crespo, que también pertenecen a El Nacional, serán usados para construir edificios de apartamentos para periodistas”. La única pregunta válida en este tópico sería: ¿Cuáles periodistas? Quizás los asalariados del régimen en sus pasquines. Sabemos que Cabello y su régimen solo actúan en beneficio personal, para los familiares de Cilia, ávidos de propiedades inmobiliarias, como lo demuestran sus posesiones recientes en Cumbres de Curumo. Además, Venezuela sabe que nuestros periodistas no se venden.

Más allá del aspecto cruel, caricaturesco y despótico de Cabello-Stalincito, esta destemplada amenaza es una convocatoria para enfrentar los desmanes de la dictadura, escondida detrás de una supuesta decisión jurídica que sabemos es emitida por un juez en la servidumbre que  evidentemente se plegará a la orden de su amo, el fatídico  Cabello–Stalincito.

La tarea comunicacional del socialismo del siglo XXI ha sido clara, desaparecer la prensa libre, la radio y todos los medios de comunicación independientes, de la jerarquía de El Carabobeño, Notitarde, Panorama, Correo del Caroní, en total 66 periódicos y televisoras como RCTV han sido cerrados o llevados al límite. La institución responsable ha sido la siniestra Corporación Maneiro, cuya tarea siempre fue negar el acceso al papel, a la tinta, a la propaganda, a los recursos financieros para cancelar las deudas con los proveedores. Un paquete cuyo único gran objetivo ha sido imponer la hegemonía de las ideas socialistas. La amenaza de Cabello es la maniobra desesperada ante aquellos que nunca se plegaron, que no han tenido temor de defender sus ideas.

El periódico ha respondido en la voz de su gerente Jorge Makriniotis: «Ayer salió Diosdado Cabello atacando al periódico, diciendo que se quedará con nuestra sede. Pero El Nacional no pide cacao ni come cuento. Nosotros seguimos porque el valor de la empresa es su gente, no el tamaño de su oficina, no un edificio. Digan lo que digan seguiremos acá, apostando y soñando con una Venezuela libre».

El zarpazo contra El Carabobeño mostró claramente el procedimiento para imponer la hegemonía comunistoide, seducir a las masas por una vía diferente a la violencia explícita, empleada por Fidel Castro y su revolución, que destrozó materialmente a más de los 60 periódicos que existían en la Cuba prerrevolucionaria.

En Venezuela la represión se ha pulido, no destrozan a martillazos las rotativas, simplemente ahogan el medio por otras vías y en el caso de El Nacional apelan a una justicia inexistente en este país sin ley. El camino siempre ha sido parecido hasta llegar a El Nacional: Silencios administrativos ante la solicitud de divisas para honrar deudas con proveedores externos, entregas deficientes de insumos, papel, tinta, represión fiscal, multas y cierres, acoso y violencia contra periodistas y empresarios de la comunicación, compras hostiles ante la negativa de cambiar las líneas editoriales. Cabello-Stalincito emplea un nuevo recurso: apelar a la justicia. No ha podido con la coacción material, por tanto recurre a “sus” tribunales para que le construyan una sentencia a su medida. Todos sabemos que más de 80% de los jueces venezolanos son puestos a dedo por el PSUV, Maduro, Cabello y Padrino.

No queda más que los lectores de un periódico emblemático de nuestra vida en todos los planos: cultural, artístico, deportivo, económico, político, social, filosófico. Estamos obligados a defender este bastión de la libertad de la toma por los bárbaros. El Nacional es un periódico independiente venezolano, fundado en la ciudad de Caracas el 3 de agosto de 1943, actualmente dirigido por Miguel Henrique Otero, nieto e hijo de los fundadores del diario. Su primer director fue el poeta Antonio Arráiz.  Si nos duele, defendamos este “último” periódico.


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