El encantamiento de serpientes del populismo autoritario encuentra en América Latina un caso que encierra una paradoja. Se trata de El Salvador y el bukelismo, movimiento que se ha generado alrededor del presidente Nayib Bukele. La paradoja es la creencia en la democracia y en el autoritarismo al mismo tiempo. Es decir, la fe en las instituciones democráticas y en el proceder arbitrario del Ejecutivo.

Por un lado, la sociedad salvadoreña ha mostrado los últimos años una elevada confianza en las instituciones. De hecho, es el país que puntúa más alto según el Barómetro de las Américas de 2021, con 85%. Ha llegado a estar por encima de democracias plenas como Costa Rica y Uruguay. Igualmente, mantiene una confianza en las elecciones del 66 %, un número más alto que el promedio de la región. Pero, por otro lado, esta misma sociedad avala, con una elevada aceptación, la actuación autoritaria de Bukele. El mandatario se ha destacado por una gestión resistente a la división de poderes y una pragmática refundacional sin resortes institucionales.

Creencia democrática y práctica autoritaria

Tres eventos emblemáticos demuestran el carácter antidemocrático de Bukele. Primero, el asalto al Parlamento con militares en diciembre de 2020 para ordenar la aprobación de recursos extraordinarios a su política de seguridad bajo amenaza de disolver el Poder Legislativo. Segundo, el accionar extrajudicial en el combate a las pandillas que devino en diversas advertencias de vulneración de los derechos humanos de civiles inocentes. Tercero, la reducción en junio de 2023 del número de parlamentarios de la Asamblea Legislativa y de los gobiernos municipales a pedido del presidente, con el argumento de reducir la burocracia y ampliar el centralismo. Así, El Salvador disminuyó los escaños de representantes a la Cámara de 86 a 60, y la cantidad de municipios de 262 a 44.

En agosto de 2022, tres años y medio después de que Bukele ascendiera al poder, su popularidad llegó al 87,8 %. De acuerdo con Data World, este número trepó al 90 % en junio de 2023. Se conjuga así lo antes dicho: una alta valoración de la democracia, las instituciones, los derechos ciudadanos y la división de poderes, con la validación de un proceder autoritario que anula la pluralidad, potencia la concentración de poder y prioriza la efectividad en cualesquiera que sean sus términos.

Esta paradoja tiene además un detalle peculiar. En los últimos 20 años, la sociedad de El Salvador incrementó en 31 puntos porcentuales su rechazo a golpes militares, que pasó del 40 al 71 %, mientras que en ese mismo periodo sucedió lo opuesto respecto a rechazar golpes del Ejecutivo, el número descendió en 36  puntos porcentuales, de 85 a 49 % (Barómetro de las Américas, 2021). Así, el bukelismo ha hecho posible la convivencia entre creencia democrática y práctica autoritaria, con ropaje de legitimidad emanado de la convalidación (o sumisión) social. Y, quizá lo más preocupante, ha popularizado la idea de que un golpe de Estado sería positivo, siempre y cuando ayude a resolver problemas.

Bukelismo

Nayib Bukele ha tenido una carrera variada en cuanto a sus posiciones políticas. Primero como alcalde de Nuevo Cuscatlán (2012-2015) y San Salvador (2015-2018) por el izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Luego pasó a ser parte del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional, formado por anteriores miembros del derechista Alianza Republicana Nacional, con el que ganó la elección presidencial de 2019. Finalmente, una vez en el poder, fundó su propio partido, Nuevas Ideas. Esta organización se autopercibe como tercera posición. Se caracteriza por una práctica política que mezcla populismo, nacionalismo, progresismo, conservadurismo y el culto al personalismo de su principal referente. Nuevas Ideas es presidido por el primo de Bukele, Xavier Zablah Bukele.

La raíz de la popularidad de Bukele reside en su impronta arbitraria para el abordaje de la gestión pública, que rechaza contratiempos normativos y contrapesos institucionales. Para legitimar esa forma de ejercer el Ejecutivo, Nuevas Ideas recibió el apoyo del 66 % del electorado en 2021 y consiguió 56 de los 84 parlamentarios a la Asamblea Legislativa, ahora reducida a 60 escaños. Así también, obtuvo un 51 % de los votos a nivel municipal, lo que se transformó en la obtención de 152 de las 262 municipalidades, que ahora fueron reducidas a 44. Esta delegación popular en la figura de Bukele y sus abanderados le entregó el poder mayoritario en el Legislativo y en los gobiernos territoriales, potenciando un esquema de recentralización solo comparable con el de los autoritarismos hegemónicos.

Autoritarismo «for export»

La luna de miel del pueblo salvadoreño con el carismático Bukele acarrea graves consecuencias para la democracia latinoamericana. Un ejemplo nítido sobre una exportación tóxica es su manejo de la crisis de inseguridad. La administración de Bukele se precia de haber hecho descender dramáticamente los homicidios en el país, uno de los más violentos del continente. Sin embargo, esto se ha logrado gracias a un alto costo en materia de derechos humanos y violación del debido proceso.

El Salvador vive en estado de excepción desde marzo de 2022, cuando el presidente declaró lguerra a las maras o pandillas, principales actores del narcotráfico, secuestro, extorsión y otros delitos graves. Esta situación de emergencia normalizada ha regularizado la suspensión de las garantías constitucionales y la entrega de poderes ilimitados al Ejecutivo.

En el 2015, El Salvador tenía 103 muertos por cada 100.000 habitantes. En 2022, este indicador descendió a 7,8 muertos. Para ello, el Estado permitió la detención discrecional de miles de personas, sospechosas o no. Como consecuencia, muchos inocentes, en su mayoría jóvenes de barrios pobres, fueron encarcelados. La existencia misma del crimen y de los homicidios, que en Latinoamérica tiene indicadores alarmantes, es terreno fértil para el surgimiento de estas figuras que hacen de la mano dura su filosofía de gestión, llevándose puesta la institucionalidad.

Legitimación de los resultados

La actuación de Bukele frente al Ejecutivo, efectista a toda costa, pone en entredicho la existencia misma del Estado de derecho. Exhibe, ante una región envuelta en diversos problemas estructurales, la posibilidad de convalidar cualquier exceso con tal de resolver los problemas.

¿Puede exportarse el bukelismo a otros territorios de la región? De momento no hay cómo afirmarlo, pero sí existen seguidores de Bukele y su política de seguridad que promueven el método del salvadoreño con aspiraciones electorales en otros lugares de la región. Personas como los candidatos presidenciales Javier Milei (Argentina), Jan Topic (Ecuador), José Antonio Kast (Chile), Zury Ríos Sosa (Guatemala), Paraguayo Cubas (Paraguay), y la senadora colombiana María Fernanda Cabal, reivindican el proceder del líder de Nuevas Ideas.

Artículo publicado en Diálogo Político


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