José Napoleón Duarte

Durante el tiempo que estudié en España viví en el Colegio Mayor Mara, una residencia estudiantil con todo lo que debía tener este tipo de establecimientos. Tenía la ventaja de que sus residentes hacíamos todos vida de estudiantes y se formaban amistades con mucha facilidad. De hecho, conservo muchas de ellas todavía. El María de los Apóstoles, Mara, era un colegio mayor de fachas (Su dueño era la Confederación Nacional de Ex Combatientes, que apenas llegó la democracia se quitaron el “ex”) que no escogí por facha sino porque era el más cómodo de los que conocí cuando mi padre me llevó a escogerlos. Allí, además de los alumnos españoles de provincias que venían a estudiar a Madrid y, casi la mayoría, a la Universidad Complutense, había un grupo no muy numeroso de estudiantes hispanoamericanos. A través de uno de ellos supe por primera vez qué era el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Un estudiante salvadoreño tenía la calcomanía adosada en su cuarto que por supuesto constituyó una de nuestras insalvables diferencias políticas. He sido de derecha desde niño de modo que nunca me conmovió el Che ni la izquierda en cualquiera de sus engañosas pócimas, ni los vendedores de paraísos que han azotado nuestras comarcas, ni la Nueva Trova cubana a la que sigo considerando un irrespeto para cualquier oído libertario. En la Venezuela de los sesenta y setenta crecimos con el convencimiento inequívoco de que el castrocomunismo era una aberración, una satrapía genocida y violadora de los derechos humanos. Por eso me cuesta entender cómo un país conservador como el nuestro se suicidó en primavera votando por quien lo hizo en 1998, cuando ese candidato había sido recibido por el tirano Castro antes de ser elegido. Con convicciones ciertas nadie le da un cheque en blanco a los depredadores, pero aquí se perfeccionó la sinrazón colectiva alentada por intelectuales y empresarios oportunistas. Los intelectuales perdieron el juicio y los empresarios, sus empresas. Huelga decir que el salvadoreño en cuestión era de una familia acomodada lo que siempre nos hace pensar que desde la burguesía se comienza a tejer la soga con la que será ahorcada, como sostenía el inefable Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. Muchos años después en la maestría en Tulane University, una de las materias que cursé con mi profesor, Roland Ebel, además de un seminario de política internacional, fue un curso sobre El Salvador contextualizado en los procesos históricos de la América Central lo que me permitió familiarizarme muy de cerca con la región y con el país. El profesor Ebel era un convencido protestante que iba todos los años a Centroamérica a promocionar los estudios bíblicos. Se trataba de un extraordinario educador con una obra dedicada a la política centroamericana, en especial la de Guatemala. Ese semestre que ofreció fue muy enriquecedor por el elenco de las personas invitadas como el profesor Enrique Baloyra, o el para entonces embajador de El Salvador en Estados Unidos.

Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Uno de los grandes luchadores por la democracia salvadoreña fue José Napoleón Duarte que fue torturado en las cárceles de su país y quien, por cierto, vivió en Venezuela durante siete años donde fue asesor del Centro Simón Bolívar en proyectos de vivienda y renovación urbana. La primera vez que el ingeniero Duarte viajó a Estados Unidos en visita oficial como presidente, se arrodilló y besó el suelo lo que algunos interpretaron como un acto de lamesuelismo pero que en realidad era una manifestación de gratitud por las presiones americanas ante el gorilismo militar de su país y el apoyo a la redemocratización de El Salvador. La guerra civil duró entre 1979 y 1992 y en 1980 se produjo el lamentable asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien venía denunciando la violencia política de su país, las violaciones de los derechos humanos, y los escuadrones de la muerte. Monseñor Romero era un obispo si se quiere del establishment, pero el homicidio de su amigo el jesuita Rutilio Grande lo traumatizó. De hecho, se quedó ciego unos días, como san Pablo a su llegada a Damasco. Al recuperar la vista, supo que también tenía una nueva misión por delante en defensa de los más desfavorecidos. Eso le costó la vida y la bala que la cegó en el momento de la eucaristía provenía de los grupos paramilitares alentados por el tristemente célebre mayor Roberto D´Aubuisson, el fundador de Arena que fue el partido que sucedió en el gobierno a Duarte.

Nayib Bukele

No cabe duda de que ese minúsculo pero industrioso y densamente poblado país ha tenido una historia dolorosa de dictaduras, guerra civil, escuadrones de la muerte, asesinatos, lo que no pareciera nunca suficiente para precaver el despotismo. Por si fuera poco, ha sido afectado por la Mara Salvatrucha, una organización del crimen organizado multinacional. El actual presidente, Nayib Bukele, proviene originalmente del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Ese detalle no puede olvidarse porque traza el origen de su autoritarismo, no obstante que el FMLN anteriormente también fue opción de poder, y se acogió a las aguas bautismales de la democracia. Al ser electo presidente en 2019 ya había dejado atrás al Farabundo Martí siendo aupado por la Gran Alianza por la Unidad Nacional. Desafortunadamente, el poder si no se maneja con atención dentro de la razón de una democracia creída y sentida, tiene unos mecanismos de pérdida de contacto con la realidad en el momento en que los políticos comienzan a pensar que son imprescindibles y que, dentro de esa narrativa, hacen que el estado de Derecho se convierta en su estado de Derecho. Nadie se salva del peligro demagógico que resquebraja la democracia:  la desobediencia incivilizada de Donald Trump lo dejó en evidencia como un golpista de la democracia americana; le sigue Jair Bolsonaro con el mismo libreto atroz cuando adelanta que se pondrá al margen del ordenamiento jurídico porque las elecciones serán un fraude. El mismo método que lo llevó al poder súbitamente resulta desconfiable. Ni hablar del dúo delincuente formado por el pedófilo de Daniel Ortega y su mujer Rosario que lleva las cuentas en los dedos con las sortijas que enumeran sus negocios y la represión. Y allí está el populista de Bukele, alentando que las instituciones se adapten a él en su carrera de asegurarse la reelección indefinida prohibida expresamente por la Constitución. Bukele es un proxeneta que está prostituyendo a las instituciones democráticas salvadoreñas de modo que, como en la novela de Varguitas, hay que renombrarlas como las visitadoras del propio presidente en ejercicio. Curzio Malaparte en su libro Golpe de Estado. La técnica de la revolución dice que una de las formas para desarmar la estructura institucional de una nación es dando un golpe de Estado que iniciará una revolución en el caso de los comunistas, o llegando de forma democrática, y una vez en el poder comenzar a cambiar desde adentro las cosas que es la vía fascista en la que se produce la captura y transformación del Estado. Esta es la más siniestra, porque la acompaña la supuesta legitimidad que le otorga perversamente el voto. Fue lo que hizo Hitler después de 1933 y lo que por cierto se llevó a cabo en nuestro país a partir de 1999, y que nunca ha terminado del todo.

Mapa de la República de El Salvador

La Iniciativa Democrática de España y las Américas, IDEA, formada por los expresidentes democráticos del hemisferio ha generado un importante documento en el que acusa a la Sala Constitucional de El Salvador de “reescribir la Constitución por vía judicial a objeto de disponer la figura de la reelección presidencial” con su decisión del 3 de septiembre. No olvidemos que esto fue posible gracias a que la Asamblea Legislativa destituyó de la noche a la mañana a los jueces constitucionales en mayo de este año. Esta misma declaración recuerda el criterio de la la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto a las reelecciones presidenciales indefinidas: “el mayor peligro actual para las democracias de la región no es un rompimiento abrupto del orden constitucional, sino una erosión paulatina de las salvaguardas democráticas que pueden conducir a un régimen autoritario, incluso si este es electo mediante elecciones populares”. Todos se preguntarán para qué sirven estos documentos, cuál es su verdadero alcance mientras la democracia se ultraja en las narices de todos. La preocupación es genuina: hay resoluciones elegantemente redactadas mientras el autoritarismo pisotea a los ciudadanos. Pero si no se dan estos acuerdos de condena no se allana la vía para el posterior juicio a los déspotas por violación de los derechos humanos. Lleva tiempo, claro está. Nuestros cronómetros de vida corren con mucha prisa mientras los relojes de los organismos internacionales van un ritmo de exasperante lentitud. El tema de la reelección indefinida en nuestras latitudes no ha traído sino miserias porque de por sí el presidencialismo ha sido históricamente invasivo y carece de los controles y balances necesarios para establecerle límites a su arbitrariedad. Los mexicanos fueron muy sabios al negarla de plano: un sexenio y sanseacabó.

En estos días la escritora Gisela Kozak publicó un tuit que viene muy al caso con estas descarriadas tendencias de nuestras sociedades hispanoamericanas en su deseo salivar por el autoritarismo de derecha o de izquierda. Gisela escribió esto: “El mundo quiere mano dura y, con certeza, la conseguirá. A la izquierda demente le deseo el régimen chino y a la derecha demente un cóctel entre Bolsonaro, Pinochet, Putin y Vox. Me iré al fin del mundo para reírme a carcajadas”. Le pregunté si el rumbo sería la Patagonia, pero según parece el trayecto será más fatigado (Siempre figuro la Patagonia como la estación final). En ese péndulo que describía Erich Fromm entre seguridad y libertad, desafortunadamente, la libertad viene siendo arrinconada en momentos que se invoca un gendarme necesario o un héroe permanente sin plazos de prescripción. Los impresentables como Bukele son los enemigos de la libertad y cuando se renuncia a ella, se deja el destino de quiénes somos, de hacia dónde vamos a terceros celebrados y peligrosos. Esta operación envuelve una farsa colosal. Porque negar nuestra condición para colocarla en las manos espurias de estos reyezuelos nos transforma indefinidamente en esclavos.

@kkrispin


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