Teatro Teresa Carreño, sala Ríos Reyna
Teatro Teresa Carreño, sala Ríos Reyna / Foto Ramsés Romero – El Nacional

¿Bueno para quién y para cuántos? ¿Venezuela está mejorando?

Ya sabemos que la táctica de la burbuja de los bodegones alcanzó su presión de vapor y se desvaneció. ¡Blup! Duró poco una práctica usada en Cuba que se concretó en lo que conocí como las “tiendas diplomáticas”. Allí se encontraban muchos productos importados accesibles solo a aquellos que manejaban divisas, diferentes al peso nacional cubano.

En nuestro caso, los bodegones fueron el efecto planificado y deseado por el régimen para repartir una dosis de “pan y circo”, acudiendo a la exoneración de los aranceles de aduanas a una lista de productos importados claramente superfluos.

Cierto sector de la población venezolana encontró satisfacción adquiriendo  productos importados -algunos de gran calidad y de pésima calidad otros- y se alegraron. “¡Esto está mejorando!” era el efecto que el régimen deseaba lograr para silenciar, agregar, apaciguar a unos y para crear conflictos entre quienes difieren dentro de la población.

¿Está mejorando la nación –el conjunto de los habitantes de un territorio– porque algunos pueden adquirir una crema de sucedáneos de chocolate con esencia de avellana manufacturado en el extranjero o un confite de sucedáneos de chocolate con montones de azúcar? ¿O será simplemente que a un grupo de personas se les ha facilitado acceder a ciertas mercancías no prioritarias?

Sabemos de productos que existen en los mercados que contienen suplementos de nutrientes. No me refiero a los “superalimentos” que no es un término legal, sino de mercadeo. En mi caso particular conocí de un lacto modificador que suministraba a quien lo ingería las proteínas y nutrientes necesarios para una adecuada nutrición para un día. ¿Por qué importar confitería en lugar de estos suplementos nutritivos? ¿Qué clase de política de Estado han aplicado?

“Esto está mejorando” es, en mi opinión, una matriz de opinión promovida por los mecanismos de control social del régimen y dirigidos a quienes tienen acceso a las redes sociales y a ciertos medios de comunicación. No se trata de un “dilema” propiamente dicho (porque no hay obligación de escoger, las circunstancias no son sobrevenidas, las opciones sí se anulan entre sí, no todas las opciones causan un perjuicio y sí hay opciones claramente éticas que se pueden escoger) sino de una manipulación de la opinión pública y por la cual varios sectores de la sociedad se han dejado manipular y procedieron a recoger con tranquilidad el “obsequio” propuesto.

Visto en su conjunto, el adjetivo “bueno”, en grado calificativo, significa “de valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino”. (DRAE). El adjetivo “mejor” es el comparativo de bueno y significa “Superior a otra cosa y que la excede en una cualidad natural o moral”. (DRAE). El adjetivo “óptimo” es el superlativo de bueno y significa “Sumamente bueno, que no puede ser mejor”. DRAE.

“Malo, “peor” y “pésimo”, por su parte, son adjetivos en grados calificativo, comparativo y superlativo y pertenecen al ámbito de lo malo, así como “bueno”, “mejor” y “óptimo” pertenecen al ámbito de lo bueno y ambos ámbitos se excluyen mutuamente.

Si Leviatán es malo, Belcebú es peor que Leviatán y Lucifer es pésimo, por ser peor que Belcebú, esa cadena no le permite a Leviatán sostener que ha salido del ámbito de lo malo y que ha pasado a pertenecer al ámbito de lo bueno. Es el malo; no el mejor de entre ellos.

A nivel de un Estado, no es lo mismo tomar una medida gubernamental para que una minoría obtenga una sensación de satisfacción, que intentar imponer a la inmensa mayoría la idea de que todos hemos sido teletransportados del ámbito malo al ámbito bueno, por un simple acto que es consecuencia lógica de un daño ya causado.

El  Teatro Teresa Carreño está remozado cual novísimo y se presentan obras de ballet y obras de Shakespeare, también se anuncian obras de George Bernard Shaw, de ballet, de ópera y de zarzuela. ¡Grandioso! Pero no nos equivoquemos: los soviéticos tenían su Teatro Bolshoi también y la Unión Soviética no solo no alcanzó el ámbito de lo bueno, sino que desapareció y ahora Rusia va transitando el trecho entre lo peor y lo pésimo… ¡y para todo el planeta! Hasta el punto de que se le cuestiona su capacidad y nivel de responsabilidad mundial para gestionar y poseer armas nucleares.

En el intercambio de ideas sobre “venimos de una obra de ballet en el Teatro Teresa Carreño. ¡Está bellísimo! ¡Qué alegría!” surgieron varios intereses –que no simples posiciones- perfectamente aceptables en apariencia para su discusión ordenada.

En mi opinión, la recuperación del Teatro Teresa Carreño no es una acción loable más allá del deber. Es la simple consecuencia de reparar un daño causado por el régimen. Remozar y reparar el teatro para considerarlo en condición de bueno, es lo que tiene que hacer quien causó el daño, sea que lo haga voluntariamente, o sea que se vea forzado a hacerlo por coacción, por haber sido encontrado culpable en juicio y condenado a reparar los daños.

Y aquí es donde se muestra el ingenio del régimen, que seguramente debe tener oculto algún propósito particular, más allá de la responsabilidad civil. Digo que es ingenioso porque la acción está propuesta hacia cuatro sectores y el régimen gana siempre.

El primer sector está formado por quienes se benefician inmediatamente del remozamiento: directores, empleados, obreros, músicos, orquestas, actores y el conglomerado que podríamos denominar el “público” que asiste a las funciones. Ellos y solo ellos han mejorado su situación laboral, exclusivamente, y su condición de ciudadanos sigue siendo mala. Digo inmediatamente, porque no hay ninguna razón para pensar y creer que actos como éste formarán parte de las políticas permanentes del régimen. El beneficio funcional inmediato es obvio. ¿Pero cuál es el número de beneficiados finales destinatarios de los actos culturales y en cuál situación económica y de salud se encuentran?

La obra de George Bernard Shaw cuya publicidad es la que recuerdo, informa (con una publicidad que algo tiene de extraña y en una emisora radial muy particular, por cierto) que se presentará en 3 funciones. El aforo del teatro es de 2.714 personas. Asumiendo que la asistencia a cada una de las 3 funciones alcance el aforo, la obra será disfrutada por 8.142 personas en total. Muy seguramente todas con sus necesidades económicas y de salud perfectamente satisfechas.

El segundo sector está formado por personas que posiblemente no asistirán y serán de aquellos que guardan silencio y que responden: “No saben. No opinan”.

El tercer sector está conformado por personas que definitivamente no asistirán y argumentarán que el gasto es, en este instante, superfluo, o que pudiera ser aplicado a paliar necesidades más urgentes.

El cuarto sector está conformado por una gran mayoría que ni siquiera se enterarán de los estrenos en el Teatro Teresa Carreño, pues la publicidad no está dirigida a ellos.

La mayor ganancia para el régimen será si se crea un conflicto divisorio entre el primer y el tercer sector y cuya intensidad es impredecible. Pudiera ser muy violento o pudiera pasar bastante inadvertido. Pero el régimen siempre gana. Tanto aquel que critique o desdice de lo que sucede con el Teatro Teresa Carreño y las obras que allí se presentan, como aquel que alabe lo que han hecho hasta ahora, estará inmerso en un conflicto que tendrá consecuencias.

Hubo un argumento que escuché: “Creo que la solución de este país está en la cultura”. Para mis adentros me pregunté: “¿Esto es cultura que soluciona los problemas del país, o entretenimiento limitado de contenido cultural para algunos?”.

Mi última intervención antes de terminar con la consideración del tema fue la siguiente: “Asuma que hay una gran catástrofe natural, destrucción de construcciones, interrupción de las comunicaciones, el suministro de agua escaso si no interrumpido, sin servicio de flujo eléctrico, enfermos en muy graves condiciones, heridos de gravedad, centros hospitalarios incapaces de atender a los pacientes, hambre, desnutrición, riesgos de epidemias, desechos y basura, cadáveres, bandas armadas con armamento de guerra… ¿su primera acción sería remozar el Teatro Teresa Carreño? Está bien –le dije-, no me responda, porque es manipulativo. Pero, respóndame a este otro planteamiento: en la emergencia de un hospital aplican el método de triaje. Los pacientes son atendidos en el orden de su gravedad. No en el orden de llegada. ¿Cambiaría el orden establecido porque llegara un ministro del régimen porque se queja de una uña encarnada? ¿No es la evaluación de las prioridades y su impacto en la sociedad una consideración válida?…

Dios guarde a V. E. muchos años.

@Nash_Axelrod.


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