La primera consecuencia de la salida de Reino Unido del conjunto europeo se manifestará en la elaboración del presupuesto que los acompañará a partir de 2020. Un hueco de recursos se hará evidente: unos países deberán pagar más y otros deberán recibir menos. Tal como lo ha anunciado el nuevo presidente del Consejo Europeo, cada uno de los 27 deberá asumir una posición en torno al hecho presupuestario después del brexit. Otro de los retos que la nueva Europa deberá enfrentar tiene que ver con la formulación de una nueva estrategia exterior de mediano y largo plazo que tome en consideración la diatriba comercial pendiente entre China y Estados Unidos.

¿Va el viejo continente a resignarse a asumir el impacto de esta guerra como un simple riesgo colateral o se decidirá a favor de convertirse y sostenerse como un gran tercer actor mundial del comercio multilateral y construir para los 27 una economía más fuerte?

Dentro de esta nueva suerte de guerra fría entre las dos grandes potencias del planeta, sus actores en Washington y Pekín ya están comenzando a asumir posiciones.

La de China será la de apostar a un fortalecimiento y a una expansión de la economía del Reino Unido, lo que hasta el presente fue su puerta de entrada en Europa. Una mayor fortaleza les colocaría en situación de llegar a acuerdos de libre comercio en términos beneficiosos para ambos. El propio ministro de Comercio en Pekín así lo ha manifestado. Los líderes chinos van tan lejos como pensar que esta suerte de integración comercial natural llevaría al Reino Unido a ser más dependiente de China y, por lo tanto, lo impulsará a presentarse a su favor en múltiples negociaciones internacionales en los que, hasta el presente, este ha estado constreñido a alinearse con el bloque europeo. En Pekín cuentan con sus socios británicos para defender, por ejemplo, el estatus de Economía de Mercado a que aspiran en el seno de la Organización Mundial de Comercio.

También juega a favor de la dupla Pekín-Londres el hecho de que las inversiones chinas que son atraídas por los británicos son principalmente las de los sectores inmobiliarios y financieros y se espera que estos dos no sean de los más afectados con los altibajos que pueda sufrir la moneda como consecuencia de su desvinculación del euro.

En otros terrenos, los asiáticos no solo consideran que Gran Bretaña saldrá menos desfavorecida de lo que se piensa de su ruptura con el continente sino que además el caos les permitirá pescar en río revuelto en una Europa a cada paso más dividida. China cree que la falta de unidad entre los restantes miembros de la Unión Europea jugará a su favor en lo internacional y que Europa como conjunto sí se verá debilitada en lo económico con el faltante británico. De allí que la fabricación de nuevas alianzas separadas con cada uno de los 27 actores, dentro de la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, será más factible. Incluso, será así para el cuestionamiento del orden económico imperante en Occidente y para doblegar los ánimos imperantes en contra de China por sus violaciones de derechos humanos. Francia y España estarán en primera línea para anudar nuevas y estrechas relaciones. Francia por su presencia en el seno de la OTAN y España por su apuesta tecnológica en el terreno del G5. Ya han sido movidos sus alfiles en la Europa Central y en Italia.

La diatriba que China enfrentará, pues, será la de desarrollar lazos individuales con cada país sin que ello redunde en una afrenta para Bruselas y que no acorralen a la Unión en medio de la batalla que se dará entre los titanes planetarios.

Solo queda decir que si la posición de China a esta hora ya está dibujada en torno a la Europa posterior al brexit, los norteamericanos no se cruzarán de brazos ante sus contendores en Europa y debe tener un as escondido que exhibir en la primera ocasión.


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