La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas” Albert Camus

No evocaremos o apenas ahora a Diógenes en su barril y tampoco al fundador de la llamada Escuela del Cinismo, Antístenes, siendo que no se trata de hacer glosa genealógica de la definición, origen ni del concepto, aunque a menudo encontramos e interesa a alguien intentando y pareciera como aquellos, excentricidades pero no será sino para mostrar su talante y nada más.

Lo que denominamos cinismo en nuestro tiempo apunta más bien a otra dinámica distinta a otrora. Digamos que se trata de unas acciones, discursos, escritos, vivencias, diálogos, en los que al inicio se simula, copia, plagia y luego, el desdoblamiento, el histrionismo y al final, llega a ser un modo, una manera, un rol que se permuta y convierte, no en el otro, sino en el mismo y genuino ser cínico.

El diccionario de la RAE asienta que el cinismo, en la acepción que apreciamos pertinente, es 1.- Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. 2.- Impudencia, obscenidad descarada. Es una conducta y luego troca hacia una personalidad.

El cínico es un actor que va más allá de sí mismo y aspira a superarse. Desprecia profundamente a su mediano entorno y se asienta cómodo en la ausencia de toda ética y moral. Se ufana en su pragmatismo y se pretenderá mejor, útil, eficaz. Para él, el resultado es lo que cuenta.

En nuestra cuasi distópica Venezuela, la congénita irresponsabilidad de una clase política que detenta el poder desde hace ya 22 años, incapaz, inepta, incompetente, como ninguna otra en nuestra historia, ha producido una continuidad del mismo fenómeno en el que la mentira y la falsedad fagocita las células vitales de la verdad. Se falsea y se tergiversa, se desconocen las normaciones sociales, se anomiza y extravían los procedimientos, para permanecer a toda costa en el poder.

Desde la madrugada de aquel 4 de febrero de 1992, el chasco no fue asumido como lo que era sino que se tuvo, tal un ícono que va tallándose en progresivo y hasta que la atención se distrae y luego se copia encauzado, desentonado, alterado y trastornado. La antipolítica excusa a los autores. El desastre termina por serlo sin que los imputables sean subsidiarios del descalabro. Luego, la retórica maquilla la falacia y la inconsistencia ciudadana, ignora, obvia, su insana radiación.

El difunto, el 11 de abril de 2002, después de llorarle al cardenal y prometerle al país que se enmendaría, no vaciló en la osadía de trastocar la historia y convertir a los policías metropolitanos en agresores y a los “landros” de Puente Llaguno en héroes.

Poco después la huelga petrolera derivó cual acto de prestidigitación, en el gran paso de la impostura mayor que embarrancó la industria petrolera, despojó a dos decenas de miles de ejemplares servidores de su trabajo, de sus ahorros y prestaciones. Y llenó de zombies la empresa que, de ser de las mejores del mundo, pasó a ser un auténtico fiasco, una fistula purulenta drenando continuamente las peores secreciones.

Hecho el hallazgo, el traje y luego el espíritu del cinismo se posesionó del régimen, yendo hasta el tuétano de cada uno de los espalderos, adulantes y epígonos sin que los exorcismos de los que creyeron en la revolución y se desencantaron, tuvieran efecto alguno.

La centrífuga revolucionaria lanzó fuera y al vacío a los que militaron en la utopía y se formalizó desde el liderazgo caudillesco, lo mismo, mutatis mutandis, que en la URSS y los países de Europa del Este pero también Camboya, Corea del Norte, Cuba y más recientemente, Nicaragua. El ejercicio cínico del poder sin pudicia.

Eso es posible cuando no hay contrapesos ni controles y ese fue lo común de esas experiencias, sin que pueda haber mayores dudas al respecto. Las democracias sucumben cuando no hay constitucionalidad, responsabilizacion y desciudadanización.

Tenemos pues un régimen que, hervidos todos los pétalos del cinismo, destila a algunos de sus personeros, como su esencia misma. Puede nombrarse a varios, pero señalaré episodios que los exhiben paladinamente, burlándose de la soberanía nacional, la Constitución, la ley, la institucionalidad y los más elementales derechos humanos y ciudadanos.

Entre muchos, escogí de entrada lo hecho con el 11 de abril de 2002, constitutivo de delito de lesa humanidad y una de las peores manipulaciones y transgresiones que figuran en los anales de la “justicia” venezolana. El grueso del país lo sabe bien.

Luego recordé el referéndum revocatorio que según resultados oficiales superó Chávez y los artífices de ese monumental fraude articularon un pillaje grosero a la voluntad del pueblo. Llamarlos cínicos es elegante y munificente inclusive.

Repito que hay centenares de situaciones constitutivas de delitos, violaciones, maniobras sórdidas y ominosas, pero perdónenme mi subjetiva escogencia y lo hecho por el paracaidista luego del 2 de diciembre de 2007 es otro ejercicio de su deletéreo cinismo.

El ingenuo pueblo ciudadano rechazó la reforma constitucional y el abusador por excelencia nos impuso un remedo ideologizado que llamó socialismo del siglo XXI para, a carcajadas de él y de los sátrapas cubanos, reírse de la negativa del cuerpo político. Para eso ocupó la institucionalidad con sus uniformados, a los que asoció a la rapiña y aceleró la destrucción del aparato productivo, obvió la constitución y saqueó la hacienda pública nacional.

Los poderes públicos fueron paulatinamente despersonalizados y usurpados. Inoculados de personalismo e ideologización. El currículo fue simplemente apartado y se subrogó con enajenados y alienados sin merito, sapiencia, honradez y valores morales. La lealtad, al sátrapa mayor, fue y sería en lo adelante suficiente y así se consumó el fin de la república porque hoy, lo que queda, no puede llamarse así.

Repito que me vienen a la mente tantos episodios, pero solo traeré unos poquitos para no enfadarlos ni aburrirlos. Invitaré a la memoria los episodios novelescos de la muerte del presidente Chávez ¿en una cama, de un recinto sanitario en Venezuela o en Cuba? Hay distintas versiones ciertamente y no sabemos a cuál podemos confiarle nuestra credibilidad, pero luego vino la sucesión del fallecido y otra vez se engañó a todos y se repudiaron los referentes constitucionales y legales para que la oligarquía de la mediocridad prevaleciera.

Nunca he creído que Maduro le ganó a Capriles aquella elección de 2013, pero luego se coronó otra épica cínica cuando la oposición ganó la elección parlamentaria en 2015 y los rufianes montaron el fraude para adueñarse del TSJ y volvieron a deshonrar de la soberanía nacional y desde allí todo fue repitencias del cinismo en cada acto del tránsito institucional, sin ninguna inocencia.

Empero, sin mencionar los acontecimientos de 2017 con centenares de muertos a manos de los pretorianos, de los tontón macoutes, los colectivos y cuerpos de seguridad del régimen que no de la sociedad, sin insistir en las parodias electorales de 2018 y 2020, llegamos a este mes de septiembre de 2021 y el diálogo de México para tropezar con el cinismo más insolente e insultante.

Me refiero al psiquiatra Rodríguez anunciando que Alex Saab sería parte de la delegación del régimen a pesar de estar privado de libertad en Cabo Verde, y en proceso de extradición por numerosos delitos. Luego, Nicolás Maduro, cual guapetón de barrio, reta a los presidentes de Paraguay y Uruguay a discutir sobre democracia y libertad… Le faltó agregar, sobre derechos humanos. “Conchudo”, dirían en el cerro.

Ocurre que a veces escuchamos a un sujeto inteligente que ironiza y expone a otro con la intención de mostrarlo crudamente o al mundo, a la hipocresía que también es frecuente de muchos y lo hace con morbo pero no con deshonestidad. Es un cinismo que llamaré neutral y que nos impresiona cuando se cumple ante nosotros, aunque nos aluda de una u otra forma o pretenda hacerlo, pero no es ese el que caracteriza a los dignatarios coterráneos.

El difunto y muchos de sus colaboradores, si no todos; José Vicente Rangel, del que fui amigo; los peculadores del canal del Estado, Padrino, Cabello y Maduro practicaron, hasta que definitivamente se convirtieron, en cínicos dolosos, premeditados, mórbidos, y dejo sin mencionar a tantos que bastaría calificarlos como tales porque, faltarían enunciar siempre u otros más.

Günther Jakobs, eminente jurista y experto en Derecho Penal y Filosofía del Derecho, propuso su tesis del Derecho Penal del Enemigo en 1985, “Feindstrafrecht”, para distinguir una normativa aplicable a aquellos cuya conductas comprometían a la sociedad y al Estado, los terroristas podría decirse como ejemplo. Se distinguiría de la preceptiva propia del derecho común y aplicable a cualquiera, con sus garantías por supuesto.

Jakobs sostiene que ya se aplica en numerosos países y reitera en 2004 su planteamiento. No ha recibido siempre apoyo por la doctrina sino que ha supuesto debate intenso. El Derecho Penal del Enemigo reduce ostensiblemente las garantías y beneficios procesales y fortalece las capacidades del aparato de seguridad, permitiéndole una actuación a ratos exorbitante si se puede decir también en la jerga penal y criminal.

Hay un símil con la usanza nazi en 1935 con las leyes de Núremberg o y hay que decirlo, lo que hacen en Guantánamo los norteamericanos.

En Venezuela se realizan ante la disidencia todo tipo de abusos, excesos y forjamientos; se desconoce sistemáticamente la legislación y la constitución en sus aspectos garantistas que los tiene.

La flagrancia es interpretada exactamente en sentido contrario de lo que significa y a la presunta delincuencia se le tolera por interés político o crematístico; a los demás, se les ejecuta extrajudicialmente, basta revisar los informes de las ONG de derechos humanos y los recientes de la Organización de Naciones Unidas.

Los organismos internacionales son contestes en señalar esos hechos como frecuentes además y nadie gana un juicio en Venezuela contra el Estado o contra alguno de sus personeros prominentes y, los jueces, para mantener el cargo, son asiduamente utilizados por el régimen. En Venezuela, la justicia es patéticamente cínica y sus actores lo son, resignados o interesados en serlo.

Los partidos políticos fueron contaminados y de sus filas extraídos aquellos que cuajaban para otra empresa cínica y por allí andan los arácnidos y la misma sociedad civil ha dado pruebas de su interés. Se autodenominan hábiles, pero devienen si es menester cínico.

Vivimos, pues, además de la revolución de todos los fracasos, la de todos los cínicos.

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@nchittylaroche


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