Esta es una Semana Santa singular, y en todo el mundo, pero sobre todo en Venezuela, porque la devastación padecida en estos años se hace más patente con la pandemia del covid-19. Las iglesias están cerradas y los feligreses, en general, han tomado conciencia de las razones que así lo justifican. Sin embargo, se ha producido una verdadera explosión de creatividad, en Venezuela y en muchos otros países, que permite que la Iglesia salga a la calle -la conocida y profunda expresión del papa Francisco sobre «una Iglesia en salida».

Pero en esta ocasión, la salida es, en buena medida, online. Ya existían experiencias al respecto y muy alentadoras. Pues bien se multiplican con velocidad y facilitan que tanto la Semana Santa y la labor de la Iglesia, en líneas generales, se mantengan cercanas con el pueblo, o incluso se acerquen más. Y más allá del vasto mundo online, la Iglesia continúa desarrollando su actividad asistencial, acaso con más energía que nunca, y está repleta de valientes que están entregando su vida por los demás. En Caracas, la procesión del Nazareno de San Pablo recorrió la ciudad, y hubo procesiones parroquiales del Nazareno, como en la parroquia San Judas Tadeo, organizada en la iglesia de la Chiquinquirá. No. La Iglesia no está inactiva. Todo lo contrario.

Ello confirma, por enésima vez, que las crisis también generan oportunidades. Y no me refiero sólo al caso que he mencionado, sino en los más diversos aspectos de la vida, tanto personal como colectiva. No me parece apropiado mezclar la gimnasia con la magnesia, y tratar de otorgarle a la Iglesia venezolana una responsabilidad de dirección o ejecución que no tiene ni debe tener. Orientación sí. Y bastante que ha orientado y orienta en estos tiempos de mengua venezolana.

Pero su ejemplo, en los ámbitos que son propios de su carácter natural y sobrenatural, debe servir de inspiración al conjunto de los venezolanos, para llevar adelante la aspiración de vivir en un país distinto, un país de paz, solidaridad, libertad, prosperidad y respeto por los derechos y deberes humanos. No quiero ni debo extenderme más. La oportunidad de formular equívocos o de desfigurar un acontecimiento tan definitivo como la Semana Santa, se aminoran. Además, no tengo credenciales para adentrarme en los temas teológicos de la Pasión, Muerte en la Cruz y Resurrección de Jesucristo. Con la fe, basta.

Pero sigo valorando ese ejemplo de nuestra Iglesia. Y ojalá también sea valorado, cada quien desde su cada cual, con esperanza, motivación y amor por Venezuela.


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