Mientras Hispanoamérica y el resto del mundo duerme con un ojo cerrado y el otro entreabierto, en espera de que se produzca por Gracia Divina o Fuerza Humana el  desgrane de las dictaduras castrocomunistas, en Brasil, sin tanta publicidad —pero aun sin tanto dolor de parte de ese pueblo como en otros países afectados por este sistema de mafias narcodelincuenciales—,  varios millones de personas se lanzaron a las calles exigiendo libertad.

Así es. Cívicamente patearon calles y avenidas en defensa de Jair Bolsonaro, el expresidente acusado falsamente en varios juicios ilegales que podrían mandarlo a la cárcel hasta por el resto de su vida y quien, al igual que otros líderes políticos, han sido timados en sus elecciones y reelecciones presidenciales por candidatos quienes a no ser por el fraude, jamás habrían llegado a ocupar tan altos cargos.

También se manifestaron exigiendo la salida de Lula da Silva, el expresidiario presidente socio fundador junto con Fidel Castro del criminal Foro de Sao Paulo, cuya rectoría la integran la plana mayor de engendros dictatoriales de Latinoamérica, incluyendo además a ciertas nomenclaturas de la ahora izquierda light, disfrazadas de democráticas como algunos sandinistas en el caso de Nicaragua, quienes mantienen picaportes sin llave con figuras como el propio dictador brasileño; y quienes, al igual que este, se han identificado con Hamás en Medio Oriente y condenan al pueblo judío de Israel.

Esta magna protesta también tomó un giro regional. Además de la propia convocatoria hecha por Bolsonaro, algunos de los manifestantes también, expresaron claramente su rechazo al resto de regímenes castrocomunistas de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Honduras y el propio Brasil, lo que desde ya posiciona a toda la oposición política contra estas tiranías en un frente común aglutinador: el liberalismo del siglo XXI.

A grandes padecimientos, grandes remedios. En esta nueva realidad política latinoamericana —en plena era Milei y a las puertas  del segundo periodo presidencial de Donald Trump en Estados Unidos— la agenda política, seguida de la cívica social contra el comunismo regional, tendrá una mayor beligerancia y una mejor  perspectiva de triunfo, lo que sumado evidentemente al desgaste y desastre económico de Cuba, a la crisis venezolana asentada en una rica nación y en una mina inacabable de petróleo pero manejada por unos ineptos, y al totalitarismo de regímenes como los de Nicaragua, Bolivia y Honduras, arrojará como resultado el final de este oprobioso sistema que nunca debió llegar a tierras americanas.

La lucha contra el socialismo del siglo XXI ya la ha iniciado el liberalismo del siglo XXI en Latinoamérica. Las gentes de estos países están hartas ya de tantas falsas promesas, patrañas y paraísos terrenales, que nunca llegaron a superar ninguna pobreza a no ser la de las castas que los impulsaron.

Esos millones de brasileños le están diciendo a Lula, sobre todo, que no quieren más de su socialismo repugnante, avasallador y violatorio de los derechos políticos de sus adversarios.

Fueron millones de personas protestando, lo que demuestra otras lecturas trascendentales. Va más allá incluso de la medición del liderazgo político del propio Bolsonaro, quien ya de hecho lo demostró y fehacientemente, siendo la lectura más importante el repudio al socialismo, comunismo, izquierdismo o enjambre narco capitalista en toda Latinoamérica y en España, el cual, mezclado con recetas marxistas hijas del más amargo resentimiento social inculcado por sus cabecillas principales, iniciando con el propio Fidel Castro están acabando con la región.

Considerada y convocada por Bolsonaro como una “manifestación pacífica en defensa del Estado de Derecho Democrático”, las calles de Sao Paulo se inundaron de protestantes, alentando y motivando a la región entera a apostar por la democracia en vez del ya desdentado proyecto “revolucionario” que cada día engaña a menos personas y que en donde se ha practicado, ha demostrado ser un elefante infuncional desde el punto de vista de la administración de las políticas públicas y el desarrollo humano y social de los pueblos.

A estas alturas ya Lula no tardará en cerrar los espacios democráticos. Sus socios de la inteligencia cubana de seguro ya están diciéndole que debe cancelar los espacios libres como las calles y restringir la libertad de expresión —entre otras—, si desea continuar su mandato presidencial, pues los manifestantes fueron claros en pedirle su renuncia.

Aunque existen indicios de que Lula en los orígenes de la creación del Foro de Sao Paulo mantuvo posiciones más abiertas y sensatas que las de Fidel Castro, como las de dar elecciones libres, lo cual aunque haya sido cierto no lo limpia de sus atropellos a la democracia en su país y en el subcontinente, al final este le torció el brazo con sus demenciales discursos, sus impaciencias patológicas cerebrales por destruir todo lo que el capitalismo y las enclenques democracias habían logrado en los países donde metió sus narices, y sus estafas políticas con las que les comió el cerebro a muchos caudillos socialistas, como a Hugo Chávez. En otras palabras, Castro les dio gato por liebre al saquear (Cuba es el país que más registros posee del no pago) los bienes patrimoniales para su fallido proyecto en la isla, a cambio de exportarles fórmulas represivas y dominio impositivo desde el G2.

El execrable faro del Foro de Sao Paulo se apaga. Lula debe irse, los demás también. Ellos lo saben.


 

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional. Fundador del Foro Anticomunista de Miami.


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