«Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates», Simón Bolívar.

Una extraña circunstancia ocurrió, cuando buscándole el título al presente artículo tomé en mis manos un libro que me fuera obsequiado con su respectiva dedicatoria por su autor el laureado escritor, periodista e historiador valenciano Leoncio Lucena Alvarado, hace tres décadas.

De su estupenda obra tome el título que ilustra el presente artículo, Bolívar y la revolución traicionada, pues constituye una magnífica y  plena referencia de la actualización del pensamiento bolivariano, hoy día desvirtuado en su esencia por quienes sin falso rubor hacen uso indebido del nombre de Bolívar, para llevar a cabo una perversa y mal llamada revolución bolivariana.

Bolívar fue un revolucionario integral, que no vaciló nunca en llevar las contradicciones existentes en el mundo político y económico de su época, por cuanto las tomaba en un sentido dialéctico, para desplazarlas hacia sus últimas y más arraigadas consecuencias.

Un ejemplo de lo anteriormente indicado que podríamos citar es la integración continental como respuesta a un desafío, el de la América Bolivariana que simbolizaba un reto, como imperativo para mantener su propia identidad, frente al acoso desintegrador del mundo desarrollado en esa época, integración ésta que se constituyó para el Libertador en el desideratum de su filosofía política.

Bolívar mantuvo sus principios integracionistas, y no cedió un palmo en sus convicciones, pues lo arrostró y desafió todo, incluso hasta el propio prestigio de su gloria. Recordaba siempre a sus ciudadanos: «No vaciléis nunca entre un hombre y un pueblo». Descorría de esta manera Bolívar el velo de sus intenciones de estadista, consciente de su hora histórica.

Desafortunadamente para la historia del país y de América, los hechos que a posteriori han venido sucediendo no corresponden con las metas del mensaje bolivariano, pues toda una pléyade de resquebrajamiento han permitido a la América Latina ofrecer flancos de debilidades, que han sido aprovechados por intereses de naciones más poderosas, permitiéndoles en consecuencia inmiscuirse en sus políticas económicas y sociales y hasta de seguridad nacional.

¿Qué sentido tienen hoy día las prédicas de la revolución  bolivariana, cuando su mensaje integracionista y nacionalista no ha sido escuchado y solo ha servido para que rapaces oportunistas, hagan mal uso del nombre de Bolívar, en su mentada y mal llamada revolución socialista y bolivariana?

Estos facinerosos y oportunistas enquistados en el poder olvidan que Bolívar trasciende en el tiempo y su ideario y pensamiento, amén de su obra nos permite plantear la tesis de la verdadera dialéctica revolucionaria con ideales de la lucha bolivariana, mas no como el desatino del actual régimen venezolano, en el que camarillas manejadas por intereses extraños están dejando la impronta de sus huellas con su conducta antipatria.

Bolívar había echado las bases para alcanzar sus ideales de integración latinoamericana. Como ejemplo de ello puede citarse un fragmento de la intervención que en el año 1945 efectuara en la Sociedad Bolivariana de Estados Unidos, quien para esa fecha desempeñaba el cargo de embajador de Venezuela en esa nación, quien textualmente expresó: «El ensueño bolivariano sobrevive y al correr de los años, se convierte en animador del movimiento Panamericano». Casi un siglo más tarde, apareció con lineamientos más precisos la creación de la Sociedad de las Naciones. Por tal motivo, Bolívar es el Precursor del Panamericanismo de las Naciones.

La historia ha confirmado en gran parte los temores bolivarianos, pues la secuela de las calamidades ha desdibujado la identidad de sus destinos, para disgregarles en «patriecitas», sin aliento creador para las tareas de su transformación social, política y económica, hacia las cuales se orientó permanentemente el ideal de la «única y auténtica revolución bolivariana».

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