El alcohol liberó la lengua de Gustavo Petro y la empujó a delatar su gran sueño: fundar la Bogotá roja. Un anuncio que guardaba entre pecho y espalda. Alentado por más de 40 grados del miche bogotano, cual Absenta, Petro adelantó una sorpresa a los bogotanos: “sta ciudad será roja”.

Podemos imaginar las brigadas rojas recorriendo la bella y amable Bogotá, señalando a los enemigos del nuevo orden escribiendo en las vidrieras “este es un enemigo de nuestro presidente, aquel otro votó por la derecha” una reminiscencia cruel de otras brigadas, negras o pardas que recorrían Berlín o Roma identificando los comerciantes judíos y a cualquier persona o entidad que hubiese mostrado su rechazo al poder del nuevo régimen.

No es una escena de película la que estamos imaginando, es una premonición que va a ser realidad si los bogotanos no escuchan, si les parece que un desliz etílico no tan grave, que es perdonable, cuando sabemos que la mayor virtud de los borrachos es que no mienten, siempre confiesan los secretos que esconden en el fondo de su alma. Petro no solo anunció el destino que espera a la ciudad sino que también formuló un reclamo: bogotanos, ustedes que se atrevieron a votar por Uribe, por Duque, les ofrezco la salvación, convertir esta ciudad en un territorio rojo, solo de un color, no se convivirá con aquellos que se oponen al dominio rojo, exterminaremos la disidencia como sucede en todos los sitios donde alcanzamos el poder, nada de dialogo, pactos o acuerdos, está será una ciudad comunista como lo fue Moscú, como la que mantiene Lukashenko en Minsk capital de Bielorusia o como PolPot recreó en Camboya con sus Jemeres rojos. Tendremos un amanecer rojo, saldremos a la calle cantando la “Faccetta nera” con ritmo de cumbia, lanzando piedras a los frentes de los enemigos”.

Sabemos que esta medida de Petro dividirá la ciudad, separará a los ciudadanos, aquellos reconocidos como oposición serán denunciados y sentenciados, conminados a huir de la ciudad que tanto aman, donde nacieron y en cuyas calles crecieron. Y no, no es una visión exagerada lo que estamos tratando de describir, acaso hay alguna experiencia distinta en la historia de la humanidad ( conexión con que?) Cuando un gobernante realiza un anuncio de este calibre y obtiene trágicamente el respaldo popular, podemos esperar lo peor, la fuerza de las masas enardecidas con el triunfo sobre el territorio, actuaran sin misericordia contra todo aquel que se niegue a rendirse, a cambiar sus ideas. El anuncio de Bogotá roja es   el más grave desafío que han recibido los colombianos, no se trata de crear un ejército guerrillero en la selva que opere con total impunidad, se trata de convertir la cabeza de la república en un territorio de un solo color, un solo pensamiento, donde sera un delito creer en algo o alguien distinto al que se aposenta en la casa de Nariño, porque no será una Bogotá roja, la aspiración es mucho más trascendente, una Colombia roja.

Bogotá tiene muchos y grandes poetas, artistas, una refinada clase media con el mejor español de América Latina, una inolvidable amabilidad cuando nos regala un tinto, o cuando oímos sus canciones que recuerdan las grandes amistades, o los amores, o la belleza del rio Magdalena.

Aquí en Venezuela, tu futuro espejo, suceden diariamente hechos de igual calibre moral,  una juez, por supuesto pariente de un miembro del “gobierno” le entrega el diario El Nacional, nuestro último gran periódico, al dueño del sistema judicial carroñero que impera en Venezuela. Este acto de la seudo-juez venezolana es una primicia que muestra al hermano país lo que puede suceder en su Colombia roja sino se atreven a mirar los adelantos de su futuro.

La consabida agenda roja de Petro, como la de todas las  agendas rojas, tendrá como primer objetivo minar los poderes, luego le sucederá la debilitación o aniquilación de las instituciones, los jueces democráticos serán rojos, después, vendrá el golpe maestro: se expropiara (aunque ahora lo niegue, como todos), cerrara por motivos de “los medios de comunicación que se atrevan a adversarlo». La agenda apocalíptica que siguen una y otra vez los comunistas en el mundo.

Un camino igual al de Cuba, Nicaragua, Venezuela, (y espero contar hasta acá para no llorar) que llevará a la polarización extrema del país, al odio encarnizado, al renacimiento criminal de la famosa lucha de clases. Primeras víctimas: propietarios de bienes, tierras, empresas comerciales, periódicos, después les seguirán los trabajadores (como karma del cielo) que caerán en una pobreza jamás vivida, los que paradójicamente votaron por el rojo llenos de un fervor religioso. Tal como eficientemente hizo Fidel Castro con su ley 890 el 13 de octubre de 1960. Toda la economía de un solo golpe a manos del régimen, sin que ninguna ley o institución pueda defenderse.

Bogotá, no crean el cuento de que Colombia no es Venezuela. Venezuela no era Cuba. Pregunten a los venezolanos que deambulan por sus calles ¿qué pasó, por qué están aquí? El color rojo siempre se ensangrienta y se vuelve muerte para los ciudadanos que osan defender su libertad. Colombia, recapacita, mira con tu corazón a tu hermano venezolano que te toca la puerta pidiendo auxilio, y prefiere morir en el camino que hace a pie desde su país hasta tu casa antes que seguir en el infierno rojo en que se convirtió su patria. Estas a tiempo.

 


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