Durante décadas el discurso del bloqueo estadounidense ha servido de excusa al régimen castrista  para tratar de ocultar el fracaso estrepitoso del modelo económico cubano. El mismo modelo hambreador que ha fracasado una y otra vez en cada país donde el experimento socialista se lleva a la práctica. Fue así como a pesar de sumir a Cuba en la más inmensa ruina y atraso de la región, el llamado “bloqueo” permitió que los hermanos Castro fuesen vistos con admiración en muchas partes del mundo, incluso por presidentes democráticos del continente, quienes lejos de ver a Fidel como el dictador que siempre fue, lo vieron como una leyenda viviente, como el hombre a la cabeza de la pequeña isla que retó el poder de la principal potencia mundial y sobrevivió en el intento, “sobrevivió” más de seiscientas veces para ser exacto, pues según el propio Castro, ese fue el número de veces que lo intentaron matar.

El chavismo, hijo atrofiado del castrismo, aprendió bien la lección en poco tiempo. Mucho antes de las llamadas sanciones durante la era madurista, desde su propia llegada al poder, el fallecido Hugo Chávez ya culpaba de todos los males del país al “imperio estadounidense”. Siempre el enemigo externo estuvo presente en sus arengas para simplificar el discurso y explicarle a millones de venezolanos que seguían al chavismo por qué Venezuela con igual o mayor cantidad de ingresos que Arabia Saudita, se parecía cada vez menos a Dubai y cada vez más a La Habana.

Por un lado a las masas se les calmaba con mentiras y limosnas que instalaban una ilusión de redistribución de la riqueza, por otro lado el saqueo del país avanzaba a la vista de todos. La cantidad de dinero que entraba por concepto de la renta petrolera era directamente proporcional a la que las élites chavista se robaban, al punto que hoy nadie sabe a cuánto se eleva el monto de todo lo saqueado durante la época de mayor abundancia que ha vivido Venezuela. Las cuentas siguen apareciendo, pero se trata apenas de la punta del iceberg. Una parte del botín lo lograron sacar hacia cuentas de la banca internacional, invertirlo en lujosas propiedades o en fondos de inversión  alrededor del mundo. Pero otra gran parte sigue en el país, de allí la imperiosa necesidad de blanquear lo robado.

No es extraño entonces ver cómo en una nación con la mayor crisis humanitaria que un país sin guerra y sin catástrofe natural haya vivido jamás, existan los enormes contrastes que hoy se ven en Venezuela. Contrastes que no tienen otra explicación que la enorme operación de blanqueo de capitales dirigida por los delincuentes que saquearon nuestros recursos y que producto de las llamadas sanciones se ven imposibilitados de mover sus fondos al exterior. Nada de esto tiene que ver con apertura económica, se trata simplemente del ciclo natural del dinero sucio, que en su proceso de blanqueamiento ha generado una ola de bodegones, nuevos “emprendimientos” y una explosión artificial del sector inmobiliario que nada tiene que ver con la situación país y mundial. Esta es la Venezuela de “igualdad” e “inclusión” que nos prometieron hace veinte años, un país donde el ladrón de cuello rojo monta un bodegón con plata robada para robarte otra vez vendiéndote productos con precios de Nueva York en un país con índices económicos peores a los Haití.

@BrianFincheltub


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